ACÉRCATE SEDIENTO Parte 70


 ACÉRCATE SEDIENTO Parte 70

Segunda parte: Apóyate en Su Energía

NUEVE: No depende de ti

Tu Padre celestial tampoco tiene previsto dejarte caer. Aunque no puedes verle, Él está presente y tú estás «[guardado] por el poder de Dios» (1 Pedro 1.5). Él «es poderoso para [guardarte] sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría» (Judas 24). Bebe hasta el fondo su verdad. ¡Dios es poderoso para librarte de caer! ¿Acaso Él quiere que vivas en temor? ¡No! Todo lo contrario. «Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios» (Romanos 8.15-16). Qué declaración tan profunda. En lo más hondo de tu ser, el Espíritu de Dios confirma a tu espíritu que le perteneces. Justo por debajo de los latidos de tu corazón, el Espíritu de Dios susurra: «Tú eres mío. Te compré y te sellé, y nadie puede llevarte». El Espíritu ofrece un testimonio interior que reconforta. Él es como un padre que camina de la mano con su hijo pequeño. El niño sabe que pertenece a su papá al ver su mano diminuta felizmente confundida en la grande. No siente incertidumbre alguna sobre el amor de su papá. De repente el padre, por algún impulso que le motiva, lanza a su pequeño al aire, lo recibe en sus brazos y dice: «Te amo, hijo». Estampa un beso sonoro en su mejilla rosada y redonda, vuelve a bajarlo al suelo y los dos siguen caminando juntos.

¿Ha cambiado en algo la relación entre ambos? En cierto nivel, no. El padre no es más padre que antes de su expresión espontánea de amor. No obstante, a un nivel más profundo, sí. El padre regó, empapó y saturó al hijo con puro amor.  El Espíritu de Dios hace lo mismo con nosotros. «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado» (Romanos 5.5). Nota la proposición de. El Espíritu Santo derrama el amor de Dios en nuestros corazones, no amor hacia Dios. Es como si el Padre diera un balde de amor al Espíritu y le dijera: «Satura sus corazones». Hay momentos en los que el Espíritu nos encanta y embelesa con dulce arrobo. Tú perteneces al Padre. Firmado, sellado y en breve glorificado. ¿Ha pasado mucho tiempo desde que le oíste susurrar palabras reconfortantes de seguridad sobre tu posición en Cristo? Si es así, díselo. Él te escucha y debes saber que también habla por ti. Continuará...


No hay comentarios.:

Publicar un comentario