EL YUGO DESIGUAL Capítulo 19

2- EL YUGO DESIGUAL COMERCIAL Ese hombre que un día era conocido como siervo de Cristo —un colaborador para el reino de Dios—, que hacía uso de sus recursos sólo para fomentar los intereses del Evangelio de Cristo, ahora, lamentablemente, no es conocido más que como un astuto e infatigable negociante que hace grandes y ventajosos negocios, de quien el apóstol bien podría decir: “Demas me ha desamparado, amando este mundo [griego: ton vuv aiôna = al presente siglo]” (2.ª Timoteo 4:10). Pero quizás no haya nada que actúe tanto sobre el corazón para inducir a los cristianos a colocarse bajo un mismo yugo comercial con los incrédulos que el hábito de buscar mantener a un mismo tiempo los dos caracteres: el de cristiano y el de negociante. Ésta es una trampa lamentable. En efecto, tal cosa no existe. Un hombre debe ser o una cosa o la otra. Si soy cristiano, mi cristianismo debe manifestarse como una realidad viviente, en la posición donde me encuentre; y si no puedo manifestarlo donde estoy, no debo permanecer más allí; pues si continúo en una esfera o posición en la cual la vida de Cristo no puede manifestarse, no poseeré muy pronto nada de cristianismo más que el nombre, sin realidad —la forma exterior sin el poder interior—, la cáscara sin la almendra. Yo debo ser siervo de Cristo no sólo el domingo, sino también del lunes por la mañana al sábado por la noche. No sólo debo ser siervo de Cristo en una asamblea pública, sino también en mi lugar de trabajo, en mis ocupaciones temporales, cualesquiera que sean. Mas no puedo ser un verdadero siervo de Cristo si he puesto mi cuello bajo yugo con un incrédulo; pues ¿cómo los siervos de dos amos enemigos podrían trabajar bajo el mismo yugo? Es absolutamente imposible; tan imposible como intentar unir los rayos solares del mediodía con las profundas tinieblas de la medianoche. Hago aquí también, pues, un solemne llamado a la conciencia de mis lectores, en presencia del Dios Todopoderoso, quien juzgará los secretos del corazón de los hombres por Jesucristo, también en relación con este importante asunto. Quisiera decirle, si ha pensado meterse en sociedad con un incrédulo: ¡Huya de allí! Sí, huya aunque esta sociedad le prometa millones. Continuará...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 18

2- EL YUGO DESIGUAL COMERCIAL Si el creyente emplea su tiempo, sus talentos o sus recursos pecuniarios para lo que cree que es el servicio del Señor, se le dirá que es un necio o un loco, y se le hará entender que el único modo conveniente y razonable de servir al Señor, para un hombre ocupado en el comercio, es «dedicarse a sus negocios y nada más que a sus negocios». Tal es la dedicación exclusiva de los pastores y ministros ocupados en los asuntos religiosos, pues ellos son puestos aparte y se les paga para eso. Ahora bien, aunque la mente renovada de un cristiano pueda estar totalmente convencida de la falacia de todos estos razonamientos; aunque sea capaz de advertir que esta sabiduría mundana no es sino un débil y raído manto que se arroja sobre las ambiciosas prácticas del corazón, con todo, ¿quién podría decir hasta qué punto el corazón puede ser influido por tales cosas? Nos cansamos de una resistencia continua. La corriente se torna demasiado fuerte para nosotros, y vamos cediendo poco a poco a su fuerza y nos dejamos arrastrar por la superficie. Puede que la conciencia intente efectuar algunos últimos movimientos de resistencia; pero la energía espiritual está paralizada, y la sensibilidad de la nueva naturaleza, debilitada, de modo que no hay nada que responder a estos clamores de la conciencia, ningún esfuerzo suficientemente poderoso para resistir al enemigo. La mundanalidad de un cristiano se liga con las influencias contrarias de afuera; las obras exteriores son atacadas por la tormenta, y la ciudadela de los afectos del alma es vigorosamente asaltada; y, finalmente, tal hombre sucumbe en una vida de completa mundanalidad, realizando así, en su propia persona, el conmovedor lamento del profeta: “Sus nobles fueron más puros que la nieve, más blancos que la leche; más rubios eran sus cuerpos que el coral, su talle más hermoso que el zafiro. Oscuro más que la negrura es su aspecto; no los conocen por las calles; su piel está pegada a sus huesos, seca como un palo” (Lamentaciones 4:7-8). Continuará...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 17

2- EL YUGO DESIGUAL COMERCIAL Un hombre que tuviera el ojo sencillo, no podría colocarse bajo el mismo yugo con un incrédulo con el propósito de ganar dinero. Este hombre no tendría que tener ante sí ningún otro objeto que la gloria de Cristo; y este objeto jamás podría ser alcanzado por una transgresión positiva de un principio divino. Esto simplifica todo el asunto. Si el hecho de que un cristiano se haya hecho socio de una casa de comercio mundana, no glorifica a Cristo, ello, sin duda, no puede sino favorecer los designios del diablo. No existe una posición intermedia entre ambos extremos. Pero es claro que Cristo no es glorificado por ello, pues su Palabra dice: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2.ª Corintios 6:14). Tal es el principio que no puede ser violado sin perjudicar el testimonio y sin hacer perder bendiciones espirituales. Es cierto que la conciencia de un cristiano que peca en este asunto puede buscar aliviarse de diversas maneras; puede tener recursos para diversos subterfugios; puede esgrimir diversos argumentos para persuadirse de que todo está bien. Se dirá que «podemos ser muy devotos y espirituales, en lo que concierne a lo personal, aun cuando nos encontremos, por asuntos comerciales, unidos bajo un mismo yugo con un incrédulo». Esto se verá que no puede ser más que una falacia, cuando se lo somete a la prueba de la práctica cotidiana. Un siervo de Cristo se verá trabado de mil maneras por su asociación mundana. Si en lo que atañe a su servicio para Cristo él no encuentra una abierta hostilidad, tendrá que luchar contra los esfuerzos secretos y continuos del enemigo para apagar su ardiente celo y arrojar agua fría sobre todos sus proyectos. Recibirá burlas y desprecios, y se le recordará continuamente el efecto que su entusiasmo y fanatismo producirá en lo que respecta a las perspectivas comerciales de la firma. Continuará...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 16

2- EL YUGO DESIGUAL COMERCIAL Consideremos ahora el yugo desigual en su aspecto comercial, tal como lo vemos en el caso de las sociedades comerciales[3] . Si bien no presenta un aspecto tan serio como el que acabamos de considerar —pues en éste uno puede librarse con mayor facilidad que en el conyugal—, no deja de ser un obstáculo positivo al testimonio del creyente. Cuando un creyente se une en yugo desigual con un incrédulo con fines comerciales —al margen de que el socio incrédulo sea o no un pariente—, o cuando llega a ser socio de una empresa del mundo, abandona virtualmente su responsabilidad individual. De ahí en adelante, todos los actos de esa razón social serán también sus propios actos, y es completamente evidente que no se puede hacer que una firma comercial establecida sobre principios mundanos, actúe sobre la base de principios celestiales. Todos se reirían de semejante idea, puesto que ello sería un positivo obstáculo para el éxito de las operaciones. Los socios mundanos se sentirán completamente libres para adoptar los recursos que les parezcan convenientes a fin de llevar adelante sus negocios, y tales medios empleados bien pueden ser —por no decir que serán— contrarios al espíritu y a los principios del reino de Dios, donde está el creyente, y de la Iglesia de la cual forma parte. Por eso, un cristiano asociado a un incrédulo se hallará continuamente en una posición sumamente penosa. Él podría servirse de su influencia para buscar cristianizar el modo de conducir los asuntos; pero los demás lo obligarían a manejar los negocios de la misma manera que lo hacen todos, y así no tendría más remedio que derramar sus lágrimas en secreto por su anómala y difícil posición, o bien retirarse, sufriendo una gran pérdida pecuniaria para sí y para su familia. Si el ojo fuera sencillo, no tendría ninguna duda acerca de cuál de las dos soluciones tendría que adoptar; pero, ¡ay, el mismo hecho de haberse colocado en tal posición demuestra la falta de un ojo sencillo!; y el hecho de hallarse en ella demuestra la falta de discernimiento espiritual para poder apreciar el valor y la autoridad de los principios divinos, que de otro modo no dejarían dehacer salir a un cristiano de tal asociación. Continuar...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 15

1 - EL YUGO DESIGUAL MATRIMONIAL Entonces, aun si no oyésemos ninguna voz de los cielos que aprobara nuestra acción, con todo tendríamos el invalorable testimonio de una conciencia aprobadora y de un Espíritu no contristado: una rica recompensa, seguramente, para el sacrificio más costoso que pudiéramos hacer. Quiera el Espíritu de Dios darnos el poder necesario para resistir las tentaciones de Satanás. Apenas es necesario observar aquí que, en los casos en que la conversión tiene lugar después del matrimonio, la cuestión cambia notablemente de color. Entonces no habrá desgarramientos de conciencia, por ejemplo, y todo se verá modificado en una cantidad de detalles. Sin duda, todavía habrá dificultades, pruebas y aflicciones; la única y gran diferencia es que uno puede llevar con mucha más felicidad su prueba y su aflicción a la presencia del Señor cuando no ha caído de forma voluntaria y deliberada en ellas; y —bendito sea Dios— sabemos cuánto está Él dispuesto a perdonar, restablecer y purificar de toda injusticia al alma que confiesa plenamente sus errores y fracasos. Esto puede consolar el corazón de aquel que ha sido llevado a los pies del Señor después del matrimonio. Además, el Espíritu de Dios le ha dado directivas especiales y preciosas consolaciones en el siguiente pasaje: “Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone. Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos... Porque ¿qué sabes tú, oh mujer, si quizá harás salvo a tu marido? ¿O qué sabes tú, oh marido, si quizá harás salva a tu mujer?” (1.ª Corintios 7:12-16).

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 14

1 - EL YUGO DESIGUAL MATRIMONIAL ¡Oh, mi querido lector cristiano, si está en peligro de colocarse bajo un yugo semejante, permítame suplicarle con insistencia, afecto y seriedad que se detenga primero y sopese este asunto en la balanza del santuario, antes de dar un solo paso adelante en ese fatal camino! Puede estar seguro de que no bien dé este paso, su corazón estallará en lamentos desesperados y su vida se verá llena de amargos e innumerables pesares. ¡Que nada en el mundo lo induzca a unirse en yugo desigual con un incrédulo! ¿Tiene comprometidos sus afectos? Recuerde entonces que ésos no pueden ser los afectos del nuevo hombre en Ud. Tales sentimientos —esté seguro de ello— provienen de la vieja naturaleza carnal, a la que somos llamados a mortificar y a desechar. Debemos, pues, clamar a Dios a fin de que nos dé el poder espiritual necesario para remontarnos por encima de la influencia de tales afectos; incluso para sacrificarlos por Él. Pregunto también: ¿Están comprometidos sus intereses? Recuerde, pues, que sólo se trata de sus intereses; y si ellos son favorecidos, los intereses de Cristo resultan sacrificados al unirse Ud. en yugo desigual con “Belial”. Además, aquí se trata tan sólo de sus intereses temporales y no de los que son eternos. De hecho que los intereses del creyente y los de Cristo deberían ser idénticos; y es evidente que los intereses de Cristo, su honor, su verdad, su gloria, son inevitablemente sacrificados cuando uno de sus miembros se asocia con “Belial”. ¿Qué son unos pocos cientos o unos pocos miles para un heredero del cielo? Dios puede darle mucho más que esto. ¿Sacrificaríamos la verdad de Dios, así como nuestra propia paz, prosperidad y felicidad espirituales por una suma vil e insignificante de bienes materiales, todo lo cual habrá de perecer por el uso? ¡Oh, no! ¡Dios no lo permita! Huyamos de esto, como lo hace una ave al ver y percibir la trampa. Echemos mano de un discipulado firme, auténtico y sincero; tomemos el cuchillo y sacrifiquemos en el altar de Dios todos nuestros afectos e intereses personales. Continuará...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 13

1 - EL YUGO DESIGUAL MATRIMONIAL Naturalmente que, cualquier cosa de este tipo que él lograra percibir, la rechazaría con la mayor firmeza. Ahora bien, si ocurriera lo mismo con los cristianos en lo que respecta al matrimonio antiescriturario, se ahorrarían un mundo de sufrimientos y perplejidades; pero no es así. El corazón procura escapar de la comunión con el Señor y es moralmente incompetente para discernir las cosas que difieren; y, mientras persiste en esa condición, el diablo gana terreno con facilidad y en seguida logra tener éxito en sus perniciosos esfuerzos para inducir al creyente a unirse en yugo con “Belial”, con la “injusticia”, con las “tinieblas”, con un “incrédulo”. Cuando el alma goza de plena comunión con Dios, es absolutamente sumisa a su Palabra; ve las cosas tal como Dios las ve, y las llama de la misma manera que Él las llama y no como el diablo o su propio corazón carnal quisiera llamarlas. De esta manera, el creyente escapa al lazo y a la influencia de un engaño del cual casi siempre es víctima en esta cuestión: una falsa profesión de religión de parte de la persona con quien desea contraer matrimonio. Esto es algo que ocurre muy a menudo. Es fácil simular inclinación por las cosas de Dios, y el corazón es bastante vil y pérfido para hacer una profesión de religión a fin de lograr su objetivo; y no sólo eso, sino que el diablo, quien “se disfraza como ángel de luz”, provocará esta falsa profesión a fin de encadenar lo más eficazmente posible los pies y el corazón de un hijo de Dios. De este modo logra hacer que los cristianos, en estos asuntos, se contenten o parezcan contentarse con una prueba de conversión que, en otras circunstancias, habrían considerado totalmente dudosa e insuficiente. Pero, lamentablemente, la experiencia no tarda en abrir los ojos a la realidad de las cosas. Pronto se descubre que la profesión no era más que una vana apariencia, y que el corazón está enteramente en el mundo y es del mundo. ¡Terrible descubrimiento! ¿Quién podría expresar las amargas consecuencias de tal descubrimiento, las angustias del corazón, los reproches y los remordimientos de la conciencia, la vergüenza y la confusión, la pérdida del poder, la paz, la bendición y el gozo espirituales, y el sacrificio de una vida útil? ¿Quién podría describir todas estas cosas? El hombre, vuelto en sí de su sueño ilusorio, abre sus ojos ante la espantosa realidad de que se ha unido de por vida bajo el mismo yugo con “Belial”. Sí, así es como lo llama el Espíritu. Esto no es una consecuencia o una deducción a la que se llega tras un proceso de razonamiento, sino una simple y positiva declaración de la Santa Escritura, a los efectos de confrontar a todo aquel que se ha puesto bajo un yugo conyugal bíblicamente desigual, cualesquiera sean los motivos, las razones o las falsas apariencias que lo hayan seducido. Continuará...

ELYUGO DESIGUAL Capítulo 12

No puede haber ninguna unión de corazones en la educación de los niños; ninguna armonía, ninguna confianza mutua en su trato. Uno desea criarlos en disciplina y amonestación del Señor; el otro, según los principios del mundo, de la carne y del diablo; y como las simpatías de los niños, a medida que crecen, son propensas a ponerse de este último lado, no es difícil prever en qué terminará todo esto. En resumidas cuentas, arar bajo un “yugo desigual” o sembrar el campo “con mezcla de semillas” es un esfuerzo vano, inconveniente y antiescriturario, que sólo puede producir sufrimientos y confusión. Antes de terminar esta parte de nuestro tema, quisiera hacer una observación sobre las razones que generalmente animan a los cristianos a ponerse bajo el yugo del matrimonio moralmente desigual. Lamentablemente, todos sabemos cuán fácilmente el pobre corazón se convence a sí mismo de que es correcta una determinada decisión que desea tomar, y cómo el diablo nos provee de argumentos plausibles para persuadirnos de que ello está bien; argumentos que el triste estado moral de nuestra alma nos hace considerar como claros, satisfactorios y concluyentes. El hecho mismo de haberle dado lugar a tales pensamientos demuestra que somos incapaces de sopesar —con una mente lúcida y con una conciencia espiritualmente justa— las graves consecuencias de tal decisión. Si nuestro ojo fuese sencillo (es decir, si fuésemos gobernados por un solo objeto: la gloria y el honor del Señor Jesucristo), nunca contemplaríamos la idea de poner nuestro cuello bajo un yugo desigual; y, en consecuencia, no tendríamos dificultades ni estaríamos perplejos respecto de este tema. Un corredor que tiene los ojos puestos en la corona no se afligiría por ninguna duda en cuanto a si debiera detenerse para atarse un peso de un quintal al cuello. Jamás se le cruzaría por la cabeza un pensamiento semejante; y no sólo eso, sino que un corredor escrupuloso posee una clara y casi intuitiva percepción de todo aquello que pudiera significar un obstáculo para su carrera. Continuará...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 11

1 - EL YUGO DESIGUAL MATRIMONIAL El incrédulo, en realidad, no puede andar con el creyente, y si, gracias a una extrema amabilidad o a una profunda hipocresía, hubiere una apariencia de armonía —de que todo está bien—, ¿qué valor tendría a los ojos del Señor, quien juzga, no las apariencias externas, sino el verdadero estado del corazón en relación con Él? Poco y nada, por cierto; y diría que todo ese esfuezo es más que inútil. Luego, insisto, si el creyente desgraciadamente tuviera que ponerse de acuerdo, en alguna medida, con su compañero de yugo, sólo podría hacerlo a expensas de su condición de discípulo, lo que traerá como consecuencia una conciencia que lo condena delante del Señor; y esto todavía dará lugar a un espíritu abrumado y, casi con seguridad, a un temperamento agrio que se manifestarán en el círculo familiar, de modo que la gracia del Evangelio no puede ser puesta en evidencia, y el incrédulo no es atraído ni ganado. El yugo desigual parece, pues, desde todo punto de vista, algo muy triste. Deshonra a Dios; atenta contra el bienestar espiritual; tiende a destruir la condición de discípulo y el testimonio, y es completamente contrario a la paz y a la bendición domésticas. Produce alejamiento, enfriamiento y desavenencias. Con todo, si no se dieran estas cosas, al menos seguramente haría que el creyente perdiera su carácter de discípulo y su buena conciencia, pudiendo hallarse tentado a sacrificar ambas cosas sobre el altar de la paz doméstica. Así pues, sea cual fuere el punto de vista, el yugo desigual no puede conducir sino a las consecuencias más deplorables. En cuanto a sus efectos sobre los niños, es igualmente triste. Los niños se inclinan naturalmente a seguir el ejemplo de su padre o madre inconverso. “La mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod, porque no sabían hablar judaico, sino que hablaban conforme a la lengua de cada pueblo” (Nehemías 13:24). Continuará...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 10

1 - EL YUGO DESIGUAL MATRIMONIAL Ahora bien, consideramos las terribles y perniciosas consecuencias de un yugo desigual matrimonial principalmente por su influencia sobre nuestra marcha como discípulos. Digo principalmente porque ello afecta profundamente todo nuestro ser moral y todas nuestras experiencias. Dudo mucho si alguien es capaz de propinar un golpe más destructivo a su prosperidad en la vida divina que al contraer un yugo desigual. En realidad, el solo hecho de haberlo contraído demuestra que el declinamiento de la vida espiritual ya ha comenzado con los más alarmantes síntomas; mas en cuanto a su condición de discípulo y a su testimonio, pueden ser considerados como una lámpara casi extinta, y si ella ocasionalmente diera una luz tenue y vacilante, ello sólo pondría de manifiesto su miserable posición de espantosas sombras, y las aterradoras consecuencias de haberse unido en yugo desigual con un incrédulo. Hasta aquí he hablado del yugo desigual en relación con la influencia que ejerce sobre la vida, el carácter, el testimonio y la condición de discípulo del hijo de Dios. Ahora quisiera decir unas palabras respecto a su efecto moral tal como se manifiesta en el círculo doméstico. Aquí también las consecuencias son verdaderamente desastrosas. No podría ser de otra manera. Dos personas se han unido para vivir en la más estrecha e íntima relación, con gustos, hábitos, sentimientos, deseos, tendencias y aspiraciones diametralmente opuestos. No tienen nada en común, de modo que todo movimiento que haga cualquiera de ellos, de seguro molestará al otro. Continuará...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 9

1 - EL YUGO DESIGUAL MATRIMONIAL Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como quien golpea el aire” (1.ª Corintios 9:24-27). No se trata aquí de una cuestión de vida o de salvación, sino simplemente de una cuestión de carrera en el estadio; de correr de tal manera que obtengamos el premio, no la vida, sino una corona incorruptible. El hecho de ser llamados a correr da por supuesto que tenemos la vida, pues nadie instaría a correr en el estadio a hombres muertos. Es evidente que yo debo tener la vida antes de comenzar a correr y, por consiguiente, no la podré perder, aunque no vaya a ganar la corona prometida; pues no es la vida lo que se propone como el premio a obtener. No somos llamados a correr a fin de obtener la vida, pues ella no proviene de aquel que corre, sino de Dios por la fe en Jesucristo, quien, por su muerte, obtuvo la vida para nosotros, y nos la comunica por el poder del Espíritu Santo. Ahora bien, esta vida, al ser la vida de un Cristo resucitado, es eterna; pues él es el Hijo eterno, como él mismo lo dice al dirigirse al Padre en Juan 17: “Le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste" (v. 2). Esta vida es dada por gracia, sin ninguna condición. Él no nos da la vida, como pecadores, para llamarnos luego a correr a fin de obtenerla, como santos, con la oscura posibilidad de perder esta preciosa gracia al tropezar en nuestra carrera. Ello sería correr “como a la ventura”, tal como muchos, lamentablemente, tratan de hacerlo, quienes profesan estar en la carrera, sin saber, no obstante, si tienen o no la vida. Tales personas corren para obtener la vida y no una corona; pero Dios no ofrece la vida al fin del estadio, como premio al vencedor; él la da en el punto de partida, como la fuerza por la cual corremos. La capacidad de correr y el objeto tras el cual corremos son dos cosas muy diferentes; sin embargo, ellas son continuamente confundidas por aquellos que ignoran el glorioso Evangelio de la gracia de Dios, en el cual Cristo es manifestado como la vida y la justicia de todos cuantos creen en su nombre; y eso, además, como el gratuito don de Dios y no como la recompensa por haber corrido bien. Continuará...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 8

EL YUGO DESIGUAL MATRIMONIAL
Un matrimonio de este tipo es, de hecho, la estocada mortal contra el cristianismo práctico y contra el progreso de la vida espiritual. Es moralmente imposible ser un discípulo de Cristo sin cadenas, teniendo el cuello bajo el yugo matrimonial con un incrédulo. Tampoco un corredor en los Juegos Olímpicos —o en los juegos ístmicos— habría esperado obtener la corona de la victoria atando a su cuerpo una carga pesada o un cuerpo muerto. Basta, seguramente, con tener el propio cuerpo que cargar, sin agregarle otro más. No ha habido jamás un verdadero cristiano que no se viera sumamente ocupado en combatir, con todos sus esfuerzos, los males de su propio corazón, sin pensar en cargar con los males de dos. Sin duda, el hombre que, con insensatez y en abierta desobediencia, se casa con una mujer inconversa, o la mujer que se casa con un hombre inconverso, está cargando con toda la gama de males que reúnen dos corazones; y ¿quién es suficiente para estas cosas? Un creyente puede contar, en forma absoluta, con la gracia de Cristo para lograr subyugar su propia naturaleza perversa; pero no puede ciertamente contar, de la misma manera, con esta gracia en lo que se refiere a la perversa naturaleza de su cónyuge incrédulo. Si él se puso bajo este yugo en ignorancia, el Señor vendrá en su ayuda, sobre la base de una plena confesión, y llevará su alma a una completa restauración; pero, en lo que respecta a su condición de discípulo, no la recuperará jamás. Pablo podía decir: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.” Y dijo esto en inmediata relación con la lucha por obtener el premio: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Continuará...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 7

EL YUGO DESIGUAL O MATRIMONIAL
Consideremos, primeramente, el yugo doméstico o conyugal. ¿Qué pluma sería capaz de describir las angustias del alma, la miseria moral, así como las perniciosas consecuencias para la vida espiritual y el testimonio, que surgen del matrimonio de un creyente con una persona inconversa? Creo que nada podría ser más deplorable que la condición de alguien que descubre, cuando ya es demasiado tarde, que se ha unido de por vida a una persona con la cual no puede tener un solo pensamiento o sentimiento en común. Uno desea servir a Cristo; el otro, puede servir únicamente al diablo. Uno suspira tras las cosas de Dios; el otro no aspira sino a las cosas de este mundo. Uno procura mortificar con vehemencia la carne con todos sus afectos y deseos; el otro, no busca más que contribuir a sus deseos y satisfacerla. Se puede trazar un paralelo con una oveja y un chivo amarrados el uno al otro. La oveja deseará comer los verdes pastos de la pradera, mientras que, el chivo, suspirará por las zarzas que crecen a lo largo de las zanjas. La triste consecuencia de ello es que ambos padecerán de hambre. Uno no quiere comer el pasto de la pradera; el otro, no puede alimentarse de zarzas, y así, ni uno ni otro obtiene lo que requiere su naturaleza, a menos que el chivo, merced a su mayor fuerza, logre arrastrar a su compañero —que lleva el yugo con él, aunque desigual— hasta las zarzas, para mantenerlo allí hasta que desfallezca y muera. La enseñanza moral de esto es bastante simple; y además es algo que, por desgracia, ocurre demasiado a menudo. El chivo, por lo general, logra alcanzar su objetivo. El cónyuge mundano casi siempre termina saliéndose con la suya. Se verá casi sin excepción que, en el caso de un yugo desigual matrimonial, el pobre creyente es el que sufre, tal como lo evidencian los frutos amargos de una mala conciencia, un corazón abatido, un espíritu umbroso y una mente deprimida. Seguramente se paga un precio demasiado elevado a cambio de la satisfacción de algún afecto natural o de la adquisición, tal vez, de alguna miserable ventaja mundana. Continuará...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 6

La gracia de Dios, sin duda, es infinita; y puede venir al encuentro de nosotros en todos nuestros fracasos y debilidades; mas si nuestras almas suspiran tras una marcha más elevada como discípulos, debemos abandonar de inmediato el yugo desigual, cueste lo que costare, siempre que podamos hacerlo; en el caso contrario, sólo nos queda inclinar nuestra cabeza con vergüenza y pesar, y mirar a Dios para una plena liberación. Hay cuatro aspectos distintos en que podemos considerar el yugo desigual: El doméstico o matrimonial El comercial El religioso El filantrópico o caritativo Algunos creyentes tal vez estarían dispuestos a restringir el sentido de 2.ª Corintios 6:14 al primero de estos aspectos; mas el apóstol no lo hace. Sus palabras son: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos.” Él no especifica el carácter o el objeto de este yugo, lo que nos autoriza a dar a este pasaje la más amplia aplicación, dejando que su filo haga mella por sí mismo en todo tipo de yugo desigual; y veremos la importancia de este proceder, antes de que concluyamos estas observaciones, si el Señor lo permite.

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 5

Conviene que los hijos de un Padre tal actúen de un modo tal. En resumidas cuentas, tenemos, por un lado, la posición o relación de hijos en abstracto, fundada en la soberana voluntad de Dios y en su propia operación; y, por otro lado, tenemos el carácter moral que surge como consecuencia de esta relación, el cual provee el terreno apropiado para que Dios, con justicia, reconozca públicamente esta relación. Dios no puede reconocer de forma plena y pública a aquellos que se hallan unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues, si lo hiciera, ello equivaldría a reconocer el yugo. Él no puede reconocer ni a “las tinieblas” ni a “la injusticia” ni a “Belial” ni a un “incrédulo”. ¿Cómo podría hacerlo? Por eso, si me uno voluntariamente en yugo desigual con cualquiera de estas cosas, me identifico moral y públicamente con ella, y de ningún modo con Dios. Me situaría en una posición que Dios no puede reconocer y, por consiguiente, tampoco puede reconocerme a mí; pero, si abandono esa posición, si “salgo y me aparto”, si retiro mi cuello del yugo desigual, entonces, y sólo entonces, podré ser pública y plenamente recibido y reconocido como “hijo o hija del Señor Todopoderoso”. Éste es un principio solemne y escudriñador para todos aquellos que sienten que lamentablemente se han colocado bajo tal yugo. Ellos no marchan como discípulos, ni tampoco se hallan pública y moralmente sobre el terreno de hijos. Dios no puede reconocerlos. Su secreta relación con Dios no tiene nada que ver aquí. El hecho es que ellos mismos se han colocado completamente fuera del terreno de Dios. Metieron sus cuellos insensatamente en un yugo que, al no ser el yugo de Cristo, ha de ser necesariamente el de Belial; y, hasta que no abandonen este yugo, Dios no los podrá reconocer como sus hijos e hijas. Continuará...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 4

Puede que sea una persona salva, un verdadero hijo de Dios, un creyente sincero; pero lo que no puede ser es un discípulo cabal; y no solamente eso, sino que hay un obstáculo positivo que impide una plena manifestación de lo que él efectivamente podría ser, a pesar de su yugo desigual. “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.” Esto es como decir: «Sacad vuestros cuellos de debajo del yugo desigual, y yo os recibiré, y entonces habrá una manifestación plena, notoria y práctica de vuestra relación con el Señor Todopoderoso.» Esta idea es evidentemente diferente de la que se expresa en la epístola de Santiago: “Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad” (1:18). Y asimismo en la primera epístola de Pedro leemos: “Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1:23). También en la primera epístola de Juan: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (3:1). Y en el evangelio de Juan todavía leemos: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (1:12-13). En todos estos pasajes, la relación de hijos se funda en el consejo y la operación de Dios, y se nos presenta como si fuese la consecuencia de un acto que no depende de nosotros; mientras que en 2.ª Corintios 6, ella nos es presentada como el resultado de haber roto con el yugo desigual. En otras palabras, aquí se trata de una cuestión puramente práctica. Así pues, en Mateo 5 leemos: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (v. 44-45). Aquí también encontramos el establecimiento práctico y la declaración pública de la relación, así como la influencia moral que deriva de ella. Continuará...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 3

Ahora bien, entre los numerosos obstáculos que se oponen a esta plena consagración de corazón a Cristo que yo deseo ardientemente para mí y para mis lectores, el yugo desigual, tal como lo veremos, ocupa uno de los primeros lugares. “No os unáis en yugo desigual [heterozugeô] con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo [metochê] tiene la justicia con la injusticia [griego: anomia = anomia]? ¿Y qué comunión [koinônia] la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo [apistos]? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso” (2.ª Corintios 6:14-18). La economía mosaica nos enseña el mismo principio moral: “No sembrarás tu viña con semillas diversas, no sea que se pierda todo, tanto la semilla que sembraste como el fruto de la viña. No ararás con buey y con asno juntamente. No vestirás ropa de lana y lino juntamente.” “No harás ayuntar tu ganado con animales de otra especie; tu campo no sembrarás con mezcla de semillas y no te pondrás vestidos con mezcla de hilos” (Deuteronomio 22:9-11; Levítico 19:19). Estos pasajes de la Escritura bastarán para mostrar el mal moral de un yugo desigual. Se puede afirmar, con absoluta seguridad, que nadie puede ser un seguidor de Cristo, libre de toda atadura, estando, de una u otra manera, bajo un yugo desigual. Continuará...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 2

INTRODUCCIÓN Esto, hasta para el juicio natural, no puede ser considerado sino como un egoísmo digno del más rotundo desprecio. Mas cuando este carácter es manifestado por un hombre que profesa deber todo lo que tiene en el presente y en la eternidad a un Maestro rechazado, crucificado, resucitado y ausente, ningún lenguaje podría expresar esta bajeza moral. «Con tal que haya escapado del fuego del infierno, poco importa mi marcha como discípulo.» Lector, ¿acaso no detestaría, en lo más profundo de su alma, este sentimiento? Si es así, entonces procure con vehemencia apartarse de él y situarse en el polo opuesto de la brújula, y que su lenguaje fiel sea: «Con tal que mi bendito Maestro sea glorificado, poco importa, comparativamente, mi seguridad personal.» Quiera Dios que ésta sea la sincera expresión de muchos corazones en el día de hoy, cuando, ¡ay, se puede decir en verdad que “todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús” (Filipenses 2:21)! Quiera Dios que el Espíritu Santo, con su irresistible poder y con su energía celestial, suscite una cuadrilla de discípulos separados del mundo, y de devotos seguidores del Cordero, donde cada uno se halle unido, mediante los lazos del amor, a los cuernos del altar; una compañía, semejante a los trescientos de Gedeón en los tiempos de antaño, capaz de confiar en Dios y de renunciar a la carne. ¡Oh, cómo suspira el corazón por ver esto! ¡Cómo el espíritu, sometido, a veces, a la congelante y desecante influencia de una profesión fría y hueca, anhela con ahínco un más riguroso y sincero testimonio para Aquel que se despojó a sí mismo y dejó su gloria para que nosotros, por su sangre preciosa derramada en la cruz, pudiésemos ser elevados hasta ser sus compañeros en una felicidad eterna! Continuará...

EL YUGO DESIGUAL Capítulo 1

INTRODUCCIÓN Toda persona que procura sinceramente una marcha cristiana más pura y elevada, tanto para sí como para los demás, no puede dejar de experimentar un sentimiento inefable de tristeza y abatimiento al contemplar el cristianismo de nuestros días. Su tono está tan extremadamente bajo, su aspecto tan insalubre y su espíritu tan débil, que uno, a veces, se siente tentado a perder toda esperanza de encontrar algo que se asemeje a un auténtico y fiel testimonio a un Señor ausente. Todo esto es tanto más deplorable cuando recordamos los motivos imperiosos que, por privilegio especial, deberían animarnos. Ya sea que consideremos al Maestro a quien somos llamados a seguir, a la senda por la cual somos llamados a andar, al objeto en que debemos mantener fija nuestra mirada o a las esperanzas que deberían animarnos, no podemos sino reconocer que si penetráramos más en la realidad de todas estas cosas y si las mismas fuesen llevadas a cabo con una fe más simple, presentaríamos, con toda seguridad, una marcha cristiana más ferviente. “El amor de Cristo —dice el apóstol— nos constriñe” (2.ª Corintios 5:14). Éste es el motivo más poderoso de todos. Cuanto más lleno está el corazón del amor de Cristo, y más fijo está el ojo espiritual en su bendita Persona, tanto más de cerca procuraremos seguir sus huellas celestes. Sus pisadas sólo pueden ser advertidas por un «ojo sencillo»; y a menos que la voluntad propia sea quebrantada, la carne mortificada y el cuerpo puesto en sujeción, fracasaremos por completo en nuestra marcha como discípulos y “haremos naufragio en cuanto a la fe y a una buena conciencia”. Que el lector no me mal interprete. Aquí no se trata en absoluto de la cuestión de la salvación personal. Se trata de otra cosa totalmente diferente. Nada puede ser más miserablemente egoísta —tras haber obtenido la salvación como el fruto de la agonía de Cristo, de su sudor de sangre, de su cruz y de su pasión— que mantenernos a la mayor distancia posible de su sagrada Persona sin perder nuestra seguridad personal. Continuará...

EL REMANENTE Capítulo 25

Y cuando hablamos de la obra de evangelización, no debemos limitarla a los salones o edificios donde se reúne la asamblea, para lo cual se requiere naturalmente un don específico proveniente de la Cabeza de la Iglesia. Creemos que es el dulce privilegio de todo hijo de Dios hallarse en una condición de alma tal que exhale las buenas nuevas hacia las almas individuales en la vida privada. Debemos confesar que nuestro anhelo es que esto abunde más entre nosotros. Independientemente de cuál sea nuestra posición en la vida o nuestra esfera de actividad, debemos procurar con vehemencia y con oración la salvación de aquellos con quienes estamos en contacto a diario. Fallar en esto implica que no estamos en comunión con el corazón de Dios ni con la mente de Cristo. En los evangelios y en los Hechos de los Apóstoles tenemos muchísimos ejemplos de esta hermosa obra individual. Así, “Felipe halló a Natanael”, y Andrés “halló primero a su hermano Simón” (Juan 1:45, 41). ¡Cuánto más quisiéramos ver de esta importante y bella obra personal en privado! Es reconfortante para el corazón de Dios. Somos muy propensos a caer en una suerte de rutina y a estar satisfechos con invitar a la gente a los locales de reunión para escuchar una predicación. Esto está muy bien y es muy importante en su lugar. No escribiríamos una sola línea en desmedro del valor de este servicio; pero, al mismo tiempo, no podemos menos que tomar conciencia de nuestra triste falta en esta obra personal de amor hacia las almas. ¡Quiera el Señor de gracia despertar los corazones de todo su amado pueblo, a fin de que sientan un más vivo interés por la bendita obra de la evangelización, dentro y fuera de casa, en público y en privado!

EL REMENENTE Capítulo 24

Y ahora, querido lector cristiano, al despedirme de Ud., quisiera suplicarle encarecida y afectuosamente que se una a nosotros en oración para pedirle a nuestro Dios, al Dios de gracia, que avive los corazones de su amado pueblo por todo el mundo para procurar una marcha cristiana más pronunciada, sincera y devota; para apartarse de todo lo que sea contrario a su Palabra; para ser fieles a ella y a su nombre en este día sombrío y malo, y para hacer realidad la verdad que hemos considerado en este escrito, a saber, que cuanto mayor es la ruina, más rica es la gracia; y cuanto más profundas son las tinieblas, más brillante es el resplandor de la fe individual. Siento que no podría cerrar estas páginas sin agregar unas palabras sobre la inmensa importancia de mantener un amplio, claro y enérgico testimonio evangelístico. “Haz obra de evangelista” es la exhortación que el amado apóstol Pablo dio a su querido hijo Timoteo desde su prisión en Roma en vista de la ruina total de la iglesia profesante (2.ª Timoteo 4:5); y verdaderamente, las circunstancias en que estas palabras fueron escritas les confiere una fuerza muy conmovedora y particular. Venga lo que viniere, Timoteo debía continuar anunciando las buenas nuevas de la salvación de Dios. Él podría haber sido tentado a abandonarlo todo desesperadamente y a decir: Todo está en ruinas, la gente no quiere escuchar el Evangelio, “no sufrirán la sana doctrina”. La fe dice: No; nunca debemos darlo todo por perdido; el Evangelio de Dios debe ser predicado a toda criatura debajo del cielo. Y aunque los hombres lo rechacen, Dios es glorificado y su corazón reconfortado cuando el precioso mensaje de su amor llega a oídos de los pecadores perdidos. Quisiéramos alentar a todo amado evangelista sobre la faz de la tierra recordándole que por mucho que haya fracasado la Iglesia como testigo de Dios ante el mundo, el precioso Evangelio proclama lo que Él es para todo pobre, angustiado y arruinado pecador que sólo quiera confiar en Él. Éste es el pensamiento que nos ha animado durante 48 años de labor evangelística, cuando desgarra a uno el alma contemplar el miserable estado en que se hallaba, y se halla, la Iglesia. Continuará...

EL REMANENTE Capítulo 23

¡Cuán solemne es todo esto! La gente se jacta de sus riquezas y pretende no tener necesidad de nada, ¡y Cristo está afuera! Han perdido el sentido de la justicia divina —simbolizada por el «oro»— y de la justicia humana práctica —representada por las «vestiduras blancas»—; sin embargo, están llenos de sí mismos y de sus propias obras —todo lo contrario a la querida compañía filadelfa—. En Filadelfia no hay nada que reprobar; en Laodicea, nada que encomiar. En la primera, Cristo es todo; en la segunda, él está efectivamente fuera y la iglesia es todo. ¡Qué espantoso es considerar esto! Estamos precisamente en el fin; hemos llegado a la última fase solemne de la Iglesia como testigo de Dios en la tierra. Sin embargo, aun en medio de este deplorable estado de cosas, la gracia infinita y el inmutable amor de Cristo no dejan de brillar con su incomparable esplendor. Cristo está afuera —esto nos dice lo que es la Iglesia—. Mas él golpea, llama y espera —esto nos dice lo que Él es—. ¡Que el universo entero alabe su Nombre por la eternidad! “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete” (v. 19). Se ofrecen oro, vestiduras blancas y colirio. El amor desempeña distintas funciones, se reviste de diversos caracteres; pero todavía es el mismo amor. “El mismo ayer, y hoy, y por los siglos”, aun cuando tenga que “reprender y castigar”. Aquí la actitud del Señor y su acción son de suma significación, tanto con respecto a la Iglesia como a sí mismo. “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” [8] (v. 20). En la iglesia de Sardis se habla del remanente como de “unas personas”; en Laodicea leemos: “si alguno...”; aparece un “si”. Mas si hubiere un solo oído que oyere, si hubiere uno solo que abriere la puerta, ése de seguro tendrá el elevado privilegio, el inmenso favor de cenar con Cristo, de tener a ese preciado Salvador por huésped e invitado. “Yo con él y él conmigo.” Cuando el testimonio colectivo ha quedado reducido a su mínima expresión, la fidelidad individual es recompensada por una comunión íntima con el corazón de Cristo. Tal es el amor infinito y eterno de nuestro amado Salvador y Señor. ¡Oh, quién no querría confiar en Él, alabarle, amarle y servirle! Continuará...

EL REMANENTE Capítulo 22

Sólo haré referencia a un punto que marca la diferencia entre los dos remanentes de la manera más clara. El remanente judío es alentado por la esperanza de la aparición del «Sol de justicia» (Malaquías 4:2), mientras que al remanente cristiano se le concede un privilegio muchísimo más elevado, esplendoroso y dulce: el de esperar «la estrella resplandeciente de la mañana» (Apocalipsis 2:28). Una criatura es capaz de entender la diferencia entre estas dos cosas. La estrella de la mañana aparece en el cielo mucho antes de que salga el sol, y así también la Iglesia encontrará a su Señor como «la estrella de la mañana» antes de que los rayos del Sol de justicia caigan, con su poder sanador, sobre el remanente de Israel, temeroso de Dios. No quisiera terminar sin decir unas palabras sobre Laodicea. Nada puede ser más vívido o notable que el contraste que existe, en todos los aspectos, entre Laodicea y Filadelfia. Laodicea representa el último período del cuerpo profesante cristiano. Está a punto de ser vomitada como algo intolerablemente nauseabundo para Cristo. No se trata aquí de crasa inmoralidad. A los ojos de los hombres podrá tener una apariencia muy respetable, pero para Cristo, es un estado muy repugnante, caracterizado por la tibieza y la indiferencia: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, te vomitaré de mi boca” (v. 15-16). ¡Cuán solemne es hallar a la iglesia profesante en semejante condición! ¡Cuán rápidamente pasamos de las delicias de Filadelfia —con todo lo que ella tenía de precioso para el corazón de Cristo— a la atmósfera desecante de Laodicea, donde no existe ningún rasgo compensatorio, nada que dé reposo al alma! Lo único que se ve es una fría indiferencia hacia Cristo y sus intereses, junto con la más triste satisfacción de sí mismo. “Tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.” Continuará...

EL REMANENTE Capítulo 21

Pero tenemos que leer todavía la última parte de este exquisito mensaje dirigido a la iglesia de Filadelfia, tan lleno de consuelo y estímulo para los santos: “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.” Nada podría sobrepasar la gracia que resplandece en estas palabras. Jehová habló palabras de gracia a su amado remanente en los días de Malaquías: “Y serán para mí especial tesoro... en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve. Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama. Mas a vosotros...”. ¿Quiénes? ¿Los que han hecho grandes cosas, grandes sacrificios, una gran profesión religiosa o los que tienen un gran nombre? No, sino: “los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. Hollaréis a los malos, los cuales serán cenizas bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Malaquías 3:17-4:3). Comparando los dos pasajes, vemos que entre los remanentes judío y cristiano existen puntos de similitud y de contraste. No podemos detenernos a considerarlos aquí debido a que nuestro objetivo es simplemente ilustrar que en los días más oscuros hallamos un remanente piadoso, querido para Dios y para Cristo, a quien Él se dirige en los términos más dulces y tiernos, que consuela con la seguridad más preciosa y que alienta con las más brillantes esperanzas. Esto es lo que tenemos sobre todo en el corazón para presentar a toda la Iglesia de Dios a los efectos de urgir a todo miembro del amado cuerpo de Cristo sobre la faz de la tierra a apartarse de todo lo que sea contrario al pensamiento de Dios, tal como está revelado en su Palabra, y a abrazar la posición, la actitud y el espíritu del verdadero remanente cristiano. Continuará...

EL REMANENTE Capítulo 20

Esto es mucho más caro para Él que los servicios más vistosos y los sacrificios más suntuosos que pudieran realizarse. Lo que el Señor busca es un lugar en el corazón. Sin esto todo es vano: ceremonias, sacramentos, servicios ritualistas, actividades religiosas; todo carece absolutamente de valor. Pero el más leve suspiro de los afectos del corazón por Él, le es preciosísimo. Oigamos lo que dice nuestro adorable Señor, cuando derrama su amante corazón ante esta querida compañía filadelfa, el verdadero remanente cristiano: “Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás [aquellos emplazados sobre el presuntuoso terreno de la religión tradicional] a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado” [¡hecho precioso y bendito; base y garantía de todos los fieles hoy y por la eternidad!]. Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia [no de mi poder], yo también te guardaré de la hora de la prueba[6] que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”[7](v. 7-10). El Señor Jesucristo se compromete en su gracia a guardar a su amada Asamblea fuera de la terrible hora de la prueba que vendrá sobre toda la escena de este mundo. Antes que un solo sello se haya abierto, que una sola trompeta haya sonado o que una sola copa haya sido derramada, Él tendrá a su pueblo celestial consigo en su hogar celestial. ¡Bendito sea su Nombre por esta esperanza resplandeciente, bienaventurada y tranquilizadora, que colma de gozo el corazón! ¡Ojalá que vivamos en el poder de ella entretanto aguardamos que nuestro gozo sea cumplido! Continuará...

EL REMANENTE Capítulo 19

Concretamente, se trata del Protestantismo, de un “nombre” solamente, de obras que no son halladas “perfectas” delante de Dios. ¿Y qué viene luego?: El remanente cristiano. “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán [no que tú andarás] conmigo en vestiduras blancas, porque son dignos” (v. 4). Aquí tenemos un vívido y llamativo contraste entre una fría y muerta profesión nominal y un pequeño número de sinceros y ardientes amantes de Cristo. Es la diferencia entre las apariencias y el verdadero poder; entre la vida y la muerte. Este contraste continúa más extendido y más pronunciado en las dos últimas asambleas. En Filadelfia tenemos un hermosísimo cuadro de una compañía de verdaderos cristianos, humildes, sencillos y escasos de fuerzas, pero que han sido fieles a Cristo, han guardado su Palabra y no han negado su Nombre. Cristo y su Palabra son atesorados en el corazón y confesados en la vida práctica. Se trata de una realidad viviente y no de una forma sin vida. Nada puede superar la belleza moral de todo esto. Con sólo contemplarlo, el corazón es indeciblemente refrescado y edificado. En resumidas cuentas, es Cristo mismo representado, por el Espíritu Santo, en un muy amado remanente. No hay ninguna pretensión de ser algo grande, ninguna arrogación de superioridad: Cristo es todo. Su palabra y su Nombre son de gran precio para el corazón. Parece que aquí hubiésemos arrancado y juntado un hermoso racimo con todos los rasgos morales de los diversos remanentes que hemos estado considerando, exhalando todos juntos, cual flores abiertas, un muy fragante perfume. Ahora bien, todo esto es muy grato al corazón de Cristo. No es cuestión de realizar grandes servicios, de emprender obras poderosas ni de hacer nada llamativo ni espléndido a los ojos de los hombres. No; es algo mucho más precioso para el Señor; es la calma, completa y profunda apreciación de Él mismo y de su palabra. Continuará...

EL REMANENTE Capítulo 18

Ahora bien, estos hechos demuestran, fuera de toda duda, que en Tiatira se abandona toda esperanza de restaurar a la Iglesia como cuerpo. “Y le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse” (v. 21). En lo que respecta a la iglesia profesante, su situación es irremediable. Pero aquí, un remanente es distinguido y alentado, no con la esperanza de un mundo convertido y de una iglesia restaurada, sino con la brillante y bienaventurada esperanza de la venida del Señor como “la estrella de la mañana”. “A vosotros empero os digo, [3] a los demás[4] que están en Tiatira, a cuantos no aceptan esta enseñanza[5], y que no han conocido las cosas profundas de Satanás (como dicen ellos): No echaré sobre vosotros otra carga. Sin embargo lo que tenéis, retenedlo seguro, hasta que yo venga” (v. 24-25; V.M.). Tenemos, pues, aquí una vista muy interesante del remanente cristiano. No es la iglesia restaurada, sino un cierto número de fieles que forman una compañía distintiva, purificada de la doctrina de Jezabel, que había rechazado “las profundidades de Satanás” y que persevera hasta el fin. Es de la mayor importancia que el lector tenga en claro el hecho de que las cuatro últimas iglesias —es decir, los cuatro estados de la Iglesia que ellas representan— continúan juntas, de forma sincrónica, hasta el fin. Esto simplifica notablemente todo nuestro estudio, y nos presenta al remanente cristiano de una manera muy práctica y definida. No se menciona ningún remanente sino recién en Tiatira. Entonces se da por perdida toda esperanza de restauración colectiva. Este simple hecho derriba completamente las pretensiones de la iglesia de Roma desde sus mismos cimientos. Ella nos es presentada como un sistema apóstata e idólatra, amenazada con el juicio de Dios; mientras que el Señor se dirige a un remanente que nada tiene que ver con ella. Baste con lo dicho en cuanto a la pretendida iglesia infalible y universal de Roma. Pero, ¿qué diremos de Sardis? ¿Se trata de la Iglesia restaurada? Nada de eso. “Tienes nombre de que vives, y estás muerto” (3:1). Ésta no es ninguna iglesia restaurada o reformada, sino algo muerto, a la que el Señor amenaza con venir como ladrón, en lugar de alentarla con darle “la estrella de la mañana”. Continuará...

EL REMANENTE Capítulo 17

Tal es, pues, la posición, la condición y la práctica del verdadero remanente cristiano. Y podemos estar seguros de que cuando estas cosas son realizadas y llevadas a cabo, se experimentará un tan riquísimo deleite en Cristo, una tan plena comunión con Dios y un tan claro testimonio de la gloriosa verdad del cristianismo del Nuevo Testamento como jamás se vio siquiera en los días más esplendorosos de la historia de la Iglesia. En una palabra, tendrá lugar aquello que glorifique el nombre de Dios, que regocije el corazón de Cristo y que hable con vivo poder al corazón y a la conciencia de los hombres. Quiera Dios, en su infinita bondad, concedernos la gracia de ver estas brillantes realidades en este día sombrío y malo, de manera de ser un nuevo ejemplo de este gran hecho de que cuanto mayor es la ruina, más rica es la gracia; y cuanto más profundas son las tinieblas, más brillantes son los destellos de la fe individual. Echemos todavía una ojeada a los mensajes dirigidos a las cuatro últimas de las siete iglesias mencionadas en los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis. La iglesia de Tiatira nos brinda la historia de la Iglesia durante esos largos y tristes siglos de la Edad Media, cuando densas tinieblas cubrían la tierra, y cuando el papado —la mancha moral más negra que jamás ha conocido el Universo— reinaba con el consabido carácter de Jezabel. En el mensaje dirigido a la asamblea de Tiatira se observa un pronunciado cambio, cuando uno lo compara con los tres precedentes, indicado por tres hechos notables: 1. Por primera vez encontramos un mensaje que hace referencia a un remanente. 2. Allí también leemos por primera vez acerca de la venida del Señor. 3. Vemos que la exhortación a oír ya no se dirige más a la Asamblea, sino al vencedor. Continuará...

EL REMANENTE Capítulo 16

Examinemos de qué manera estos rasgos vuelven a aparecer en las preciosísimas palabras con que Judas se dirige al remanente: “Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (v. 20-21). Aquí, pues, tenemos una vista preciosa del verdadero remanente cristiano y de las actividades de quienes lo componen. Nada puede ser más bello. Se puede preguntar: «¿A quiénes se dirigen estas palabras?» He aquí la respuesta: “A los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo”, en la época que fuera y dondequiera se encuentren. Nada puede ser más simple y excelente. Es perfectamente evidente que estas palabras no se aplican ni pueden aplicarse a meros profesantes, ni a ningún cuerpo eclesiástico debajo del sol. En una palabra, ellas se aplican únicamente a los miembros vivos del cuerpo de Cristo. Todos ellos deberían hallarse juntos, edificándose sobre su santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservándose en el amor de Dios y esperando a su Señor. Tal es el remanente cristiano, así como en Malaquías habíamos visto al remanente judío. Nada puede ser más hermoso. Es la posición en que deberían hallarse todos los verdaderos cristianos. No hay ninguna pretensión de ensalzarse para ser algo, ningún esfuerzo por negar o ignorar el triste y solemne hecho de la completa e irremediable ruina de la iglesia profesante. Es el remanente cristiano en medio de las ruinas de la cristiandad, el remanente fiel a la Persona de Cristo y a su Palabra, unido en amor, en el verdadero amor cristiano; no en el amor de una secta, de un partido o de un círculo exclusivista; es el amor en el Espíritu, el amor hacia “todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable”. Es el amor que se expresa en una verdadera devoción a Cristo y a sus intereses; un ministerio de amor hacia todos los que le pertenecen y procuran reflejar su Persona en todos sus caminos. No es descansar simplemente en una posición a pesar de estar uno en una mala condición espiritual, pues tal indiferencia sería caer en una terrible trampa del diablo. Por el contrario, se trata de una saludable unión de posición y condición en una vida caracterizada por principios sanos y por un andar práctico rebosante de gracia. Es, en resumidas cuentas, el reino de Dios establecido en el corazón y desarrollándose en toda la vida práctica. Continuará...

EL REMANENTE Capítulo 15

No son encomendados a ninguna tradición humana, ni a los Padres de la Iglesia, ni a los decretos de los concilios, ni a mandamientos y doctrinas de hombres; no, a ninguna de estas cosas ni a todas ellas juntas. Éstas no pueden sino perturbar, confundir y extraviar. Somos exhortados a dirigirnos a la preciosa y pura Palabra de Dios, a esa perfecta revelación que Él, en su infinita bondad, ha puesto en nuestras manos, y que puede hacer a un niñito “sabio para salvación”, y a un hombre, “perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2.ª Timoteo 3). ¡El Señor sea alabado por este inefable favor! No hay lenguaje humano capaz de expresar la importancia de poseer, para nuestra guía, una autoridad divinamente establecida. Todo lo que necesitamos es ser absoluta y completamente gobernados por ella, atesorarla en nuestros corazones, tenerla actuando en nuestras conciencias, formando nuestro carácter, y gobernando nuestra conducta en todas las cosas. Darle a la Palabra de Dios su lugar, es uno de los rasgos que caracterizan al remanente cristiano. No lo es la infundada e intrascendente fórmula: «La Biblia y sólo la Biblia es la religión de los Protestantes.» El Protestantismo no es la Iglesia de Dios; no es el remanente cristiano. La Reforma fue el resultado de una obra bendita operada por el Espíritu de Dios; pero el Protestantismo, en todas sus ramas y denominaciones, es lo que el hombre ha hecho de la Reforma. En el Protestantismo, la organización humana ha desplazado a la obra viva del Espíritu, y la forma de la piedad ha desplazado al poder de la fe individual. Ninguna denominación, como quiera que se llame, puede ser considerada como la Iglesia de Dios o como el remanente cristiano. Es de suprema importancia moral ver esto. La iglesia profesante ha fracasado por completo; su unidad corporativa y visible se ha desintegrado de forma irremediable, tal como lo vemos en la historia de Israel. Pero el remanente cristiano está integrado por todos aquellos que sienten y reconocen de todo corazón la ruina, que son gobernados por la Palabra de Dios y conducidos por el Espíritu en separación del mal para esperar a su Señor. Continuará...

EL REMANENTE Capítulo 14

¡Qué bendita posición! ¡Qué preciosa porción! Son llamados, santificados (separados) y guardados. Tal era su posición; mientras que su porción era ésta: Misericordia, paz y amor. Y todo esto es presentado como perteneciente seguramente a todo verdadero hijo de Dios sobre la faz de la tierra antes de que fuera escrita una sola palabra acerca de la embravecida marea de la apostasía que estaba por arrollar a toda la iglesia profesante. Repetimos y quisiéramos hacer hincapié en la expresión todo verdadero hijo de Dios. No basta con ser un profesante bautizado, un miembro afiliado a una denominación eclesiástica, por muy respetable y ortodoxa que sea. En la iglesia profesante —al igual que en el Israel de antaño— el remanente se compone de aquellos que son fieles a Cristo, que se aferran tenazmente a su Palabra en toda circunstancia, que se dedican por entero a sus intereses y que aman su venida. En una palabra, no se trata de ser miembro de una iglesia ni de estar en comunión sólo de nombre aquí o allí, con éstos o con aquéllos, sino de una realidad viviente. Tampoco se trata de una arrogación, de tomar el nombre, sino de pertenecer de veras al remanente; no es cuestión del nombre, sino del poder espiritual. Como lo dijo el apóstol: “...conoceré, no las palabras, sino el poder...” (1.ª Corintios 4:19). ¡Palabras de peso para todos nosotros! Consideremos ahora las preciosas palabras de exhortación dirigidas al remanente cristiano. ¡Que el Espíritu las invista de poder para el bien de nuestras almas! “Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo.” Los santos son remitidos a las Santas Escrituras y a ellas solamente. Continuará...