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LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 100

MAX LUCADO 10- TODOS TENEMOS UN MACHO Perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. EFESIOS 4.32, NVI Cuando unos investigadores de la Universidad de Duke hicieron una lista de los ocho factores que promueven la estabilidad emocional, cuatro de ellos se relacionaban con el perdón: 1. Evitar la suspicacia y el resentimiento. 2. Dejar de vivir en el pasado. 3. No perder tiempo y energía luchando contra situaciones que no se pueden cambiar. 4. Rehusarse a caer en la autocompasión cuando se está frente a un trato injusto. En una publicación científica llamada «Granting forgiveness or Harboring Grudges» [Perdonar o guardar rencor], los investigadores invitan a las personas a reflexionar sobre alguien que les haya hecho daño. Solo pensar en aquella persona les hacía sudar la palma de las manos, les ponía los músculos faciales tensos, les subía el ritmo cardíaco y les aumentaba la presión arterial. Cuando se les instruyó a los participantes que imaginaran la posibilidad de perdonar, se revirtieron todos los problemas fisiológicos anteriormente mencionados. La salud y la felicidad llegan cuando el perdón comienza a fluir. Con razón en la flotilla de pasajes bíblicos con frases como «unos a otros» había un barco llamado USS Perdón. «Antes bien, sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como también Dios os perdonó a vosotros en Cristo» (Efesios 4.32). Ahí está el apóstol Pablo, haciéndolo otra vez. No le bastaba con decir «perdónense los unos a los otros según les dicte su conciencia». O «hasta donde se sientan cómodos». O «hasta donde llegue el sentido común». No, Pablo hizo lo que a él le encantaba hacer: usar a Jesús como nuestro estándar. Perdonar a otros como Cristo te perdonó. Así dejamos las epístolas y nos dirigimos hacia la izquierda, en busca de los evangelios y de algún momento en que Jesús perdonara a otros. Vamos apenas por la entrada trasera del Evangelio de Juan, cuando encontramos un ejemplo. En el relato aparece un recipiente de agua, una toalla, doce pares de pies sudados y doce discípulos. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 99

MAX LUCADO 10- TODOS TENEMOS UN MACHO Perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. EFESIOS 4.32, NVI Todos tenemos un Macho. O dos o diez. Comparado con el tuyo, el mío era un tábano. Macho era tu papá; te atacaba todos los días. Macho te dijo que te amaba cuando eras joven y delgada pero luego, cuando envejeciste y engordaste, te dijo que no te deseaba. Macho te reprobó solo por despecho. Macho te engañó. Macho te abandonó. Fuiste víctima de Macho. Quizás hayas seguido adelante con tu vida. Si no, tienes que hacerte algunas preguntas respecto de tu felicidad. El resentimiento se traga la satisfacción del alma. La amargura la consume. La venganza es un monstruo con un apetito atroz. Un acto de represalia nunca es suficiente. Cobrarse con creces nunca es suficiente. Si no se detecta, el rencor nos puede llevar cuesta abajo. Macho te quitó mucho. ¿Vas a dejar que te quite mucho más? Dejar que eso se anide es un gran riesgo. ¿Es la vida más dulce cuando estás amargado? ¿Es la vida mejor cuando estás triste? Por supuesto que no. «El enojo se anida en el seno de los necios» (Eclesiastés 7:9, LBLA). Algunos abandonan el camino del perdón porque lo perciben como uno imposible de subir. Así es que seamos realistas al respecto. El perdón no absuelve la ofensa, no excusa la felonía ni la ignora. El perdón no implica necesariamente reconciliación. Reestablecer la relación con el transgresor no es esencial ni siempre posible. Es más, la frase «perdonar y olvidar» fija un estándar imposible de alcanzar. Los recuerdos dolorosos no son como la ropa vieja. Se resisten a mudarse fácilmente. Perdonar es simplemente el acto de cambiar tu actitud hacia el ofensor; consiste en eliminar el deseo de herir y considerar la posibilidad de estar en paz. Dar un paso en dirección al perdón es un acto decisivo hacia la felicidad. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 98

MAX LUCADO 10- TODOS TENEMOS UN MACHO Perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. EFESIOS 4.32, NVI Esta es la historia de Macho. No se llama así, pero debo mantener su nombre en privado porque mi historia no es para nada halagadora. El nombre le queda bien. En la secundaria, cuando jugaba fútbol, atravesaba las líneas ofensivas como un buldócer. En el béisbol, enviaba todas las pelotas al otro lado de la malla. Macho era el jefe del campus, regía como un líder a su pandilla. Era rudo y musculoso; tenía brazos de defensor de fútbol. La mayoría de nosotros evitaba pasar por su órbita. Pero, un viernes por la noche, me crucé con ella. Varios de nosotros pasábamos el rato en el estacionamiento de una tienda. A Macho no le gustó algo que dije. Envalentonado por una panza de cerveza y un grupo de cuates, se dirigió hacia mí. De un empujón, me hizo entrar por la puerta abierta de un sedán y se dispuso a remodelarme la mandíbula. Me golpeó la cara hasta que unos tipos lo agarraron por los tobillos y lo sacaron del auto. Salí trepando, con los ojos magullados, pero con el orgullo aun más molido, y me fui caminando con el rabo entre las piernas. Me pasé el fin de semana tratando de ordenar los hechos. ¿Qué hice mal? ¿Debí haberme defendido? ¿Debería ir a buscarlo? ¿Me estará buscando? Planeé lo que le iba a decir el lunes. Me armé de valentía, pero lo suficiente para encontrarlo en el pasillo entre clases. «¿Por qué me atacaste el viernes en la noche?». Con una sonrisa torcida y arrogante, me dijo: «Ay, no me acuerdo. Estaba ebrio». Y se fue. La explicación que me dio me hirió más que los puñetazos. Yo no era su enemigo. Nada más resulté ser el saco de boxeo más cercano que tenía. No he visto a Macho en décadas. Pero veo gente de su tipo casi todas las semanas. Cuando una joven casada me contaba sobre su esposo maltratador, pensé en Macho. Cuando leo sobre niños que son acosados en la secundaria, Macho me viene a la mente. adivina a quién recuerdo: a Macho. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 97

MAX LUCADO 9- ALZA LA VOZ Amonéstense unos a otros. COLOSENSES 3.16, DHH Por supuesto que no, así es que no lo hice. ¿Recuerdas a la mujer llena de pesar de la que te conté? Ella había dicho: «Cada vez estoy más vieja y más enferma. Creo que Dios me abandonó». Me vi tentado a ignorar el comentario. No la conocía. Ella casi ni me conocía. Además, había otras personas dentro del auto fúnebre. Pero algo me movió a hablar. Me volteé y la miré. «No hable así», la insté. «Dios no ha terminado con usted. Él es su Padre. Él la ama. Es su pastor. Él la guía. Sus días estaban contados antes de que el primero de ellos comenzara. Usted no puede aumentar el número de sus días, pero sí puede mejorar la calidad de ellos. Usted está en las manos de Dios». Su esposo habló: «Eso mismo le he estado diciendo». Los ojos se le llenaron de lágrimas. «¿En serio?», me preguntó. «En serio», le aseguré.Por unos momentos, nadie habló. El auto fúnebre entró al cementerio y llegó a una parada en una curva. Al bajarnos, se decidió: «Voy a confiar en Dios». Oré porque ella lo hiciera y nosotros también. Después de que Jesús amonestara a Marta, hizo lo impensado. Fue a la tumba, lloró por su amigo y luego gritó para que saliera el Lázaro fallecido. ¡Y Lázaro salió! Salió de la tumba. Pero ni por un segundo pienses que Lázaro fue el único milagro de ese día. Jesús resucitó a un hermano de la muerte y también resucitó el corazón de Marta de la desesperación. E hizo ambas cosas con palabras de poder.

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 96

MAX LUCADO 9- ALZA LA VOZ Amonéstense unos a otros. COLOSENSES 3.16, DHH Así lo hizo . . . avanzó directo y chocó con la parte trasera de un banco. No sé cómo esperaba yo que eso no pasara; el velo le tapaba la visibilidad. Se recompuso y partió otra vez, solo para volver a chocar con otro banco. No podía seguir el camino. Siguió avanzando por el pasillo, con pasos de pinball, hasta que varias personas, llenas de misericordia, se pusieron de pie y la guiaron hacia el altar. Lo que yo quería hacer era ilustrar la belleza de la novia. Sin embargo, al final, vimos la ilustración de nuestra necesidad de amonestación. Nosotros también nos tambaleamos de lado a lado. Nosotros también luchamos por encontrar nuestro camino. Cada uno de nosotros, en un momento u otro, necesita que alguien nos mantenga en el camino. Terminamos con la novia, de pie frente al altar, acompañada de seis personas riéndose entre dientes. ¿Tal vez sea esa la imagen de lo que nos espera a todos nosotros? En el día final, cuando estemos frente al altar de Cristo, agradeceremos la influencia de aquellos que dieron un paso adelante y alzaron la voz para ayudarnos. Tú puedes hacerlo. No te amilanes. Después de todo, eres embajador(a) de Cristo. ¿Pueden los embajadores quedarse en silencio? Eres hijo(a) de Dios. ¿Acaso los hijos no alzarían la voz en representación de su padre? Eres coheredero(a) junto con Cristo. ¿Pueden los herederos callar mientras las bendiciones están disponibles? Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 95

MAX LUCADO 9- ALZA LA VOZ Amonéstense unos a otros. COLOSENSES 3.16, DHH La oración llena de fe es una oración de amonestación. La oración de fe invita a Dios a ser Dios, a ser soberano de los tiempos tempestuosos. Dennis McDonald dejó un modelo de este tipo de amonestación. Fue capellán hospitalario de nuestra iglesia por muchos años. En ocasiones, yo lo acompañaba cuando visitaba a los enfermos. Siempre me impactaba la transformación que venía sobre él cuando comenzaba a ministrar. Podíamos caminar por el vestíbulo del hospital, conversando sobre el clima, los torneos de golf, pero cuando entraba en una habitación, entraba a trabajar. Se dirigía directamente hacia el costado de una cama y se inclinaba hasta quedar a solo centímetros del rostro del enfermo. Y decía algo así como: «Soy Dennis y vine a orar por usted y a animarle. Dios es más grande que esta enfermedad. Dios puede sanarle el cuerpo. Dios lo sacará de esto». A continuación, Dennis ungía al enfermo con aceite y oraba así: «Señor, este es tu siervo, a quien tú amas y nosotros amamos. Permite que tu sanidad venga a este lugar. Satanás, debes salir. Eres un mentiroso y tus palabras no tienen mérito. Este hijo fue comprado por Dios. Oramos en el nombre de Jesús, amén». Este es el trabajo de la iglesia: tomar a los seguidores que estén pasando por luchas y guiarlos para que vuelvan al camino de la fe. Algunos años atrás, vi un ejemplo de esto en un servicio de la iglesia. Estudiábamos la promesa de Apocalipsis 19.7. Alegrémonos y llenémonos de gozo y démosle honor a él, porque el tiempo ha llegado para la boda del Cordero, y su novia se ha preparado. (NTV) Mientras escribía un sermón sobre la novia de Cristo, pensaba: ¿Qué mejor manera de concluir un mensaje que invitando a entrar a una novia? Sin saberlo la audiencia, habíamos reclutado a una voluntaria y la vestimos de novia, con un velo que le cubría el rostro. En el momento indicado, hice señales para que comenzara la música, para que la congregación se pusiera de pie, para que bajaran las luces y para que la novia comenzara a caminar. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 94

MAX LUCADO 9- ALZA LA VOZ Amonéstense unos a otros. COLOSENSES 3.16, DHH Cierto domingo, después de la iglesia, conocí a un niño de diez años, llamado Josué. Su madre, sentada a su lado, explicaba que el padre del pequeño ya no era parte de la vida de su hijo. Josué me miró con ojos tristes y llorosos. Me agaché a nivel de sus ojos y le pregunté: «¿Conoces la historia de tu tocayo?». Asintió. «Harás lo que él hizo», lo amonesté. «Derribarás las murallas de Jericó y dirás oraciones de gran fe». Josué no estaba muy seguro de qué responder. Pero, y ¿su mamá? Se secaba los ojos. Los que están pasando por momentos de lucha no necesitan nuestra opinión. No necesitan nuestra filosofía acerca del sufrimiento. No necesitan que alguien los distraiga con conversaciones ociosas sobre el clima o la política. Necesitan que alguien los amoneste con la verdad. Mi esposa, Denalyn, es muy buena para amonestar. Una de estas noches pasadas, me di cuenta de que intercambiaba mensajes de texto con una amiga que, debido a críticas que recibía en el trabajo, se encontraba cuesta abajo. Denalyn la animó con este diluvio de verdad: Jesús mueve montañas, ¡por lo que actúa y actuará en tu nombre! Él te ama, así es que recibe su amor y su poder. Deja de dudar del Rey de reyes y Maestro de todos los maestros. Cree en él y párate en el poder de la resurrección que ya te pertenece en Cristo Jesús. Él es quién dice ser. ¡Créele! El Señor expone nuestras debilidades para que vayamos a él y encontremos nuestro reposo y esperanza en él. Además, quiere que vayas a él y que dejes de imaginarte escenarios terribles. ¿Acaso no te ha traído hasta aquí? Es el Creador de los confines de la tierra quien está en la corte, a favor tuyo. Él es por ti, no contra ti. ¡Confía en él! ¡Adórale! Adopta una postura de alabanza y oración, y él tenderá emboscadas al enemigo. Por todos los cielos, ¿no te conmovería el espíritu un texto así?Difunde palabras de esperanza y pronuncia oraciones de fe. «La oración de fe lo restaurará de la enfermedad y lo sanará. El Señor lo levantará [al enfermo] del fondo de la desesperación» (Santiago 5.15, traducción libre de la versión THE VOICE). Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 93

MAX LUCADO 9- ALZA LA VOZ Amonéstense unos a otros. COLOSENSES 3.16, DHH La amonestación alza la voz. Sí, le damos la mano al que lucha. Sí, le damos agua al que tiene sed. Sí, damos alimento al que tiene hambre. Y sí, sí, sí, damos palabras de verdad en momentos de desesperación. ¿Nos vamos a quedar sentados, distraídos, mientras Satanás propaga sus mentiras? ¡Por ningún motivo! Desenfunda la espada de Dios, la Palabra de Dios, y blande su filo destellante en la cara del mal. «Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios . . . Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Efesios 6.10, 11, 17). Cuando lees o citas la Biblia en momentos de dolor, duda o maldad, activas un arma del Espíritu. Es como si una espada de Dios cortara las amarras del diablo y los prisioneros quedaran en libertad. «La palabra de Dios vive, es poderosa y es más cortante que cualquier espada de dos filos, penetra tan profundo que divide el alma y el espíritu, las coyunturas y los huesos, y juzga los pensamientos y sentimientos de nuestro corazón. No hay nada creado en el mundo que se puede esconder de Dios; todo está desnudo y expuesto a su vista. Es a él a quien tendremos que rendirle cuentas de nuestra de vida» (Hebreos 4.12, 13, PDT). La amonestación con base en las Escrituras es como crema antibacteriana. Puede que no sepamos cómo cura las heridas; solo sabemos que lo hace. Aplícala y ve lo que ocurre. Que sea una práctica tuya decir: «Conozco un versículo bíblico que puede servir». O «un pasaje que significa mucho para mí es . . .». O «¿te puedo leer un pasaje bíblico?». Tengo una lista de emergencia que contiene pasajes como estos:Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra? (Romanos 8.31, NVI) El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo. (Filipenses 1.6) Nunca te dejaré; jamás te abandonaré. (Hebreos 13.5, NVI). Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 92

MAX LUCADO 9- ALZA LA VOZ Amonéstense unos a otros. COLOSENSES 3.16, DHH La fiebre iba y venía, y el día se convertía en noche y la noche, en día. Le preguntó a María y a Marta: «¿Alguna señal de Jesús? ¿Ya llegó? ¿Han dicho algo?». La respuesta siempre era «no». No habían dicho nada. No había señales de él. No habían recibido ningún mensaje. Lázaro, el querido amigo enfermo de Jesús, nunca volvió a escuchar de él. Pasó sus últimas horas preguntando dónde estaba Jesús. ¿Acaso le intereso?, se preguntaba Lázaro. ¿Acaso le interesamos?, se cuestionaban sus hermanas. «Cuando Jesús llegó a Betania, le dijeron que Lázaro ya llevaba cuatro días en la tumba» (v. 17, NTV). Jesús no solo se ausentó cuando Lázaro estaba en su lecho de muerte, sino que tampoco llegó para el entierro. No solo se perdió el entierro, sino que también llegó cuatro días después. Marta fue al grano. «Marta le dijo a Jesús: “Señor, si tan solo hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto . . .”» (v. 21, NTV). Luego se calmó: «. . . pero aun ahora, yo sé que Dios te dará todo lo que pidas» (v. 22, NTV). Marta estaba desconsolada, descorazonada. Marta era para Jesús lo que un amigo que sufre es para ti. ¿Qué podemos responder cuando un amigo está deshecho, cuando nuestro vecino está desesperado, cuando la mujer del auto fúnebre cree que Dios se ha olvidado de ella? ¿Qué hacemos? Esto es lo que hizo Jesús. Miró a Marta a la cara y dijo estas dulces palabras: «Yo soy la resurrección y la vida . . . ¿Lo crees, Marta?» (vv. 25, 26, NTV).La palabra bíblica para ese tipo de respuesta es amonestación. Pablo nos dijo que nos amonestáramos los unos a los otros (Romanos 15.14). Amonestar es la versión de alto octanaje para animar. Literalmente, la palabra significa «poner en mente». Amonestar es depositar verdad en los pensamientos de una persona. Puede que sea en forma de disciplina, ánimo o afirmación. Puede ser como reconocimiento o como corrección. Pero, por sobre todo, la amonestación es la verdad hablada en circunstancias difíciles. Aplicar el cloro de la veracidad sobre las algas de la dificultad. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 91

MAX LUCADO 9- ALZA LA VOZ Amonéstense unos a otros. COLOSENSES 3.16, DHH Infortunado pero no inusual. Todos se enferman. La situación de Lázaro no era poco común, salvo por un detalle. Tenía un amigo llamado Jesús. A Lázaro se le describe como el «querido amigo» de Jesús (v. 3, NTV). Es una descripción poco usual. En las Escrituras se describe a las personas como estudiantes, seguidores, familiares, antagonistas, críticos de Jesús, pero ¿amigo? ¿Un «querido amigo»? Aparentemente, a Lázaro le caía bien Jesús, genuinamente. Le gustaban las historias y los chistes que le contaba. A otros les gustaba ser vistos con Jesús o que Jesús les enseñara. A Lázaro, no. A él le caía bien Jesús y ya. Y a Jesús le caía bien Lázaro. Es maravilloso imaginarse a Jesús detectando a Lázaro en un almuerzo concurrido, haciéndole señas para que se acercara y preguntándole: «¿Nos vemos este fin de semana?». Los amigos pasan tiempo juntos. Comparten la vida. Jesús y Lázaro hacían eso. Pero ahora el amigo de Jesús está enfermo. Muy enfermo. Tan enfermo que sus hermanas, María y Marta, «le enviaron un mensaje a Jesús que decía: “Señor, tu querido amigo está muy enfermo”» (v. 3, NTV). Seguramente, supusieron que Jesús llegaría rápido. Después de todo, no eran unos desconocidos. La casa de Betania era, prácticamente, su casa. Tenían el té favorito de Jesús guardado en un estante. Ellos sabían el tipo de pastel que le gustaba para su cumpleaños. No había motivos para dudar de que Jesús dejaría cualquier cosa que estuviera haciendo para correr a ayudarlos. Lázaro supuso lo mismo. Estaba desesperado. No podía dejar de vomitar. No podía ponerse de pie. Le dolían todas las articulaciones. La cabeza le latía como un tambor. Pero tenía esta certeza: «Jesús viene en camino». Esperaba escuchar la llegada de Jesús en cualquier momento. Los pies apresurados. El anuncio de la bienvenida de Jesús por parte de María: «¡Llegaste!». La voz preocupada de Cristo: «¿Dónde está Lázaro? ¿Dónde está mi amigo?». Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 90

MAX LUCADO 9- ALZA LA VOZ Amonéstense unos a otros. COLOSENSES 3.16, DHH Tu colega deja este mensaje de voz: «Mi padre acaba de fallecer. Voy camino al hospital. No sé si pueda con esto». Tu vecina de al lado explica por qué apareció un camión de mudanza en frente de su casa. «Mi marido se muda. No quiere seguir con el matrimonio». Tu hermana te llama para contarte la noticia de que su hijo adolescente está en rehabilitación, otra vez. Suena el teléfono móvil y aparece el siguiente mensaje: «Me llamó el médico. Volvió el cáncer. ¿Nos podemos reunir?». De un momento a otro, alguien te invita a compartir su dolor. No te ofreciste voluntariamente; te arrastraron. Yo no tenía planeado hablar sobre la muerte, el divorcio ni la enfermedad. Pero a veces no tienes alternativa. Yo no la tuve. La mujer me miró y me dijo: «Estoy cada vez más vieja y más enferma. Creo que Dios me abandonó». De todas las cosas posibles, ella y yo compartimos un trayecto en una limosina fúnebre. Ella conocía al difunto. Yo era amigo del difunto.Ambos habíamos asistido al funeral y nos dirigíamos al cementerio. El trayecto hacia el cementerio tiende a recordarnos nuestra propia mortalidad. Tal vez por eso, inesperadamente, habló tanto en su congoja. «Desde que cumplí ochenta, he estado muy enferma. He orado mucho. No creo que vaya a mejorar». Y luego, mientras miraba el cielo invernal por la ventana, repetía su conclusión: «Creo que Dios me abandonó». No fue una conversación feliz. Ella no era una persona feliz. ¿Qué le dices a alguien que cree que Dios está desaparecido? ¿Asientes? ¿Disientes? ¿Dices poco? ¿Dices mucho? El relato de Lázaro, del Nuevo Testamento, revela lo que diría Jesús. La historia comienza de manera simple: «Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania . . .» (Juan 11.1). Supongo que todos tenemos que ser conocidos por algo. Marta era mandona. Judas era codicioso. Mateo tenía amigos alborotadores. ¿Y Lázaro? Bueno, Lázaro estaba enfermo. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 89

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS Más tarde, sonrieron, rieron, se dieron la mano y volvieron a orar. Había paz en Medio Oriente. Brian escribió: «Jesús estaba ahí. Apareció en el mismísimo lugar donde algunos de nosotros estábamos preparados para que nuestra fuerza aérea volara aquello de la faz de la tierra. Dios me habló esa tarde . . . Celebrar la Cena del Señor y recordar el sacrificio de Jesús por nuestros pecados fueron el constructor de puentes y el derribador de muros más importante que podríamos haber experimentado». Los opuestos a ti fueron unidos por la cruz de Cristo. En su libro, Streams of Mercy [Corrientes de misericordia], Mark Rutland hace referencia a una encuesta en la que se preguntaba a los estadounidenses cuáles eran las palabras que más les gustaría escuchar. Dice que adivinó la primera respuesta pero que nunca habría imaginado la segunda ni la tercera. La primera fue «Te amo». La segunda, «Te perdono». Pero la verdadera sorpresa fue la tercera respuesta: «La cena está lista». Aquellas tres afirmaciones resumen el mensaje de Jesús. Él vino con amor, con gracia y con una invitación a cenar. Para Mateo y sus amigos, la cena ocurrió en el antiguo Israel. ¿Y para ti, para mí y para todos los otros levíes del mundo? El banquete celestial superará nuestros sueños más profundos. Y nos sorprenderemos con los que veremos sentados a la mesa.

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 88

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS Pero sus hombres se encontraron con una excepción, la cual tenía la forma de un servicio eclesiástico. Los hombres se bajaron de los vehículos militares, intrigados por un pesebre de hierro forjado: tres sabios de Oriente avisaban a todos los que pasaban que había una reunión cristiana en una iglesia cristiana. Brian y sus hombres, armados y blindados hasta los dientes, entraron al lugar. Estaba lleno de cristianos coptos de habla árabe que cantaban y alababan a Dios, junto a un grupo de alabanza y la proyección de unas diapositivas de PowerPoint. Los estadounidenses no entendían ni una palabra de lo que decían, pero reconocieron la imagen de la pantalla, una representación de Jesús. El idioma era extranjero, pero los hechos no lo eran: la comunión, la oración, la enseñanza y la partición del pan. Cuando vieron a los soldados estadounidenses, los cristianos coptos los invitaron a participar en la Cena del Señor con ellos. Los soldados se quitaron los cascos y recibieron los sacramentos. Se unieron a la procesión de los iraquíes mientras salían del santuario, para luego entrar a un patio que terminaba a los pies de una cruz de madera de gran tamaño. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 87

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS «Somos mejores que ustedes. Somos más inteligentes que ustedes. Somos más santos que ustedes». ¿Acaso es imposible tener una opinión sin que nos dé un ataque? El apóstol Pablo era crítico respecto del que «es un orgulloso que no sabe nada, y que tiene la mala costumbre de discutir sobre el significado de ciertas palabras. Con esto sólo causa envidias, enojos, insultos . . .» (1 Timoteo 6.4, TLA).«Si en algo no están de acuerdo con ellos, no discutan» (Romanos 14.1, TLA). Una cosa es opinar; otra cosa es pelear. Cuando percibes que el volumen aumenta y que los ánimos se caldean, cierra la boca. Es mejor quedarse callado y quedarse con un amigo que gritar y perderlo. Además: «¿Quién eres tú para juzgar al siervo de otro? Que se mantenga en pie, o que caiga, es asunto de su propio señor. Y se mantendrá en pie, porque el Señor tiene poder para sostenerlo» (Romanos 14.4, NVI). Razonemos juntos. Trabajemos juntos. Y si la discusión falla, que el amor gane. «Y, ante todo tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados» (1 Pedro 4.8). Si el amor cubre una multitud de pecados, ¿acaso no podrá cubrir una multitud de opiniones? Necesitamos un interludio de calma en esta cacofonía de opiniones. En el otoño de 2003, Brian Reed servía en una unidad militar de Bagdad, Irak. Él y su unidad hacían patrullajes periódicos para proteger los vecindarios y forjar la paz. A menudo, era una labor ingrata e infructífera. Parecía que los ciudadanos estaban más interesados por recibir una mano con dinero que una que los defendiera. Brian decía que, todos los días, su unidad luchaba por mantener la moral alta. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 86

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS Renuncia a ese papel. Hacer lo contrario es sentenciarte a una vida miserable. El peso del mundo te aplastará. Recuerda la fiesta de Leví. ¿Quiénes se perdieron la diversión? Los fariseos de rostro severo. La felicidad no llega reparando a la gente, sino aceptando a las personas y confiándolas al cuidado de Dios. Eso fue lo que Jesús hizo. De lo contrario, ¿cómo lo habría soportado? Nadie conocía la hipocresía y los errores del ser humano mejor que él. Cristo sabía exactamente lo que las personas necesitaban, pero les daba tiempo y espacio para crecer. ¿Acaso no somos sabios para hacer lo mismo? Resiste las ganas de gritar. Solíamos gritar mucho en el patio de nuestra escuela primaria. Todos los niños del quinto año, cuya maestra era la señorita Amburgy, nos uníamos para expresar nuestra superioridad masculina. Todos los días nos juntábamos en el recreo y, con los brazos enganchados, marchábamos por el patio, gritando: «¡Los niños son mejores que las niñas! ¡Los niños son mejores que las niñas!». Francamente, yo no estaba de acuerdo con aquello, pero disfrutaba la fraternidad. Como respuesta, las niñas formaban su propio club. Desfilaban por la escuela, anunciando su desdén por los niños: «Las niñas son mejores que los niños». Éramos una escuela feliz. Se siente bien gritarle a Leví. ¿Pero hace bien? Me parece que hay muchos gritos dando vuelta. En las ondas de radio, gritos. En las pegatinas del auto, gritos. En las noticias, gritos. En las redes sociales, gritos. Gritan desde todas partes. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 85

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS Raleigh Washington es un ministro afroamericano que ha dedicado gran parte de su vida a la reconciliación racial. Dice que la afirmación más importante del modelo para construir puentes y para fomentar la colaboración entre equipos es esta: «Ayúdame a entender cómo es ser tú». Ayúdame a entender cómo es ser un adolescente en estos tiempos. Ayúdame a entender cómo es haber nacido en la opulencia. Ayúdame a entender los problemas que enfrentas como inmigrante. Ayúdame a entender cómo es ser mujer en una empresa de hombres. Luego siéntate y escucha. Escucha de verdad. Escuchar es un bálsamo sanador para las emociones heridas. (Un amigo admitió ante mí: «A menudo, parece que estoy escuchando, cuando en realidad me estoy recargando»). «Sean de un mismo sentir [de una misma mente; vivan en armonía], entiéndanse los unos a los otros [sean empáticos], amándose los unos a los otros como familia [mostrando amor fraternal], siendo amables [cariñosos; compasivos] y humildes (1 Pedro 3.8, traducción libre de la versión EXPANDED BIBLE). Abraham Lincoln dejó un modelo para este tipo de aceptación. Durante la Guerra Civil de Estados Unidos, cuando su esposa criticó a las personas del Sur, él le dijo: «No los critiques, Mary; ellos son solamente lo que nosotros seríamos bajo circunstancias similares». Nunca jamás se nos ha llamado a redimir al mundo. El carácter de «salvador de la humanidad» no está en tu descripción laboral ni en la mía.¿Animar, corregir, aplaudir y amonestar? Ciertamente. Pero ¿salvar al mundo? De ninguna manera. Hay un solo Mesías y un solo trono. No eres tú, y el trono no es tuyo. Continuará...

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LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 84

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS —Vamos, déjalo —la insté. Pasaron varios meses y no escuché nada de ella. Cuando finalmente la volví a ver, me dijo: —Me recuperé, mi fe es fuerte, y no fue gracias a usted. —¿Qué? —Usted me dio una salida —me dijo—. Yo necesitaba que me desafiaran a seguir. El eslogan «odia el pecado y ama al pecador» queda perfecto como pegatina en el parabrisas, pero ¿cómo incorporamos ese principio al corazón? Tal vez las siguientes ideas te ayuden. Resérvate el juicio. Que todo aquel que conozcas sea una persona nueva en tu mente. Nada de etiquetas ni de nociones preconcebidas. Las etiquetas son para las cosas, no para las personas. En el tiempo en que preparaba estos capítulos, un sábado en la tarde, iba caminando por el centro de una ciudad importante. Me fijé en un hombre de aspecto macilento, sentado en los peldaños de concreto de un edificio. Llevaba puesto un gorro tejido, ropa sucia y su barba era abundante. A sus pies, había una lata de su bebida favorita.En cierto modo, en mi mundo, aquel hombre era Leví. Podría haber pasado de largo. Pero, bueno . . . estaba predicando una serie de sermones basados en los pasajes que incluían la frase «unos a otros» y similares, que se enfocaban en cómo hacer felices a los demás; así que dejé de lado mi incomodidad y me senté a su lado. Lo había tomado por vagabundo, indigente y desempleado. Me equivoqué. Resultó que era tramoyista y que le pagaban por eso. Recién había salido de su turno de noche. Hablamos unos momentos sobre su profesión, varias décadas de armar y desarmar escenarios para lo mejor de la música country. Me contó acerca de algunos de los cantantes que había conocido. También me contó que Dios había bendecido su vida y que sentía el favor del Señor. Lo juzgué mal. Me alejé un poco avergonzado. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 83

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS Gracia y verdad. La gracia le dijo a la mujer adúltera: «Tampoco yo te condeno» (Juan 8.11, NVI). La verdad le dijo: «Vete, y no peques ya más» (Juan 8.11). La gracia invitó a un estafador llamado Zaqueo a ser el anfitrión de Jesús en un almuerzo. La verdad lo impulsó a vender la mitad de sus pertenencias y dar a los pobres (Lucas 19.1-8). La gracia lavó los pies de los discípulos. La verdad les dijo «. . . para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis así» (Juan 13.15). La gracia invitó a Pedro a bajarse del bote y a caminar sobre el mar. La verdad lo regañó por su falta de fe (Mateo 14.28-31).La gracia invitó a la mujer del pozo a beber agua eterna. La verdad, discretamente, le recordó que había tenido cinco maridos y que ahora convivía con su novio (Juan 4.4-18). Jesús tuvo la gracia suficiente para encontrarse con Nicodemo en la noche. Tuvo la verdad suficiente para decirle: «De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios» (Juan 3.3). Jesús ofrecía gracia pero con verdad. Gracia y verdad. La aceptación busca ofrecer ambas cosas. Si solo ofrecemos gracia, pasamos por alto la verdad. Si solo ofrece- mos verdad, descartamos el gozo de la gracia. Nuestra meta es lograr un equilibrio entre ambas cosas. ¡Ojalá ese equilibrio fuera fácil de lograr! Yo me he inclinado hacia ambas direcciones. He sido tan celoso de la verdad que he olvidado la gracia. He sido un abanderado de la tolerancia y he omitido la verdad. Recuerdo una ocasión en la que trataba de animar a una mujer cuyo matrimonio estaba en caos. Ella consideraba divorciarse. Su marido la maltrataba verbalmente, era probable que estuviera en adulterio. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 82

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS Me pregunto si en esta exhortación breve se encuentra la mejor respuesta: «Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios» (Romanos 15.7, NVI). Este pasaje de treinta versículos resume el llamado a la unidad que Pablo hizo a la iglesia romana (Romanos 14.1—15.7). El apóstol comenzó y finalizó el tratado con el mismo verbo en griego: proslambanó, el cual significa más que tolerar y coexistir. Como escribió el sacerdote anglicano John Stott: “Significa dar la bienvenida a la hermandad de uno y al corazón de uno. Implica la calidez y la gentileza del amor genuino”. Pablo usó esa palabra para instar a Filemón a recibir al esclavo Onésimo de la misma forma en que lo habría recibido a él (Filemón v. 17). Lucas usó esa palabra para describir la hospitalidad que tuvieron los malteses con aquellos que habían naufragado (Hechos 28.2). Y, especialmente, Jesús la usó para describir la manera en que nos recibe a nosotros (Juan 14.3). ¿Cómo nos recibe? Lo sé por cómo me trató.Yo era un joven de veinte años, problemático, cuya vida iba cuesta abajo. Aunque había hecho un compromiso con Cristo diez años antes, por mi forma de vivir no lo habrías sabido. Pasé cinco años, cada domingo en la mañana, declarando que era hijo de Dios y siendo amigo del diablo los sábados en la noche. Era un hipócrita. Tenía dos caras, era demasiado promiscuo y un ególatra. Estaba perdido. Perdido como Leví. Cuando finalmente me harté de estar sentado en el corral de los cerdos, escuché por ahí acerca de la gracia de Dios. Me acerqué a Jesús y él me volvió a recibir. Cabe mencionar que Jesús no aceptaba mi comportamiento. No apoyaba mis riñas ni mi actitud problemática. No era fanático de lo indulgente que era conmigo mismo ni de mis prejuicios. ¿Mi propensión a jactarme, a manipular y a exagerar? ¿Mi actitud chovinista? Todo eso tenía que desaparecer. Jesús no pasaba por alto al Max egocéntrico que yo había inventado. Él no aceptaba mi comportamiento pecaminoso. Pero me aceptó a mí, a su terco hijo. Él aceptó lo que podría hacer conmigo. No me dijo que me limpiara y que volviera después. Dijo: «Vuelve y yo te limpio». Él estaba «lleno de gracia y de verdad» (Juan 1.14, NVI). No solo de gracia, sino también de verdad. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 81

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS "Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios". ROMANOS 15.7, NVI Jesús lanzó esas palabras con ironía. Los fariseos se consideraban «sanos» y «justos» espiritualmente. Pero en realidad, estaban enfermos y eran unos mojigatos. Pero dado que ellos creían no estar enfermos, creían no necesitar a Jesús. Mateo y su banda, por el contrario, le hicieron espacio a Jesús. Como resultado, Jesús les hizo espacio a ellos. ¿Hacemos eso nosotros? Una de las preguntas más difíciles en cuanto a las relaciones humanas es: «¿Qué hacemos con un Leví?».El leví de tu vida es la persona con la cual disientes en lo fundamental. Ambos siguen diferentes sistemas de valores. Obedecen filosofías distintas. Se adhieren a códigos de conducta, de vestimenta y de fe distintos. Tú tienes un auto híbrido; él conduce una camioneta traga-gasolina que contamina el ambiente. Tú eres republicano y ella es demócrata. Tú amas a tu esposo y ella vive con su esposa. Tú leví es «el opuesto a ti». Los opuestos a ti pueden vaciarte el tanque de alegría. Hay tensión e incomodidad. La ira puede surgir como una llama, sea esta grande o pequeña. No ser capaz de manejar esa relación puede llevar al aislamiento, al prejuicio y a la intolerancia. ¿Qué pasaría si «el opuesto a ti» fuera tu jefe? ¿O tu vecino de al lado? ¿O tu colega? ¿Qué pasaría si «el opuesto a ti» fuera tu padre o tu hija? ¿Cómo quiere Dios que respondamos a los levíes del mundo? ¿Quiere que los ignoremos? ¿Que compartamos una comida con ellos? ¿Que nos vayamos cuando ellos llegan? ¿Que les pidamos que se vayan para que nosotros podamos quedarnos? ¿Que conversemos sobre nuestras diferencias? ¿Que las descartemos? ¿Que discutamos? ¿Que los evitemos? Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 80

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS "Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios". ROMANOS 15.7, NVI Esto no era un simple asado en el patio trasero. Era un gran banquete con muchas personas. Vino elegante. Meseros especializados. Comida en todas las mesas, invitados en cada rincón. Y no era cualquier tipo de invitado, era una afluencia curiosa de motociclistas con mujeres bellas, y principiantes de la Biblia. Los apóstoles se entremezclaban con los demagogos. En la misma fiesta, estaban gente de la hora feliz asidua a los bares y gente de la escuela dominical. Jesús estaba emocionado. Pero los líderes religiosos estaban irritados. Los llamaban fariseos. El apodo venía de una palabra aramea que significaba «separar, debido a una manera de vivir diferente a la de la generalidad de la gente». Lo que más les importaba era separarse de los pecadores. Según la definición de ellos, la santidad significaba enclaustrarse, ponerse en cuarentena y aislarse del mundo. Las personas buenas, las personas de Dios, cerraban filas. Ellos no se llevaban bien con las personas malas. Cuando los fariseos se enteraron de la fiesta, se colaron. Marcharon hacia la casa de Mateo, vestidos de ceños fruncidos y con miradas de desaprobación, cargando ejemplares supergordos de la Biblia. Comenzaron a apuntar con el dedo y le exigieron una respuesta a Jesús. «¿Por qué comen y beben ustedes con recaudadores de impuestos y pecadores?» (Lucas 5.30, NVI). Los amigos de Mateo se quejaron. Ya sabían cómo funcionaba el asunto. Sabían que no encajaban ahí. Toda su vida, les habían dicho que no eran lo suficientemente buenos para Dios. Empezaron a juntar sus cosas para marcharse. La fiesta había terminado. De manera explícita, Jesús dijo: «No tan rápido». Se puso en la vereda de sus invitados, no de manera literal sino de manera simbólica. Defendió a Mateo y a sus amigos. «No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos —les contestó Jesús—. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores para que se arrepientan» (Lucas 5.31, 32, NVI). Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 79

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS "Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios". ROMANOS 15.7, NVI Así es cómo Mateo podía costearse el Corvette y las fiestas. Por eso era descarado y descontrolado. Hacía mucho tiempo que había cambiado su dignidad y autoestima por una billetera gorda y un auto veloz. Nunca lo invitaban a las barbacoas del vecindario, nunca lo incluían en las reuniones de exalumnos de la secundaria. La gente murmuraba mientras pasaba: «Ahí va Leví, la sanguijuela». Era un canalla, un estafador y más rastrero que el vientre de una serpiente. Era recolector de impuestos. Sin embargo, Jesús vio potencial en Mateo. Mateo vio redención en Jesús. Así es que, cuando Jesús le hizo la oferta, Mateo la aceptó. Se unió a la heterogénea banda de discípulos de Jesús. Pero aunque Mateo tenía una nueva vida, no podía olvidarse de sus viejos amigos. Extrañaba a la pandilla. Sin duda el lenguaje de ellos era agudo y la moral, libertina. Iban a clubes para hombres y pasaban los fines de semana en los casinos. Se vestían muy bien, bebían mucho y vivían muy rápido, pero Mateo tenía preocupación por ellos. Un día le dijo a Jesús: —Me gusta tu grupo. Me agrada Pedro, Juan y los otros, pero extraño mucho a Billy Bob, a Bubba Joe y a Betty Sue . . . —Te voy a decir algo —Jesús dijo—. Ser mi amigo no significa que no puedas ser amigo de ellos. Me encantaría conocerlos. Mateo se levantó rápidamente. —¿En serio? No son del tipo que va a la iglesia. No son bienvenidos en las sinagogas. —No hay problema. Yo tampoco. ¿Qué tal si hacemos una fiesta? Juntemos a los dos grupos, a Pedro y Tomás, y a Billy Bob y a Bubba Sue. —Se llama Bubba Joe. Pero es una gran idea. Mateo llamó al proveedor de banquetes e hizo una lista de invitados. «Luego Leví le ofreció un gran banquete en su casa, y había allí un grupo numeroso de recaudadores de impuestos y otras personas que estaban comiendo con él» (Lucas 5.29, NVI). Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 78

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS "Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios". ROMANOS 15.7, NVI Y Jesús vino. Entró caminando al vecindario y avanzó por la calle. Pasó casa por casa, preguntando si alguien tenía tiempo para conversar, jugar dominó o asar hamburguesas. Pero ¿quién tenía tiempo para esas estupideces? Tenían que trabajar, cumplir con sus toques de queda y hacer las tareas del hogar. Nadie tenía tiempo para Jesús. Es decir, nadie salvo el sujeto de la esquina de Los Robles con Los Olmos. El sujeto del auto llamativo y de amigos bulliciosos. Él tenía tiempo. Jesús tocó la puerta de Leví y este lo invitó a cenar. Los dos se llevaron bien. Pasaron tiempo juntos, se contaron chistes y conversaron acerca de la vida. Finalmente, Leví le contó a Jesús sobre su pasado oscuro; Jesús le habló del perdón y del futuro. Leví preguntó: «¿Incluso para mí?». Jesús sonrió. «Sí, especialmente para alguien como tú». Un día Jesús le hizo una visita especial y le ofreció lo siguiente: «. . . Sígueme. Leví se levantó y, dejándolo todo, lo siguió» (Lucas 5.27, 28, BLPH). Leví. Más conocido como Mateo: Mateo el apóstol, el escritor de los evangelios, el seguidor de Jesús de la primera generación. Pero antes de ser Mateo, fue Leví. Antes de ser un bello vitral, fue un conjunto de vidrios manchados. Antes de ser uno de los contribuyentes a la escritura de la Biblia, contribuyó a su propia riqueza a costa del bolsillo y de la cartera de sus compatriotas. Mateo era publicano, un judío que trabajaba para el servicio de impuestos internos de Roma. El emperador les permitía a los recolectores de impuestos cobrar un gravamen por todo y por cualquier cosa. Siempre y cuando Roma recibiera su parte, esos trabajadores públicos podían cobrar lo que quisieran. Y lo hacían. Se hacían ricos empobreciendo a la gente. En las paredes, su misión estaba enmarcada y versaba así: «Saca todo lo que puedas y quédate con todo lo que saques». Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 77

MAX LUCADO 8- COSAS INCÓMODAS "Por tanto, acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes para gloria de Dios". ROMANOS 15.7, NVI Había una vez, en una tierra no muy lejana a la nuestra, un vecindario ordenado, con un césped bien mantenido. Sus residentes tenían las calles limpias, el pasto cortado y los estándares altos. En cada hogar había dos hijos, dos padres, un perro o un gato y un pez dorado. Sacaban a pasear al perro, saludaban al cartero y apagaban las luces cerca de las diez de la noche. Disfrutaban de una vida tranquila. Pero luego, en un momento, toda esa tranquilidad quedó patas arriba. Un hombre compró la casa de ladrillo que estaba en la esquina de Los Robles con Los Olmos. Un hombre soltero. No tenía familia. No tenía pareja. Un hombre soltero llamado Leví. Resultó que Leví conducía un Corvette, bien equipado y descapotable. Resultó que Leví cortaba el pasto con el torso descubierto. Resultó que Leví instaló una piscina, una plataforma de madera, una parrilla y un sistema de sonido para exteriores. Mientras el resto de los vecinos bajaba las revoluciones en la noche, Leví las subía.Él hacía fiestas. Sus amigos venían del área sórdida de la ciudad. Conducían camionetas con muchos hidráulicos y chevys que rosaban el pavimento. Los hombres vestían botas Dingo y usaban tatuajes. Las mujeres vestían tops largos y ajustados. Algunos de ellos tenían los abdominales definidos en seis; otros llegaban con paquetes de seis cervezas. Todos hablaban muy fuerte, bebían demasiado y festejaban hasta muy tarde en la noche. Un domingo por la mañana, cuando las buenas personas del buen vecindario se dirigían a la iglesia, estas se fijaron en las latas de cerveza que estaban desparramadas en el jardín delantero del nuevo vecino; por lo que les decían a sus hijos: «Ese hombre necesita a Cristo Jesús». Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 76

MAX LUCADO 7- SIRVE TÚ «Sírvanse los unos a los otros por amor». GÁLATAS 5.13, RVC En el pasillo de mi memoria, cuelga una fotografía. Es la imagen de dos personas: un hombre y una mujer, una pareja en la séptima década de sus vidas. El hombre yace en una cama de hospital. Pero esta se encuentra en una sala de estar, no en una habitación de hospital. Para todos los efectos prácticos, su cuerpo es inútil. Los músculos están tan deteriorados por la esclerosis lateral amiotrófica, que se estrechan de hueso a hueso como la tela que se extiende con sus rayos al abrir un paraguas. Respira a través de una manguera que se adhiere a un orificio que tiene en la base de la garganta. Y aunque su cuerpo no funciona, sus ojos se mueven buscando algo. Con ellos, examina la habitación buscando a su compañera, una mujer cuya edad queda escondida tras su vigor juvenil. Su cabello es gris, pero se ve enérgica y saludable en contraste con la figura que yace en la cama. Ella, por voluntad propia, comienza su tarea del día: cuidar de su esposo. Con una lealtad indefectible, hace lo que viene haciendo durante los últimos dos años. No es tarea fácil. Debe afeitarlo, bañarlo, alimentarlo, peinarlo y lavarle los dientes. Ella toma la mano de su esposo mientras se sientan y ven televisión juntos. Se levanta en medio de la noche y succiona los pulmones de su marido. Se inclina hacia él y besa su rostro afiebrado. Le sirve. Lleva el linaje de Andrés y María. Para el momento en que mi padre dio su último respiro, ambos llevaban más de cuarenta años casados. El día que lo enterramos, le agradecí a mi mamá por ser un modelo del espíritu de Cristo: un siervo silencioso.