Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 32 "La Voluntad de Dios"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 50

Tomo I 10- “HERMANOS SANTOS” Iba a la cruz para sufrir allí la ira de Dios, el juicio del pecado, todas las terribles consecuencias de nuestra condición, a fin de glorificar a Dios con respecto a nuestros pecados, y eso, a fin de tener el gozo inefable y eterno de verse rodeado de “muchos hermanos” a quienes, sobre el terreno de la resurrección, podía anunciar el nombre del Padre. “Anunciaré a mis hermanos tu nombre.” De en medio de las terribles sombras del Calvario, donde soportaba por nosotros lo que ninguna criatura inteligente podría jamás sondear, él miraba adelante, hacia este momento glorioso. Para poder llamarnos “hermanos”, él debía encontrar solo la muerte y el juicio por nosotros. Ahora bien, ¿por qué todos estos sufrimientos, si la encarnación fuese la base de nuestra unión o de nuestra asociación con él? ¿No es perfectamente evidente que no podría haber ningún vínculo entre Cristo y nosotros excepto sobre la base de una expiación cumplida? ¿Cómo podría existir este vínculo, con el pecado no expiado, la culpabilidad no borrada y los derechos de Dios no satisfechos? Sería absolutamente imposible. Mantener semejante pensamiento es ir en contra de la revelación divina, socavar los mismos fundamentos del cristianismo, y éste es precisamente, como bien lo sabemos, el objetivo que el diablo siempre persigue. Sin embargo, no nos detendremos más en este tema aquí. Puede que la gran mayoría de nuestros lectores tengan perfectamente en claro y resuelto este punto, y que lo sostengan como una de las verdades cardinales y esenciales del cristianismo. Mas en un tiempo como el presente, sentimos la importancia de dar a toda la Iglesia de Dios un claro testimonio de esta tan bendita verdad. Estamos persuadidos de que el error que hemos combatido —a saber, la unión con Cristo en la encarnación— forma una parte integrante de un vasto sistema infiel y anticristiano que domina sobre miles de cristianos profesantes, y que hace tremendos progresos en toda la cristiandad. Es la profunda y solemne convicción que tenemos de este hecho, lo que nos conduce a llamar la atención del amado rebaño de Cristo sobre uno de los más preciosos y gloriosos temas que pudieran ocupar nuestro corazón, a saber, nuestro título para ser llamados “hermanos santos”. Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 31 "La Vida Eterna"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 49

Tomo I 10- “HERMANOS SANTOS” Prestemos oídos con reverencia a la enseñanza de las Santas Escrituras sobre este gran tema. ¿Qué significado tienen esas palabras que brotaron de los labios de nuestro Señor Jesucristo, y que Dios el Espíritu Santo nos ha conservado: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo” (Juan 12:24)? ¿Quién era este grano de trigo? Él mismo, bendito sea su santo Nombre. Jesús debía morir, a fin de “llevar mucho fruto”. Para rodearse de “muchos hermanos”, debía descender a la muerte, a fin de quitar de en medio todo obstáculo que impidiera que ellos fuesen eternamente asociados con él en el nuevo terreno de la resurrección. Él, el verdadero David, debía avanzar solo contra el temible enemigo, a fin de tener el profundo gozo de compartir con sus hermanos los despojos, frutos de su gloriosa victoria. ¡Eternas aleluyas sean dadas a su Nombre sin par! En el capítulo 8 del evangelio de Marcos tenemos un hermosísimo pasaje que se relaciona con nuestro tema. “Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días. Esto les decía claramente. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reconvenirle.” En otro evangelio, vemos lo que Pedro le dijo: “Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.” Ahora, prestemos atención a la respuesta y la actitud del Señor: “Pero él, volviéndose y mirando a los discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: ¡Quítate de delante de mí, Satanás! porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.” Esto es de una belleza perfecta. No sólo presenta a la inteligencia una verdad, sino que deja penetrar en el corazón un brillante rayo de la gloria moral de nuestro adorable Señor y Salvador Jesucristo, con el expreso propósito de inclinar el alma en adoración ante Él. “Volviéndose y mirando a los discípulos”, es como si hubiese querido decir a su errado siervo: «Si admito lo que me sugieres, si tengo compasión de mí mismo, ¿qué sería de éstos?» ¡Bendito Salvador! Él no pensó en sí mismo. “Afirmó su rostro para ir a Jerusalén” (Lucas 9:51), sabiendo bien lo que allí le esperaba. Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 30 "La Vida Devocional de David"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 48

Tomo I 10- “HERMANOS SANTOS” Sería difícil expresar convenientemente y enumerar las terribles consecuencias de tal error. En primer lugar, lleva aparejado una positiva blasfemia contra la Persona del Hijo de Dios; es la negación de su humanidad absolutamente pura, sin pecado, perfecta. En su humanidad, era tal que el ángel podía decir a la virgen María: “El Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35). Su naturaleza humana era absolutamente santa. Como hombre, no conoció pecado. Fue el único hombre en la tierra de quien podía decirse ello. Era único, absolutamente solo en esa condición. No había ni podía haber ninguna unión con él en su encarnación. ¿Cómo el Santo y los profanos, el Puro y los impuros, el Inmaculado y los manchados habrían podido ser unidos alguna vez? ¡Ello era absolutamente imposible! Aquellos que piensan y dicen que tal cosa era posible, yerran grandemente, ignorando las Escrituras y al Hijo de Dios. Además, aquellos que hablan de unión en la encarnación son muy manifiestamente enemigos de la cruz de Cristo. En efecto, ¿qué necesidad habría de la cruz, de la muerte o de la sangre de Cristo, si los pecadores pudiesen estar unidos a Él en su encarnación? Ninguna, seguramente. No habría ninguna necesidad de expiación, ninguna necesidad de propiciación, ninguna necesidad de los sufrimientos y de la muerte de Cristo como sustituto, si los pecadores pudiesen estar unidos a Él sin eso. De ahí podemos ver que tal sistema de doctrina no puede provenir sino del enemigo. Deshonra a la persona de Cristo y pone a un lado su obra expiatoria. Además de todo esto, tal doctrina arroja por la borda la enseñanza de toda la Biblia respecto a la ruina y la culpabilidad del hombre. En suma, destruye completamente todas las grandes verdades fundamentales del cristianismo, y no nos deja sino un sistema profano, sin Cristo, e infiel. Éste es el objetivo que siempre el diablo tuvo en vista, y el que todavía persigue; y miles que se llaman maestros cristianos actúan como sus agentes en sus esfuerzos por socavar el cristianismo. ¡Qué tremenda responsabilidad para ellos! Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 29 "La Terrible Condición del ...

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 47

Tomo I 10- “HERMANOS SANTOS” Podríamos haber sido refinados, cultos, amables, morales y religiosos a la manera de los hombres; o bien habríamos podido ser degradados, inmorales, depravados, la hez de la sociedad. En una palabra, podríamos haber estado, en cuanto a nuestro estado moral y a nuestra condición social, tan lejos los unos de los otros como los dos polos; pero como se trata de la necesidad de ser santificados, para el más excelente como para el peor, antes que podamos ser llamados “hermanos santos”, no hay evidentemente “ninguna diferencia”. El más vil no necesitaba nada más, y nada menos el mejor. Todos y cada uno de nosotros estábamos envueltos en una ruina común y teníamos necesidad de ser santificados, puestos aparte, antes de poder tomar nuestro lugar entre los “hermanos santos”. Y ahora, puestos aparte, estamos todos sobre un mismo terreno; el más débil hijo de Dios sobre la faz de la tierra forma parte de los “hermanos santos” tan verdadera y realmente como el apóstol Pablo mismo. No es cuestión de progreso ni de logros, por importante y precioso que sea hacer progresos; se trata simplemente de nuestra común posición delante de Dios, de la cual el “Primogénito ” es de una manera viva, en su persona, la eterna y preciosa definición. Pero debemos recordar aquí al lector que es de la mayor importancia tener bien en claro y estar bien fundados en cuanto a la relación del “Primogénito” con los “muchos hermanos”. Es ésta una verdad fundamental, respecto a la cual no debe haber ninguna vaguedad ni indecisión. La Escritura es clara y enfática sobre este gran punto cardinal. Pero hay muchos que no quieren oír la Escritura. Están tan repletos de sus propios pensamientos que no se toman la molestia de escudriñar las Escrituras para ver lo que dicen sobre este tema. Por eso hoy encontramos a muchos que sostienen el fatal error de que la encarnación constituye el fundamento de nuestra relación con el “Primogénito”. Los tales consideran a Aquel que se ha encarnado como nuestro “hermano mayor” que, al tomar sobre sí una naturaleza humana, nos unió a Él, o él se unió a nosotros. Continuará.

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 28 "La Palabra Escrita en el C...

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 46

Tomo I 10- “HERMANOS SANTOS” Él es la Cabeza, el Jefe, de esta nueva creación a la que pertenecemos, el Primogénito entre muchos hermanos, de quienes no se avergüenza, puesto que los ha puesto sobre el mismo terreno que Él, y los ha traído a Dios, no sólo según la perfecta eficacia de su obra, sino según la perfecta aceptación y la infinita preciosidad de su persona delante de Dios. “El que santifica y los que son santificados, de uno son todos.” ¡Palabras maravillosas! Meditémoslas, querido lector. Notemos la profunda, sí, la inconmensurable diferencia que existe entre “el que santifica” y “los que son santificados”. El Señor, personalmente, de una manera intrínseca, en su humanidad, podía ser “el que santifica”. Nosotros, personalmente, en nuestra condición moral, en nuestra naturaleza, tenemos necesidad de ser santificados. Pero —¡el universo entero alabe su Nombre por la eternidad!— es tal la perfección de su obra, tales son las “riquezas” y “la gloria” de su gracia, que podía ser escrito: “Como él es, así somos nosotros en este mundo.” “El que santifica y los que son santificados, de uno son todos” (1.ª Juan 4:17; Hebreos 2:11). Todos están sobre un mismo plano, y eso por siempre. Nada puede sobrepasar la grandeza de este título y esta posición. Estamos delante de Dios según todos los gloriosos resultados de su obra perfecta y según toda la aceptación de su Persona. Él nos ha unido consigo, en su vida de resurrección, y nos ha hecho participantes de todo lo que tiene y de todo lo que es como hombre, salvo su Deidad, naturalmente, que es incomunicable. Prestemos particular atención a lo que implica el hecho de que necesitábamos ser “santificados”. Ello pone de manifiesto de la manera más fuerte y clara, la ruina total, sin esperanza y absoluta en que se halla cada uno de nosotros. No importa, en lo que toca a este aspecto de la verdad, quiénes éramos o qué éramos en nuestra vida personal y práctica. Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 27 "La Madurez Espiritual"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 45

Tomo I 10- “HERMANOS SANTOS” No lo olvidemos. No digamos, no pensemos jamás que no podemos mantener tan elevada posición o vivir a la altura de esta medida. La misma gracia que nos ha revestido de esta dignidad, nos hará siempre capaces de mantenerla, y veremos, a continuación de estas líneas, cómo esta gracia actúa, de qué poderosos medios morales ella se vale para producir un andar práctico que esté en armonía con nuestro santo llamado. Pero examinemos sobre qué base el apóstol funda este título de “hermanos santos”. Es de suma importancia tener en claro esta cuestión. Si no vemos que es enteramente independiente de nuestro estado, de nuestra marcha o de nuestro progreso, no podremos comprender ni nuestra posición ni sus resultados prácticos. Afirmamos con la mayor seguridad que la marcha más santa que se haya visto en este mundo, el más elevado estado espiritual que haya sido alcanzado, jamás podría constituir la base de una posición tal como la que expresa este título: “hermanos santos”. Es más, nos atrevemos a afirmar que la obra misma del Espíritu Santo en nosotros, tan esencial como lo es en cada etapa de la vida divina, tampoco podría darnos derecho a entrar en tal dignidad. Nada en nosotros, nada de nosotros, nada concerniente a nosotros, podría jamás constituir el fundamento de esta posición. ¿En qué, pues, se funda? Hebreos 2:11 nos proporciona la respuesta: “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos.” Aquí tenemos una de las verdades más profundas y más extensas del santo volumen. Vemos cómo llegamos a ser “hermanos santos”; esto es, al estar asociados con Aquel bendito que descendió a la muerte por nosotros, y que en su resurrección vino a constituir el fundamento de este nuevo orden de cosas donde tenemos nuestro lugar. Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 26 "La Gloria de Dios"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 44

Tomo I 10- “HERMANOS SANTOS” “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús” (Hebreos 3:1) “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras” (Hebreos 10:24). Los dos pasajes guardan entre sí una muy íntima relación. Ello se debe a que el autor inspirado de la epístola emplea en ambos una misma palabra, la que no se halla más que en estos dos lugares a lo largo de todo este maravilloso tratado. Nosotros somos invitados a considerar a Jesús y, al mismo tiempo, a todos aquellos que le pertenecen, dondequiera que se encuentren. Éstas son las dos grandes divisiones de nuestra obra. Debemos aplicar nuestra mente diligentemente a Él y a sus intereses en la tierra, y así seremos librados de la miserable ocupación de pensar en nosotros mismos y en nuestros propios intereses. Gloriosa liberación, seguramente, por la cual bien podemos alabar a nuestro glorioso Libertador. El título de “hermanos santos” Pero antes de entrar en el examen de los grandes temas que hemos de considerar, detengámonos un momento en el maravilloso título que el Espíritu Santo aplica a todos los creyentes, a todos los verdaderos cristianos. Él los llama “hermanos santos”. Éste es ciertamente un título de gran dignidad moral. No dice que debemos ser santos. No; sino que lo somos. Se trata del título o de la posición de todo hijo de Dios en la tierra. Sin duda que al tener esta santa posición por la gracia soberana, debemos ser santos en nuestra marcha; es menester que nuestro estado moral responda siempre a nuestro título. Jamás deberíamos permitir un pensamiento, una palabra o una acción que sea, aun en el menor grado, incompatible con nuestra elevada posición como “hermanos santos”. Santos pensamientos, santas palabras y santas acciones, es lo único que conviene a aquellos a quienes la gracia infinita de Dios ha concedido este título. Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 25 "La Confianza de un Afligido"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 43

Tomo I 9- ¿ES CORRECTO QUE LAS MUJERES HABLEN, OREN O ENSEÑEN EN PÚBLICO? “¿Qué dice la Escritura?” Respuesta a una carta: Es muy importante notar esto. En el capítulo 14, la enseñanza es categórica, formal e inequívoca: “Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice. Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación” (v. 34-35). Y leemos asimismo en 1.ª Timoteo 2:11-12: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio.” Pero se esgrime también el argumento de que predicar el Evangelio a los inconversos, no es «enseñar en la Iglesia». A ello respondemos que el Espíritu Santo manda a la mujer a estar en silencio, y a ser “cuidadosas de su casa” (Tito 2:5). Qué tanta obediencia a estos santos mandamientos es compatible con ir de un lugar a otro, y predicar a numerosos auditorios, queda en manos de otros juzgar. Puede, no obstante, preguntarse: ¿No hay ninguna forma en que una mujer pueda tomar parte en la obra del Señor? Seguramente que sí. En Lucas 8:2-3 leemos de ciertas mujeres que gozaban del elevado privilegio de ministrar directamente al mismo Señor; y en Filipenses 4:3, leemos de otras mujeres que trabajaron o combatieron junto con el apóstol en el Evangelio. Hay un sinnúmero de formas en que una mujer puede colaborar en la obra del Señor sin salir de la esfera de actividad que le ha sido divinamente asignada y actuar en oposición a la voz de la naturaleza y a la autoridad de las santas Escrituras.

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 24 "La Actitud Correcta"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 42

Tomo I 9- ¿ES CORRECTO QUE LAS MUJERES HABLEN, OREN O ENSEÑEN EN PÚBLICO? “¿Qué dice la Escritura?” Respuesta a una carta: Quisiéramos preguntarle, querido amigo, ¿de qué sirve que nos señale a ésta o a aquella que pueda predicar elocuente e imponentemente a miles convocados para oírla? La pregunta que realmente vale es: “¿Qué dice la Escritura?” (Romanos 4:3). ¿Es ésta la tarea de una mujer? Y ¿no sucede a veces que, mientras una mujer parece estar logrando los más espléndidos y excitantes resultados en una esfera prohibida, sus simples, obvios y divinamente asignados deberes domésticos son crasamente descuidados? Sus padres no están siendo recompensados, su marido es descuidado, o sus hijos son dejados al cuidado de niñeras impías o inconscientes, que contaminan su imaginación, los inician en prácticas viles, los educan en el engaño y la mentira, y les inculcan hábitos y vicios que los arruinarán para toda la vida. Es vano decir que Dios bendice la predicación de las mujeres. No constituye ningún justificativo. ¿Qué es lo que Dios no bendice o deja de gobernar? Esta misma semana oímos de dos jóvenes que se convirtieron mediante una de esas predicadoras, en completa burla, en una reunión pública de oración. Dios hizo uso de la espantosa conducta de una, para traer convicción a los dos. Así es Su soberana bondad. Pero usar esta bondad como argumento para justificar lo que es claramente contrario a las Escrituras, es un error fatal. Puede que se pregunte, sin embargo, ¿qué es lo que aprendemos entonces de Hechos 21:9 y de 1.ª Corintios 11:5? El primer pasaje simplemente nos enseña que las cuatro hijas de Felipe poseían el don de profecía, en tanto que el otro pasaje enseña que el don debía ser ejercitado únicamente con la cabeza cubierta. Resta por ser demostrado que el don de profecía era ejercitado en la asamblea. No lo creemos. Al contrario, está claro que el apóstol, en 1.ª Corintios 11, no habla de la asamblea reunida hasta el versículo 17. continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 23 "Jóvenes de Nuevo"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 41

Tomo I 9- ¿ES CORRECTO QUE LAS MUJERES HABLEN, OREN O ENSEÑEN EN PÚBLICO? “¿Qué dice la Escritura?” Respuesta a una carta: A juzgar por el considerable número de preguntas que desde hace mucho tiempo se nos vienen formulando acerca del tema de la predicación y la enseñanza de las mujeres, concluimos que debe de haber una fuerte dosis de duda sobre esta cuestión en las mentes incluso de aquellos que están comprometidos en la obra. Una y otra vez hemos dado expresión a nuestro juicio sobre este asunto. Creemos que el espíritu y la enseñanza del Nuevo Testamento, así como la voz de la naturaleza misma, están completamente en contra de la idea de que una mujer tome el lugar de predicadora o enseñadora en público. El hogar es preeminentemente la esfera de actividad de la mujer, ya sea que la consideremos como hija, como esposa o como madre. ¡Y qué santa, dichosa y elevada esfera de actividad es éste para una mujer que se conduce rectamente allí! El corazón más devoto, puede hallar en esa esfera, un amplio radio de acción para el ejercicio de cada don. No conocemos nada más bello ni atractivo, nada que adorne mejor el evangelio de Cristo y la doctrina de Dios, que una mujer cristiana que ocupa como corresponde el lugar en que la providencia de Dios la ha colocado. Si consideramos toda la Escritura, y miramos a través de toda la historia de la Iglesia de Dios, y veremos quiénes fueron las que rindieron el servicio más eficaz para la causa de Cristo, veremos que, sin excepción, aquellas que mostraron piedad en el hogar, que anduvieron en santidad y gracia en medio del círculo doméstico, aquellas que encomendaron la verdad a sus padres, que vivieron en piadosa sujeción a sus propios maridos; aquellas que educaron a sus hijos en el temor de Dios, que gobernaron la casa conforme a la autoridad de la santa Escritura, éstas fueron las mujeres que más efectivamente sirvieron a su generación, que dejaron la más sagrada impresión en su tiempo, y que anduvieron en la más plena armonía con la mente del cielo. Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 22 "Jesucristo Viene en su Tie...

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO1 CAPÍTULO 40

Tomo I 9- ¿ES CORRECTO QUE LAS MUJERES HABLEN, OREN O ENSEÑEN EN PÚBLICO? “¿Qué dice la Escritura?” Respuesta a una carta: La Escritura es muy clara en cuanto a la manera en que la mujer cristiana se ha de vestir, no sólo ante la Mesa del Señor, sino en todo momento (1.ª Timoteo 2, etc.). Seguramente que en esto, como en todas las demás cosas, existe la urgente necesidad de tener una conciencia dócil y ejercitada; una piadosa sujeción a la autoridad de la Palabra de Dios. Si los creyentes no quieren prestar atención a la exhortación del Espíritu Santo, lo más probable es que tampoco presten demasiada atención a las páginas de una revista. Una de las especiales necesidades del momento presente, es una completa sumisión a las verdaderas enseñanzas de las Escrituras. Cuando el corazón está bajo el directo gobierno de la Palabra, todo estará bien; mas cuando no lo está, nada estará bien. Ya en nuestros primeros números de la revista «Things New and Old» hemos tratado el tema de las mujeres que hablan o que enseñan en público. Creemos que la enseñanza del Nuevo Testamento es claramente contraria a ello. Cualquiera que sea el significado de Hechos 21:9 y 1.ª Corintios 11:5, es imposible que estos textos puedan contradecir a 1.ª Corintios 14:34-35 y 1.ª Timoteo 2:11-12. Estos últimos pasajes son claros y formales, y no admiten absolutamente la menor sombra de duda. Los primeros pueden presentar dificultades cuando consideramos la cuestión de su aplicación. Pero la Escritura no puede contradecir la Escritura. Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 21 "Herede las Promesas de Dios"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO1 CAPÍTULO 39

Tomo I 9- ¿ES CORRECTO QUE LAS MUJERES HABLEN, OREN O ENSEÑEN EN PÚBLICO? “¿Qué dice la Escritura?” Respuesta a una carta: En conclusión, pues, querido amigo, sólo quisiéramos expresar nuestra siempre profunda convicción de que el hogar es, preeminentemente, la esfera de actividad de la mujer. Ella puede moverse allí con gracia y dignidad moral. Puede brillar allí ya como esposa, como madre o como dama, para gloria de Aquel que la ha llamado a ocupar esas santas relaciones. Allí se desarrollan los más bellos rasgos del carácter femenino, rasgos que son completamente desfigurados cuando ella abandona su trabajo doméstico y usurpa el dominio de predicador público. Ya en varias otras ocasiones hemos desarrollado el tema de las hermanas enseñando y predicando. Creemos que es claramente opuesto a las Escrituras que una mujer hable en la Iglesia, o que enseñe, o que usurpe de una u otra manera autoridad sobre el hombre (1.ª Timoteo 2:8-14). Pero si hubiese una reunión de carácter privado, social, entonces, a nuestro juicio, hay libertad para la libre comunicación de pensamiento, siempre que la mujer guarde el lugar que le ha sido asignado por la voz de la naturaleza y por la Palabra de Dios. A juzgar por el tono de su carta, estamos persuadidos de que el Señor le guiará en la senda de servicio correcta. No se nos dice de manera específica cómo aquellas mujeres “combatieron en el evangelio” juntamente con Pablo, pero sabemos que hay miles de maneras en que una mujer puede servir en el Evangelio sin jamás dar un paso afuera de esa esfera de actividad que propiamente le pertenece. En cuanto a las mujeres casadas, cada vez estamos más persuadidos de que el hogar es preeminentemente su lugar. Ella tiene allí una sagrada y elevada esfera de actividad en la cual puede servir estando plenamente consciente de que se encuentra exactamente en el lugar donde la mano de Dios la colocó, y donde su Palabra la dirige. ¡Quiera el Señor bendecirla y guardarla! Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 20 "Habite en la Casa de Dios"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 38

Tomo I 9- ¿ES CORRECTO QUE LAS MUJERES HABLEN, OREN O ENSEÑEN EN PÚBLICO? “¿Qué dice la Escritura?” Respuesta a una carta: Puede que en respuesta de esto se diga que Dios utiliza la predicación y la oración de las mujeres para la bendición de las almas. Pues bien, ¿qué prueba esto? ¿Acaso que sea correcto que las mujeres prediquen? No; sino la soberana bondad de Dios. ¿Vamos a argüir, basados en el hecho de la bendición divina, lo que no deberíamos ser llevados a aprobar? Dios es soberano, y puede obrar donde y mediante quien le plazca; nosotros somos siervos, y debemos hacer lo que él nos dice que hagamos. En el tiempo del avivamiento de Ulster en 1859, fueron alcanzadas muchas almas en capillas católicas romanas, en presencia del sacrificio de la misa. ¿Demuestra eso que el catolicismo romano es correcto? No; sólo prueba que Dios es bueno. Razonar a partir de los resultados, puede conducirnos al más craso error. Debería ser suficiente, para todo aquel que se inclina bajo la autoridad de las Escrituras, saber que el Espíritu Santo manda estrictamente a la mujer a que guarde silencio en la asamblea pública (1.ª Corintios 14:34-35). Y ciertamente podemos decir: “La naturaleza misma ¿no os enseña” lo moralmente inapropiado que es el hecho de que una mujer aparezca en un púlpito o sobre una plataforma? Incuestionablemente lo es. Hay muchas y diversas maneras en que las mujeres pueden “combatir juntamente en el Evangelio” (Filipenses 4:3) sin lo indecoroso de la predicación en público. No se nos dice cómo “ellas combatieron juntamente” con el bienaventurado apóstol; pero con toda seguridad, que no lo hicieron hablando en público. En cuanto a las cuatro hijas de Felipe el evangelista “que profetizaban” (Hechos 21:9), falta que los defensores de la predicación de las mujeres demuestren que ellas ejercían ese don en público. Creemos que lo hacían en la privacidad y el retiro de la casa de su padre. Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 19 "Formados para servir a Dios"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 37

Tomo I 9- ¿ES CORRECTO QUE LAS MUJERES HABLEN, OREN O ENSEÑEN EN PÚBLICO? “¿Qué dice la Escritura?” Respuesta a una carta: Compartimos plenamente todos los ejercicios de corazón que Ud. está experimentando acerca de este tema. Creemos que obra de una manera absolutamente correcta al rehusarse estar presente cuando una mujer toma la palabra para hablar u orar en público. El espíritu y la enseñanza del Nuevo Testamento están en contra de semejante práctica. A la mujer se le manda el «silencio» en público o en presencia de un hombre (1.ª Timoteo 2:8-11). En cuanto a 1.ª Corintios 11, no encontramos nada acerca de la reunión de asamblea hasta el v. 17, donde se introduce un nuevo tema; y, como bien Ud. lo hace notar, el Espíritu de Dios no puede contradecirse. Éste no puede decirle a la mujer en un lugar que guarde silencio, y, en otro pasaje, que rompa ese silencio. Es contrario a Dios, y contrario a la naturaleza, que una mujer proceda como predicadora en público. La mujer debe ilustrar el lugar propio de la Iglesia —la sujeción—, no la enseñanza. La Iglesia no enseña —no debiera hacerlo—, y si lo hiciera, sería falsa. “Toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe” (Apocalipsis 2:20). Éste es el espíritu y el genio del papado. Decir que la iglesia tiene poder para decretar, estatuir y enseñar, es apostasía. La iglesia es enseñada por la Palabra de Dios. Ella ha de obedecer y estar en sujeción. Debiera ser “columna y baluarte de la verdad” (1.ª Timoteo 3:15), es decir, debería sostener y mantener la verdad, pero nunca enseñar. Tal es la invariable enseñanza del Nuevo Testamento en cuanto a la Iglesia, de la cual la mujer debiera ser la imagen. Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 18 "Escogiendo lo Mejor"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 36

Tomo I 9- ¿ES CORRECTO QUE LAS MUJERES HABLEN, OREN O ENSEÑEN EN PÚBLICO? “¿Qué dice la Escritura?” Respuesta a una carta: La Escritura es muy clara en cuanto al lugar de la mujer (véase 1.ª Corintios 11:1-16) No creemos que sea conforme a la naturaleza ni conforme a la revelación, que una mujer sea prominente en la Iglesia ni en el mundo. Es nuestra profunda convicción que no existe otra esfera en la cual la mujer se desenvuelva con tanta gracia y dignidad, que en la privacidad y el retiro del círculo doméstico. Allí ella puede demostrar que es la ayuda idónea del hombre, en toda buena obra. El hogar es preeminentemente el lugar de la mujer. El Espíritu Santo le ha asignado muy puntualmente su obra, cuando declara que ella debe “gobernar su casa” (1.ª Timoteo 5:14). Puede haber, según las circunstancias, casos excepcionales en que la mujer cristiana, al no tener ningún deber hogareño particular, se desempeñe en un trabajo exterior para el auténtico beneficio de muchos; pero tales casos son más bien pocos y excepcionales. La regla general es tan clara como el agua (véase 1.ª Timoteo 5:14). En cuanto a la cuestión acerca de «los derechos de la mujer», «la liberación de la mujer», etc. No tenemos nada que ver con política. Es nuestro deseo el de ser enseñados exclusivamente por las Escrituras. Y, de hecho, no encontramos nada en el Nuevo Testamento acerca de que las mujeres ocupen un lugar en la legislatura. En la historia de Israel, siempre que la mujer fue promovida a una posición de prominencia, era una prueba de la baja condición espiritual de la nación. El apocamiento y la dejadez de Barac fue lo que impulsó a Débora a la delantera. De acuerdo con la idea normal divina, el hombre es la cabeza. Esto es visto, en perfección, en Cristo y la Iglesia. He aquí el verdadero modelo sobre la base del cual hemos de formar nuestros pensamientos. En lo que respecta a este pobre mundo, todo en él es confusión. La marcha de éste se halla alejada de los fundamentos. Dios ha dicho: “A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré” (Ezequiel 21:27). No puede haber nada derecho hasta que “los reinos del mundo hayan venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo” (Apocalipsis 11:15). Hasta entonces, el cristiano ha de estar contento con ser un “extranjero y peregrino” en esta tierra (1.ª Pedro 2:11) teniendo su “ciudadanía”, su hogar, su porción, “en los cielos” (Filipenses 3:20). ¡Qué así sea con todos los que pertenecen a Cristo! No podríamos esperar tal cosa, naturalmente, de aquellas personas que se inclinan por llevar a cabo sus propios pensamientos; cuya propia voluntad nunca ha sido quebrantada; que discuten y argumentan, en vez de someterse a la autoridad de las Escrituras; que dicen: «Yo pienso», en vez de buscar y ver «lo que Dios piensa». No esperamos que ninguna de tales personas apruebe o aprecie lo que venimos escribiendo en respuesta a su pregunta. Pero debemos inclinarnos ante la autoridad de Dios en esto, así como en todo lo demás. Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 17 "En los Amorosos Brazos de ...

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 35

Tomo I 8-EL MATRIMONIO (Respuesta a una carta) Ya hemos alzado una voz de advertencia contra el terrible mal de los matrimonios mixtos (esto es, la unión de un creyente con un inconverso) y hemos dado un muy solemne ejemplo de sus consecuencias. Creemos que es un paso fatal que un creyente se case con un inconverso, y una triste prueba de que el corazón se ha apartado del Señor y de que la conciencia ha escapado de la influencia de la luz y la autoridad de la Palabra de Dios. Es sorprendente cómo el diablo logra echar polvo en los ojos de la gente en este asunto. Él induce a los creyentes a creer que serán una bendición para el cónyuge inconverso. ¡Qué lamentable engaño! ¿Cómo podemos esperar bendición sobre un flagrante acto de desobediencia? ¿Cómo puedo yo, siguiendo un mal camino, pretender en él corregir a otro? Pero sucede —y no infrecuentemente— que un creyente, cuando se empeña en casarse con un incrédulo, se engaña a sí mismo mediante la convicción de que es convertido. Estos creyentes aparentan estar satisfechos con pruebas de conversión que, bajo otras circunstancias, dejarían enteramente de inspirarles confianza. En estos casos, lo que gobierna es su propia voluntad. Ellos están decididos a seguir su propio camino, y entonces, cuando ya es demasiado tarde, se dan cuenta de su terrible error. Con respecto a su pregunta acerca de cómo debemos actuar con las personas que incurren en esta transgresión, no conocemos ninguna instrucción directa que conste en el Nuevo Testamento. Con toda seguridad, tendrá que haber una solemne reprensión y una fiel reprobación; pero creemos que se trata de algo que más bien pertenece al trabajo pastoral y a la disciplina personal que a la disciplina de la asamblea. Acerca del triste caso que usted menciona, no creemos que esté bien que un hijo «intente y gestione una reconciliación» entre sus padres. Si el marido desea regresar, la esposa deberá recibirlo. Creemos que esto se desprende claramente de 1.ª Corintios 7:13. “Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone”. Si él desea regresar, ello equivale a “consentir en vivir con ella”; y si a ella se le dice que “no lo abandone”, ello equivale a recibirlo. Al menos, así lo juzgamos nosotros. Puede ser que el Señor esté por llevar a sus pies al marido; y, si es así, sería muy triste que una esposa creyente resultara ser una piedra de tropiezo por falta de gracia. Sin duda, el marido ha faltado grandemente a sus deberes como esposo al abandonar a su mujer, aun si no hubiera nada más serio; pero si él realmente desea volver —aparte de cualquier manipulación o influencia externas—, no podemos sino considerar que es deber de toda esposa cristiana recibirlo y procurar, mediante su “conducta casta y respetuosa” (1.ª Pedro 6:2), ganarlo para Cristo. Si ella se opusiera, y él entonces fuese empujado al pecado o al endurecimiento de su corazón, ella nunca se lo perdonaría a sí misma.

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 16 "El Rey que Viene"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 34

Tomo I 8-EL MATRIMONIO (Respuesta a una carta) No podemos comprender cómo uno que se llame a sí mismo «cristiano» puede atreverse a hablar, en los términos que usted describe, de la santa y honrosa institución del matrimonio. Tampoco podemos entender por qué usted tuvo que buscar una opinión humana sobre el tema, estando Hebreos 13:4 brillando delante de usted, por un lado, y 1.ª Timoteo 4:1-4, por el otro. ¡Oh! ¿cuándo aprenderá la gente a abrir su Biblia e inclinarse ante su santa autoridad en todas las cosas? Detestamos absolutamente esa ficticia espiritualidad, santurronería y trascendentalismo que salta a la vista en las notas a las que usted llama nuestra atención. A nosotros nos parece que se trata simplemente de santidad en la carne, lo cual sabemos que es una de las habilidosas tretas de Satanás. El matrimonio fue instituido por el Jehová Dios en el huerto del Edén. Fue ratificado por la presencia de Cristo en Caná de Galilea. El Espíritu Santo declara en Hebreos 13 que es honroso. La prohibición del matrimonio es declarada doctrina de demonios en 1.ª Timoteo 4. Esto es plenamente suficiente para nosotros, por más que los píos sentimentalistas e hiperespiritualistas digan lo que les plazca. Debe ser absolutamente una cuestión de fe individual. Usted debe andar delante de Dios; pero procure andar en feliz y benigna comunión. Ustedes dos, juntos, deberían esperar en Dios y procurar ser de un mismo pensamiento en el Señor. Éste es su feliz privilegio. No hay nada más importante para los esposos que cultivar juntos el hábito diario de esperar en el Señor. Ello produce un maravilloso efecto en todo el ámbito de la vida doméstica. Pongan todo delante de Dios, derramen sus corazones juntos; no tengan secretos ni ninguna reserva. Entonces sus corazones estarán unidos en santo amor, y la corriente de su vida personal, conyugal y doméstica fluirá en paz y felicidad, para alabanza de Aquel que los ha hecho uno y los ha llamado a andar juntos como herederos de la gracia de la vida. Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 15 "El Día del Perdón Eterno"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 33

Tomo I 8-EL MATRIMONIO (Respuesta a una carta) No nos sentimos con libertad de ofrecerle ningún consejo respecto de su situación. Usted debe acudir solamente a Dios. Cada uno debe aprender por sí mismo, en comunión con Dios, cuál es su propia senda en este solemne asunto. Siempre hemos encontrado que aquellos que fueron los más apresurados para ofrecer consejos, fueron los más incompetentes para darlos; mientras que, aquellos cuyo consejo merecía ser tomado en cuenta, fueron los más pausados para darlo. No vaya a suponer, querido amigo, que somos indiferentes a sus ejercicios; al contrario, nos condolemos profundamente de ellos; pero nosotros creemos que usted debe pedir consejo a Dios. 1.ª Corintios 7:32-34 enseña, muy ciertamente, que los solteros son los que más libertad tienen de cuidados; pero el versículo 7 enseña con claridad que “cada uno tiene su propio don de Dios”; y cada uno debe saber, por sí mismo, cuál es su propio don. Una cosa es decir: «Siga el ejemplo de Pablo», y muy otra tener el «propio don» para hacerlo. Es un error fatal que uno aparente andar en una senda para la que Dios no le ha dado ningún llamamiento ni le ha dotado de poder espiritual. Debemos recordar, en estos días de ritualismo y de renovado monasticismo, que el matrimonio es una institución santa y honrosa, establecido por Dios en el huerto del Edén; aprobado por su presencia en Caná de Galilea y declarado ser honroso en todo, por su Espíritu, en Hebreos 13:4. Esto es suficiente en cuanto al principio general; mas, cuando consideramos los casos individuales, cada uno debe ser guiado por Dios. A él lo encomendamos a usted muy afectuosamente. Continuará...

Manantial de Vida, Audiolibro, Capítulo 14 "El Desierto, la Escuela de D...

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 32

Tomo I 7- EL SEÑOR ES NUESTRO PASTOR Ahora bien, en estos siete versículos de Lucas cap. 15, hallamos al Pastor presentado a nosotros en un aspecto profundamente interesante con respecto a su obrar bondadoso: se ve aquí buscando la oveja perdida. La parábola tiene un significado especial debido al hecho de que fue colocada juntamente con la segunda acerca de la dracma perdida y la tercera acerca del hijo pródigo, como argumento a favor de las acciones de Dios repletas de gracia, en pro de los pecadores. (Es una sola “parábola”). Dios, en la persona del Señor Jesús, había venido tan cerca del pecador, que el legalismo y el fariseísmo (representados por escribas y fariseos), se ofendieron por ello: “Este a los pecadores recibe, y con ellos come”. Aquí residía la ofensa de que la gracia divina fue imputada en el tribunal del corazón legal y orgulloso del hombre que se reputa justo a sí mismo. Pero el recibir así a los pecadores era la misma gloria de Dios – Dios manifestado en carne – Dios había descendido a la tierra. Fue por eso que Él bajó a este mundo arruinado. No dejó su trono en los cielos para bajar en búsqueda de los justos, pues ¿por qué tendría que buscar a los tales? ¿Quién pensaría en buscar cosa alguna sino solamente lo que se había perdido? Con toda seguridad la misma presencia de Cristo en este mundo demostró que había venido en busca de algo, y además, que ese algo estaba perdido. “El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc. 19:10). El alma debería regocijarse en gran manera por el hecho de que fue como cosa perdida que provocó la gracia y la piedad del corazón del Pastor. Podemos preguntarnos qué fue lo impulsó el corazón de Jesús hacia nosotros, tal como somos; sí, podemos preguntárnoslo, pero solamente la eternidad nos descifrará la respuesta de este enigma. Podríamos preguntar al pastor de la parábola por qué pensaba más en aquella oveja solitaria y perdida que en las noventa y nueve restantes no perdidas. ¿Cuál sería su respuesta? --- La oveja perdida es mía, es de gran valor para mí, y tengo que hallarla. Jesús podía ver – Él sólo – en un pecador desvalido, un objeto de valor para sí y por el cual se viera impelido a descender del trono de gloria del Padre para salvarlo.

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 13 "Dos niveles de la Fe"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 31

Tomo I 7- EL SEÑOR ES NUESTRO PASTOR Es muy agradable a nuestro espíritu considerar el carácter del Señor Jesús como nuestro Pastor, en cualquiera de sus aspectos, ya sea como: “el buen pastor” (Juan 10:11) dando su vida por las ovejas; “el gran pastor” (Heb. 13:20) saliendo de la tumba, habiendo ya – en la grandeza de su fortaleza – despojado a la muerte de su aguijón y al sepulcro de su victoria; o, como “el príncipe de los pastores” (1Ped. 5:4), rodeado por todos sus pastores subordinados, quienes por amor a Su persona adorable, y por la gracia de Su espíritu, hayan vigilado y cuidado de la grey. De los cuales ceñirá las sienes con diademas de gloria. En todos los aspectos de la historia de nuestro Pastor divino, es muy agradable y edificante pensar en Él. Ciertamente, hay algo en el carácter de nuestro Señor como Pastor que se adapta de manera peculiar a nuestra condición actual. Por la gracia somos constituidos en “pueblo de su prado, y ovejas de su mano” (Sal. 95:7); y como a tales, precisamos de manera bien especial de un pastor. Como pecadores, culpables y arruinados, le necesitamos como el “Cordero de Dios” (Juan 1:29,36); su sangre expiatoria nos encuentra en aquel punto de nuestra historia y satisface nuestra urgente necesidad. Como adoradores, le necesitamos como al “gran sacerdote” (Heb. 10:21), cuyas vestiduras, la expresión comprensiva de sus atributos y requisitos, demuestran a nuestras almas de la manera más bendita cuán eficazmente Él se encarga de este oficio. Como ovejas, expuestas a peligros innumerables en nuestro peregrinaje a través del desierto oscuro en este día sombrío y tenebroso, verdaderamente podemos escuchar la voz de nuestro Pastor, cuya vara y cayado nos proporcionan la seguridad y estabilidad para poder caminar hacia el hogar celestial. Continuará...

Manantial de Vida, Audiolibro, capítulo 12 "Dios es Inmutable"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 30

Tomo I 6- EL CRISTIANISMO ¿En qué consiste? Si mi meta es el dinero, seré avaro; si busco el poder, seré ambicioso; si amo las letras, seré un literato; si mi objeto es Cristo, seré cristiano. No se trata aquí de una cuestión de vida o de salvación, sino de cristianismo práctico. Si alguien nos pidiera que definamos en pocas palabras qué es un cristiano, en seguida responderíamos que es un hombre cuyo objeto es Cristo. Esto es muy simple. ¡Ojalá que podamos experimentar el poder de esta verdad, de manera de manifestar un carácter de discípulos más sano y vigoroso, en estos días en que tantos cristianos, lamentablemente, tienen sus pensamientos en las cosas terrenales! Concluiremos este breve e imperfecto esbozo de un tema tan amplio e importante, con algunas palabras sobre la esperanza del cristiano. 3. La esperanza del cristiano Este tercer y último punto se presenta en nuestro capítulo de una manera tan característica como los otros dos. La posición del cristiano es ser hallado en Cristo; el objeto del cristiano es conocer a Cristo, y su esperanza es ser semejante a Cristo. ¡Cuán admirablemente perfecto es el lazo que existe entre estas tres cosas! Desde el momento que me hallo en Cristo como mi justicia, anhelo conocerle como mi objeto, y cuanto más le conozco, tanto más ardientemente deseo ser semejante a él, esperanza que sólo puede concretarse cuando le vea tal como él es. Al poseer una justicia perfecta y un objeto perfecto, sólo anhelo una cosa más, a saber: acabar con todo lo que me impida gozar plenamente de este objeto. “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3:20-21). Y ahora, al reunir estos pensamientos, tenemos un cuadro completo del cristianismo. No hemos procurado desarrollar aquí ninguno de estos tres puntos mencionados; porque, bien podemos decir, cada uno de ellos requeriría un volumen. El lector haría bien en continuar por sí solo con este admirable estudio. Que para ello se eleve por encima de las imperfecciones y de las inconsecuencias de los cristianos, para contemplar la grandeza moral del cristianismo, tal como este capítulo nos lo muestra en la vida y el carácter de Pablo; y que el lenguaje de su corazón sea: «Que otros hagan como quieran; en cuanto a mí, nada menos que este precioso modelo podrá satisfacer mi corazón; además, quiero quitar mi mirada de los hombres, para fijarla solamente en Cristo, y hallar todo mi gozo en él como mi justicia, mi objeto y mi esperanza.» ¡Que así sea para el escritor y para el lector, por amor a Jesús!

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 11 "Día de Vencedores, Día de ...

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 29

Tomo I 6- EL CRISTIANISMO ¿En qué consiste? El apóstol Pablo no tenía sino un solo objeto: Cristo. Ya sea que se quedase en un lugar o que estuviese de viaje, que predicase el Evangelio o que juntase ramas secas para las estacas (Hechos 18), que estableciese iglesias o que hiciera tiendas, su objeto era Cristo. Tanto de noche como de día, en casa o fuera de ella, por mar o por tierra, solo o con otros, en público o en privado, Pablo podía decir: “Una cosa hago” (v. 13); y esto, notémoslo bien, no se trata solamente de Pablo el diligente apóstol, Pablo el santo arrebatado al tercer cielo, sino de Pablo el cristiano vivo, activo y caminante; de aquel que podía decirnos: “Hermanos, sed imitadores de mí” (v. 17). Y no deberíamos contentarnos con nada menos. Nuestras faltas —es triste decirlo, pero es cierto—, son numerosas; pero mantengamos siempre ante nuestros ojos el verdadero objeto. El escolar, que escribe unas líneas, sólo puede esperar que la página que redacta quede prolija si mantiene sus ojos fijos en la primera línea del encabezamiento que subrayó con una regla. Ahora bien, si luego aparta su mirada de la línea modelo, y se empieza a fijar en la última línea que acaba de trazar —lo cual es una tendencia muy común—, entonces cada línea subsiguiente se irá desviando cada vez más de la precedente. Lo mismo ocurre con nosotros: Apartamos la mirada de nuestro divino y perfecto modelo, y comenzamos a considerarnos a nosotros mismos, a fijarnos en nuestros propios esfuerzos, en lo que somos nosotros, en nuestros propios intereses, en nuestra reputación. Comenzamos a pensar en lo que estaría de acuerdo con nuestros principios, con la profesión que hacemos, con nuestra posición en el mundo, en lugar de pensar en el único objeto que el cristianismo pone ante nosotros, esto es, Cristo. Pero —dirá alguno— ¿dónde se halla esto? En efecto, si lo buscamos en las filas de los cristianos de nuestros días, ello será ciertamente difícil. Pero es lo que nos dice el tercer capítulo de la epístola a los Filipenses, y esto ha de bastarnos. Hallamos allí un modelo del verdadero cristianismo, que debemos tener única y continuamente ante los ojos. Si nuestros corazones quisieran ir en pos de otras cosas, entonces juzguémoslos. Comparemos las líneas que trazamos con la línea modelo, y busquemos seriamente reproducir una copia fiel a partir de ella. Sin duda habremos de llorar por nuestras frecuentes caídas, pero estaremos ocupados con nuestro verdadero objeto, y tendremos así formado nuestro carácter cristiano; porque, no lo olvidemos, éste es el móvil que nos hace actuar, que forma nuestro carácter; cada objeto anhelado, forma nuestro carácter. Continuará...

Manantial de Vida, Audiolibro, Capitulo 10, "Día de Redención"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 28

Tomo I 6- EL CRISTIANISMO ¿En qué consiste? La meta del cristiano no es hacer su camino en el mundo, ir en busca del dinero, procurar alcanzar una posición social elevada, buscar engrandecer su familia, hacerse de un nombre y buscar fama. Él no aspira a ser considerado un gran hombre, un hombre rico, un hombre popular. No, ninguna de estas cosas es un objeto cristiano. Ellas pueden constituir las aspiraciones de aquellos que no han hallado mejores bienes; pero el cristiano ha hallado a Cristo. En esto reside toda la diferencia. Puede parecer natural para un hombre que no conoce a Cristo como su justicia, hacer lo mejor que pueda para forjar su propia justicia; pero para aquel cuya posición está en un Cristo resucitado, la más perfecta justicia que pudieran producir los esfuerzos humanos, no sería más que una pérdida. Es exactamente lo mismo cuando se trata de un objeto. La cuestión no es decir: «¿Qué hay de malo en tal o cual cosa?», sino: «¿Es esto de Cristo?». Es útil considerar esto, pues estamos seguros de que una de las grandes causas de la baja condición espiritual que prevalece entre los cristianos, se debe justamente al hecho de que la mirada es quitada de Cristo, y fijada en tal o cual objeto inferior. El objeto puede tener en sí mismo cierto valor moral para un hombre del mundo, para un hombre que no ve nada más allá de su lugar en la naturaleza, en la vieja creación. Pero, para el cristiano, no es así. Él no es de este mundo. Está en el mundo, pero no es del mundo. Ellos “no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo”, dice nuestro amado Señor (Juan 17:14). “Nuestra ciudadanía está en los cielos” (Filipenses 3:20), y nunca debiéramos estar satisfechos con un objeto inferior a Cristo. No importa en lo más mínimo la posición social en la cual estemos. Un hombre puede ser un recolector de residuos o un príncipe, o puede ocupar uno de los numerosos grados entre estos dos extremos sociales; es todo lo mismo si Cristo constituye su único y verdadero objeto. No es la condición social de un hombre, sino el objeto que persigue, lo que le confiere su carácter. Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 9, "Día de Justicia Final"

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 27

Tomo I 6- EL CRISTIANISMO ¿En qué consiste? Así pues, vemos que la posición de un cristiano está en Cristo. “Hallado en él” (Filipenses 3:9). Ésta es la posición cristiana. Nada más ni nada menos que ésta. No es que una parte esté en Cristo y la otra en la ley, una parte en Cristo y otra en las ordenanzas. No; se halla toda “en él”. Ésta es la posición que el cristianismo provee. Si se la tocase en lo más mínimo, no sería más el cristianismo. Puede que se trate de algún «ismo» antiguo, de un «ismo» medieval o de algún «ismo» nuevo; pero si fuese otra cosa que no sea solamente “hallado en él”, seguramente no sería el cristianismo del Nuevo Testamento. Vemos, pues, la importancia, en el tiempo en que vivimos, de actuar en las conciencias de nuestros lectores. Les suplicamos que consideren bien este primer punto, como lo ha expresado un himno: «En Cristo está nuestra posición.» Él es nuestra justicia; él mismo, el Cristo crucificado, resucitado, exaltado y glorificado. Sí, él es nuestra justicia. “Ser hallado en él”, he aquí la propia posición cristiana. No es el judaísmo, el catolicismo, ni ningún otro «ismo». No es ser miembro de esta iglesia o de tal otra, sino que es estar en Cristo. Éste es el gran fundamento del verdadero cristianismo práctico. Ésta es, en una palabra, la posición del cristiano. 2. El objeto del cristiano Aquí nuevamente vemos que el cristianismo nos coloca delante de Cristo solo. El hecho “de conocerle” (Filipenses 3:10) constituye la aspiración del verdadero cristiano. Si la posición del cristiano es “ser hallado en él”, “conocerle” constituye su único objeto, su única meta. La filosofía de los antiguos tenía un adagio que era constantemente presentado a la atención de sus discípulos: «Conócete a ti mismo.» El cristianismo, al contrario, tiene otra palabra, que tiende a un objeto más noble y elevado. Nos insta a conocer a Cristo, a hacer de él el objeto de nuestro corazón, a fijar nuestra mirada en él. Esto y sólo esto constituye el objeto del cristiano. Tener cualquier otro objeto no constituye en absoluto el cristianismo, y lamentablemente los cristianos tienen otros objetos en que ocuparse. Por eso decíamos al principio de nuestro artículo, que lo que deseábamos presentar a nuestros lectores es el cristianismo y no la marcha de los cristianos. Poco importa cuál sea el objeto que nos ocupa; desde el momento que no es Cristo, no es el cristianismo. El anhelo del verdadero cristiano tenderá siempre hacia lo que se dice en estas palabras: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” (v. 10). Continuará...

Manantiales de Vida, Audiolibro, Capítulo 8, "Día de Celebración

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

COLECCION DE ESCRITOS MISCELANEOS TOMO 1 CAPÍTULO 26

Tomo I 6- EL CRISTIANISMO ¿En qué consiste? Es cierto, benditamente cierto, que Pablo trajo todos sus pecados a la cruz y que ellos fueron lavados en la sangre expiatoria de la divina ofrenda por el pecado. Pero vemos otra cosa en este importante pasaje. Vemos a un hombre legalista arrojando lejos de sí su propia justicia y estimándola como una cosa repugnante y sin valor en comparación con un Cristo resucitado y glorificado, quien es la justicia del cristiano, la justicia que pertenece a la nueva creación. Pablo tenía pecados que lamentar, pero tenía una justicia en la cual podía gloriarse. Tenía culpa en la conciencia, y laureles en la frente. Tenía abundantes cosas de que avergonzarse, y abundantes cosas de que gloriarse. Pero el punto principal que se presenta en Filipenses 3:4-8 no es el de un pecador cuyos pecados han sido perdonados, su culpa borrada y su vergüenza cubierta, sino el de un legalista que deja atrás su propia justicia, el de un erudito que se despoja de todos sus laureles, el de un hombre que abandona su vanagloria por la sencilla razón de que ha hallado la verdadera gloria, el galardón inmarcesible y una eterna justicia en la Persona de un Cristo victorioso y exaltado. No se trataba solamente de que Pablo, el pecador, tuviese necesidad de una justicia, porque, en realidad, él no tenía ninguna; sino de que Pablo, el fariseo, prefería la justicia que le fue revelada en Cristo, porque ella era infinitamente mejor y más gloriosa que toda otra. Sin duda, Pablo, como pecador, tenía necesidad de una justicia, en la cual pudiese estar de pie ante Dios, como todo otro pecador; pero no es eso lo que él nos presenta en este capítulo. Deseamos que nuestros lectores comprendan con claridad este punto, a saber, que no es sólo cuestión de que mis pecados me muevan hacia Cristo, sino de que Sus excelencias me atraen a Él. Es cierto que tengo pecados y que, por lo tanto, necesito a Cristo; pero aunque tuviese una justicia, la arrojaría lejos de mí y sería dichoso de refugiarme “en Él”. Sería una positiva “pérdida” para mí el tener una justicia propia, ya que Dios me ha provisto en su gracia de tan gloriosa justicia en Cristo. Es como Adán en el huerto de Edén; estaba desnudo y, en consecuencia, se hizo un delantal; pero habría sido una “pérdida” para él el hecho de conservar el delantal después que Jehová Dios le hiciera una túnica. Seguramente era muchísimo mejor tener una túnica hecha por la mano de Dios, que un delantal hecho por la mano del hombre. Así pensó Adán, así pensaba Pablo, y así pensaban todos los santos de Dios cuyos nombres hallamos grabados en las páginas sagradas. Es mejor estar en la justicia de Dios, que es por la fe, que estar en la justicia del hombre, que es por las obras de la ley. No es solamente una gracia ser librados de nuestros pecados mediante el remedio que Dios proveyó, sino que es también una gracia ser librados de nuestra justicia y aceptar, en lugar de ella, la justicia que Dios reveló. Continuará...