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LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 8

El cristiano en el hogar C. H. Mackintosh LA CASA DEL CREYENTE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO LA CASA DEL SIERVO DE DIOS EN EL LIBRO DEL ÉXODO Nos remitimos ahora a los primeros capítulos del libro del Éxodo, donde vemos que tan sólo una de las cuatro objeciones de Faraón a dejar que Israel fuese plenamente liberado, se refería específicamente a los niños (Éxodo 10:8-9): “Y Moisés y Aarón volvieron a ser llamados ante Faraón, el cual les dijo: Andad, servid a Jehová vuestro Dios. ¿Quiénes son los que han de ir? Moisés respondió: Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros viejos, con nuestros hijos y con nuestras hijas; con nuestras ovejas y con nuestras vacas hemos de ir; porque es nuestra fiesta solemne para Jehová.” La razón por la cual debían tomar a los niños y a todos los que estaban con ellos, era que tenían que celebrar una fiesta solemne a Jehová. La naturaleza podía decir: «Oh, ¿qué es lo que estas criaturitas podrían comprender acerca de tal fiesta? ¿No temeríais que pudiesen hacerse formalistas?» La respuesta de Moisés es simple y decisiva: Hemos de ir con nuestros niños, etc. (v. 9) porque es nuestra fiesta solemne para Jehová. Los padres israelitas no tenían la idea de que debían buscar una cosa para sí mismos y otra para sus hijos. No suspiraban por Canaán para ellos y por Egipto para sus hijos. ¿Cómo habrían podido nutrirse del maná del desierto o del fruto del país de la promesa, entretanto sus hijos se estuviesen alimentando de los puerros, las cebollas y los ajos de Egipto (Números 11:5)? ¡Imposible! Ni Moisés ni Aarón habrían comprendido tal manera de actuar. Ellos sentían que un llamado de Dios dirigido a ellos, era un llamado dirigido a sus hijos, y, además, si no hubieran estado plenamente convencidos de ello, tan pronto como habrían salido de Egipto por un camino, sus hijos los habrían hecho regresar por otro. Continuará...

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TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 7

El cristiano en el hogar C. H. Mackintosh LA CASA DEL CREYENTE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO JACOB Y SU CASA Leamos un pasaje con referencia a la historia de Jacob: “Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el.” Estas palabras parecen haber sido dirigidas a Jacob personalmente; pero él jamás pensó, ni por un momento, en desligarse de su familia, ni en cuanto al privilegio ni en cuanto a la responsabilidad; por eso se añade. “Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. Y levantémonos, y subamos a Bet-el” (Génesis 35:1-3). Aquí vemos que un llamado hecho a Jacob, pone toda su casa bajo una responsabilidad. Jacob fue llamado a subir a la casa de Dios, y la pregunta que se presenta de inmediato a su conciencia, es: «¿Está mi casa en un estado conveniente para responder a tal llamado?» Continuará...

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TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 6

El cristiano en el hogar C. H. Mackintosh LA CASA DEL CREYENTE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO Abraham y su casa La relación es a la vez notable y hermosa, y el hombre que falta en fe para apropiarse del privilegio, faltará en poder moral para llevar a cabo la responsabilidad. Dios considera la casa de un hombre como parte de sí mismo, y el hombre no puede, en el más mínimo grado, ya en principio, ya en práctica, desconocer esta relación sin sufrir graves daños y sin causar perjuicios al testimonio. Ahora bien, la pregunta para la conciencia de un padre cristiano, es ésta: «¿Cuento con Dios para mi casa; y gobierno mi casa para Dios?» Ésta es, seguramente, una pregunta solemne; sin embargo, es de temerse que muy pocos cristianos sienten su importancia y gravedad. Puede que mi lector se sienta dispuesto a demandar un mayor número de pruebas bíblicas que el que se ha aducido, en cuanto a nuestro derecho de contar con Dios para nuestras casas. Voy, pues, a proseguir con las citas bíblicas. Continuará...

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TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 5

El cristiano en el hogar C. H. Mackintosh LA CASA DEL CREYENTE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO Abraham y su casa Pero Dios no solamente gobierna su casa como lo dijimos, sino que también ama, aprueba y honra con su confianza a aquellos que lo imitan. En el pasaje citado, lo oímos decir: «No puedo encubrir mis propósitos a Abraham.» ¿Por qué? ¿Por causa de su gracia y fe personales? No; simplemente porque “mandará a sus hijos y a su casa”. Un hombre que sabe mandar así a su casa, es digno de la confianza de Dios. Ésta es una asombrosa verdad, cuyo filo alcanzará, espero, la conciencia de los padres cristianos. La mayoría de nosotros, ¡ay!, al meditar Génesis 18:19, haríamos bien en prosternarnos delante de Aquel que pronunció y escribió esta palabra, y exclamar: «¡Qué fracaso de mi parte, qué vergonzoso y humillante fracaso!» ¿A qué se debe? ¿A qué se debe que hemos faltado a la solemne responsabilidad que nos ha tocado con respecto al gobierno de nuestra casa? Creo que hay una sola respuesta a esta pregunta: la razón es que no hemos hecho efectivo, por la fe, el privilegio conferido a esta casa, en virtud de su asociación con nosotros. Es notable que nuestros dos primeros pasajes nos presenten, con absoluta exactitud, las dos grandes divisiones de nuestro tema, a saber: el privilegio y la responsabilidad. En el caso de Noé, la palabra era: “Tú y tu casa”, en relación con la salvación. En el caso de Abraham, era: “Tú y tu casa” con relación al gobierno moral. Continuará...

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TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 4

El cristiano en el hogar C. H. Mackintosh LA CASA DEL CREYENTE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO Abraham y su casa El segundo pasaje que quiero citar se refiere a la vida de Abraham. “Y Jehová dijo: ¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer... ? Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él” (Génesis 18:17-19). Aquí no se trata de una cuestión de salvación, sino de comunión con el pensamiento y los propósitos de Dios. Que el padre cristiano note y sopese solemnemente el hecho de que cuando Dios buscaba un hombre a quien pudiese revelar sus consejos secretos, escogió a aquel que poseía la simple característica de mandar “a sus hijos y a su casa” que guarden el camino del Señor. Esto no puede dejar de demostrar, a una conciencia delicada, un aguzado principio; pues si hay un punto respecto del cual los cristianos han faltado más que sobre cualquier otro, es en el deber de mandar a sus hijos y a su casa que sirvan al Señor. Ellos seguramente no han tenido a Dios delante de sus ojos a este respecto; pues, al considerar todas las Escrituras referentes a los caminos de Dios respecto a Su casa, encuentro que en todos ellos hay una característica invariable: Dios ejerce su poder sobre el principio de la justicia. Él ha establecido firmemente y mantenido inquebrantablemente su santa autoridad. No importa el aspecto o el carácter exterior de la casa de Dios, el principio esencial de sus tratos con ella es inmutable: “Tus testimonios son muy firmes; la santidad conviene a tu casa, oh Jehová, por los siglos y para siempre” (Salmo 93:5). El siervo debe siempre tomar a su Maestro como modelo; y si Dios gobierna su casa con un poder ejercido en justicia, así debo yo gobernar la mía; pues si, en algún detalle, difiero de Dios en mi conducta, debo evidentemente estar mal en ese detalle; esto está claro. Continuará...

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TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 3

El cristiano en el hogar C. H. Mackintosh LA CASA DEL CREYENTE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO NOÉ Y SU CASA Pero no podemos limitarnos a tratar esta cuestión tan seria y tan profundamente práctica por pura analogía y meras deducciones. El pasaje recién citado es tan sólo el primero de una serie de varios textos que constituyen pruebas directas y positivas de lo que deseo hacer comprender. En Génesis 7:1 hallamos las significativas palabras: “Tú y tu casa” inseparablemente unidas. Dios no reveló a Noé una salvación sin provecho para su casa. Jamás contempló tal cosa. La misma arca que fue abierta para él, fue abierta también para los suyos. ¿Por qué? ¿Porque tenían fe? No; sino porque Noé la tenía, y porque ellos estaban unidos a él. Dios le dio a Noé, por así decirlo, un salvoconducto que habría de servir para él y para su familia. Lo repito, esto no debilita en absoluto el carácter típico de Noé. Yo veo en él este carácter; mas veo también en él, personalmente, este principio, a saber, que cualesquiera que sean las circunstancias, no podemos separar a un hombre de su casa. El hacerlo implicaría seguramente la más violenta confusión y la más baja desmoralización. La casa de Dios es puesta en una posición de bendición y responsabilidad, porque ella está unida a Él; y la casa del siervo de Dios está, por la misma razón, es decir, por estar unida a él, en una posición de bendición y responsabilidad. Tal es nuestra tesis. Continuará...

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TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 2

El cristiano en el hogar C. H. Mackintosh LA CASA DEL CREYENTE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO NOÉ Y SU CASA Cuando la iniquidad del mundo antediluviano había llegado a su colmo, y el Dios justo, quien estaba por devastar toda ésta escena de corrupción con la recta corriente del juicio, tuvo que decidir el fin de toda carne, estas gratas palabras sonaron a oídos de Noé: “Entra tú y toda tu casa en el arca; porque a ti he visto justo delante de mí en esta generación” (Génesis 7:1). Se dirá sin duda, y con razón, que Noé era un tipo de Cristo, la cabeza justa de toda la familia de salvados, salvados en virtud de su unión con Él. Lo admito plenamente. Pero ello no quita que vea, en la historia de Noé, otra cosa además de un carácter típico; deduzco de aquí y de otros pasajes análogos un principio que, desde el comienzo mismo de este escrito, quisiera establecer con la mayor claridad, a saber: que la casa de cada siervo de Dios es, en virtud de su relación con Él, puesta en una posición de privilegio y, consiguientemente, de responsabilidad. Este principio tiene infinitas consecuencias prácticas; y ello es lo que, con la bendición de Dios y por su gracia, nos proponemos examinar en el presente escrito. Pero lo que debemos hacer en primer lugar es tratar de establecer la veracidad de lo dicho por medio de la Palabra de Dios. Si simplemente fuésemos llevados a razonar por analogía, el principio en cuestión sería fácilmente demostrado; pues ¿qué persona que conoce el carácter y los caminos de Dios podría creer que Dios atribuye una inmensa importancia a lo que concierne a Su propia casa, y que no atribuye ninguna, o casi, a la de su siervo? ¡Sería imposible! Ello no guardaría consonancia con Dios, y Dios sólo puede obrar de forma consistente consigo mismo. Continuará...

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TÚ Y TU CASA CAPÍTULO 1

El cristiano en el hogar C. H. Mackintosh INTRODUCCIÓN Hay dos casas que ocupan un lugar muy prominente en las páginas inspiradas: La casa de Dios y la casa del siervo de Dios. La casa atribuye una gran importancia a su casa, y justamente porque es suya. Su verdad, su honor, su carácter y su gloria están comprometidos en el carácter de su casa. Por tal motivo, es su deseo que la expresión de lo que Él es se manifieste con total claridad en lo que le pertenece. Si Dios tiene una casa, ella habrá de ser seguramente una casa piadosa, santa, espiritual y elevada; una casa pura y celestial. Deberá tener todos estos caracteres, no meramente de una manera abstracta —es decir, en cuanto a su posición y principios—, sino también en el aspecto práctico. Su posición abstracta se basa en lo que Dios ha hecho de ella y en el lugar donde la colocó; mas su carácter práctico halla su fundamento en el andar práctico de aquellos que forman parte esencial de la misma aquí abajo. Muchas almas pueden estar dispuestas a comprender la verdad y la importancia de los principios atinentes a la casa de Dios; mas son pocos, comparativamente hablando, los que prestan suficiente atención a los principios que deben regir la casa del siervo de Dios; aun cuando al formulárseles la pregunta: «¿Cuál es la casa que sigue en importancia a la casa de Dios?» respondiesen sin titubeos: «La casa del siervo de Dios.» Dado que no hay nada comparable a dejar que la santa autoridad de la Palabra de Dios actúe sobre la conciencia, citaré algunos pasajes de la Escritura que pondrán de manifiesto, de una manera clara y rotunda, los pensamientos de Dios acerca de lo que debe ser la casa de uno de sus hijos.

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 122

MAX LUCADO El Siguiente Paso Desafíate a ser feliz «Quiero decirle nuevamente que valoro su trabajo». Esta vez, ella se detuvo. Tenía los ojos llenos de lágrimas. «Esto significa mucho para mí. Ha sido un largo día». ¿Quieres intentar este desafío? Todos los demás se presentan al trabajo con el ceño fruncido y una lista de cosas por terminar. ¿Y tú? Todavía tienes trabajo que hacer, pero también tienes esta labor. ¿A quién puedo ayudar hoy? ¿A quién puedo animar? ¿Quién necesita recibir un rayito de sol? Quizás el nuevo empleado del cubículo que está al final del pasillo. O el vecino cuyo chihuahua merodea por tu patio. O tu profesora. Sí, tu profesora. La que desayuna limones y almuerza estudiantes. Los demás la evitan. Pero tú no. Tú buscas formas de levantarle el ánimo, iluminar su día, darle cumplidos, entenderla y agradecerle. ¿Será el mundo diferente porque tú lo intentaste? Apuesta tu dulce vida a que así será. En tu mundo, te convertirás en el equivalente a un camión de helados. Cuando era niño, un camión de helados solía visitar mi vecindario. A esta fecha, medio siglo después, si alguna banda toca la canción «Cuando los santos marchen ya», se me hace agua la boca y busco una moneda en los bolsillos. Cuando escuchaba el sonido metálico del camión, ya sabía qué hacer. No era el único. Los niños llegaban de todos lados. De los parques de las pequeñas ligas. De los patios traseros. De los patios de las escuelas. Las casas vomitaban jóvenes tal como el metro descarga a los pasajeros. Se acercaban pedaleando en bicicleta, volando en un monopatín o corriendo solos como locos. El camión de helados estaba en el vecindario. Sé ese camión de helados. Sé la persona que los demás se alegran al ver. Sé la voz que las personas quieren escuchar. Sé el chofer del camión de la felicidad. Y ve si no eres tú el que más sonríe.

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 121

MAX LUCADO El Siguiente Paso Desafíate a ser feliz Me gustaría desafiarte a hacer lo mismo. Esta es mi idea. Proponte subir el nivel de alegría de cien personas durante los próximos cuarenta días. De forma intencionada, pon en práctica los pasajes de reciprocidad (los unos a los otros). Ora por las personas, sirve más, práctica la paciencia y saca a relucir lo mejor de los demás. Haz un diario personal en el que describas los encuentros que tuviste y qué hiciste. Apunta los detalles de cada momento. ¿En qué lugar fue? ¿Qué aprendiste? Al terminar los cuarenta días, ¿será distinto tu mundo? ¿Serás tú distinto? De seguro, yo sí lo soy. Llevé a cabo el desafío mientras escribía este libro. La experiencia fue el doble de difícil de lo que imaginé, pero cien veces más gratificante de lo que alguna vez pensé. Esta es una de esas anotaciones que hice en mi diario: El avión que salía de Mineápolis estaba dos horas atrasado, debido al «retraso de la tripulación», según anunciaba el auxiliar de puerta a los pasajeros que estaban en el área de espera. Cuando los tres sobrecargos aparecieron, ya era casi hora de dormir. Estaban cansados por causa del vuelo anterior y pasaban avergonzados entre la multitud de pasajeros, que los miraban con cara larga. Incluso algunos los abuchearon. Cuando finalmente nos subimos al avión, todavía era un caos. No había espacio suficiente entre la cabeza y el techo. Había muchos abrigos de invierno. Terminé dejando mi bolso a un campo de fútbol de distancia de mi asiento. Me senté con un suspiro. Luego recordé el desafío de hacer feliz a cien personas. Había pasado media hora de vuelo cuando tuve la oportunidad de agradecer a la sobrecargo por el profesionalismo con el que manejó el retraso. Ella me agradeció que yo le agradeciera. Aun así, yo sentía que podía hacer más. A mitad de trayecto, me levanté de mi asiento y fui a su estación de trabajo. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 120

MAX LUCADO El Siguiente Paso Desafíate a ser feliz Estoy agradecido de que podamos repetir momentos como ese a cualquier hora del día y en cualquier lugar del mundo. ¿Deseas un aguacero de alegría? ¿Estás agotado(a) de la monotonía del día a día? Entonces, haz lo siguiente: sirve a alguien, saluda a alguien, cede el asiento, escucha cuando alguien te cuenta su historia, haz un cheque, escribe una carta, da de tu tiempo, da un consejo y da de tu corazón. Haz feliz a alguien. «Más bienaventurado es dar que recibir» (Hechos 20.35). Es mejor perdonar que guardar rencor, . . . mejor edificar que destruir, . . . mejor incluir que excluir,. . . mejor buscar entender que ignorar, . . . mejor amar que odiar. La solución de Dios para las enfermedades de la sociedad es un quórum de personas que sean generosas, entreguen su vida y amen a Dios, que fluyan por vecindarios y empresas como agentes de limpieza, llevando lo bueno y eliminando lo malo. Estas personas provienen de todos los rincones del mundo, reflejan todas las tonalidades de piel. Liberales, conservadoras, rurales, metropolitanas, jóvenes, ancianas. Con todo, están unidas gracias a este increíble descubrimiento: la felicidad se encuentra regalándola a otros. Si alguien es más feliz que el receptor, es el que da el regalo. Albert puede hablarte de eso. Es cartero en Waco, Texas. Hace entregas diarias en la tienda de muebles donde mi hija Sara solía trabajar. Ese negocio tenía muchísimo éxito. Cuando era una empresa emergente, el negocio sufría un nivel de caos constante. Todos aprendían del sistema al mismo tiempo. Los empleados estaban de pie todo el día. Podía ser un lugar estresante. Por eso todos amaban a Albert. Sara describía su llegada como el punto culminante del día. ¡El punto culminante! Según recuerda: «Preguntaba a cada uno cómo estaba. Nos miraba a los ojos y decía: “Que Dios los bendiga”». Albert reparte más que el correo. Reparte felicidad. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 119

MAX LUCADO El Siguiente Paso Desafíate a ser feliz Durante casi todo el juego, el momento de Olson estuvo en duda. El marcador iba 14-14 en la mitad, 21-21 después de tres cuartos. Con seis minutos para terminar el juego, los equipos iban empatados 28-28. Pero luego USC se encendió, anotó tres veces y sacó una ventaja imposible de alcanzar. El entrenador Helton pidió tiempo. Olson hizo un par de snaps de práctica. Mientras calentaba, Helton le dio la señal al entrenador de Western Michigan, quien le dio la señal a su equipo. Todos los jugadores, en ambos costados del campo, se despabilaron. El árbitro, que también era parte del drama, localizó el balón, puso la mano en la espalda de Olson, despejó del camino e hizo sonar el pito para que comenzará el juego. En ese momento, no había competidores, no había bandos contrarios, no había perdedores ni ganadores. Había un solo jugador que vencía una enorme discapacidad, y todos lo animaban. En la historia del fútbol americano universitario, el juego era uno de miles. Sin embargo, el momento era uno en un millón. En el instante preciso, Olson hizo un snap perfecto en espiral. El balón estaba en su lugar, la patada fue buena y Jake fue rodeado por sus compañeros de equipo. Quizás haya sido el mejor punto extra de la historia de los troyanos. ¿A quién no le gustan las historias como esa? ¿Qué palabra representa lo que sentimos en momentos como esos? ¿Qué tal esta: felicidad? ¡Y ni siquiera estuvimos ahí! Yo no estaba en las gradas. Lo más probable es que tú no hayas estado ahí. No vimos el snap ni fuimos testigos de la patada, aun así, con solo leerlo, nos sentimos felices. Cuando la humanidad muestra la generosidad suficiente para ayudar a que otros tengan su momento, la felicidad encuentra la forma de precipitarse como cascada. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 118

MAX LUCADO El Siguiente Paso Desafíate a ser feliz Para ese entonces, Pete Carroll era el entrenador principal de USC. Un amigo en común que tenía con la familia Olson le contó acerca de un niño que siempre había sido fan de los troyanos y que estaba a punto de perder la vista. Carroll se dispuso a llenar la mente de Jake de recuerdos futbolísticos de USC. Hizo arreglos para que Jake conociera a los jugadores, estuviera antes y después de las prácticas y blandiera la espada del líder de la banda tradicional y dirigiera la banda después del juego. Jake incluso viajó a Notre Dame con el equipo. Luego, llegó la oscuridad. Cuando, tras la cirugía, su salud estuvo lo suficientemente buena como para asistir a una práctica del equipo, lo recibieron como si hubiera ganado el Trofeo Heisman. Cuando Carroll comenzó a trabajar para los Seattle Seahawks, invitó a Olson a unirse a las bandas del equipo durante un juego. En esa oportunidad fue cuando el centro del equipo le preguntó a Olson si alguna vez había hecho un snap largo. La ceguera le impedía a Olson lanzar, taclear, bloquear y atrapar la pelota, ¿pero lanzar el balón por entre las piernas a un receptor que estaba a ocho yardas de distancia? Olson aprendió a hacerlo. Se convirtió en un sueño para él jugar en, al menos, un partido de USC. Para hacerlo realidad, los entrenadores de dos equipos tuvieron que conversar. Los jugadores de Western Michigan acordaron que los apoyadores externos no lo aplastarían. Los entrenadores de USC acordaron usar a Olson solo después de que, para cualquiera de los dos equipos, fuera imposible ganar el juego. Durante la Conferencia de los 12 del Pacífico, la universidad oficializó la decisión. Jake se puso el uniforme y esperó su oportunidad. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 117

MAX LUCADO El Siguiente Paso Desafíate a ser feliz El momento más grande en la historia del fútbol estadounidense de la Universidad de Carolina del Sur no contempla elevaciones de trofeos ni touchdowns —o anotaciones— heroicos. En mi opinión, el evento que merece un lugar en el Salón de la Fama no incluye ningún pase victorioso ni ningún entrenador empapado en Gatorade. Si me dieran la oportunidad de pararme en la banda y observar un momento el programa historiado que comenzó en 1880, seleccionaría el juego entre USC y Western Michigan de 2017. Con tres minutos y trece segundos para entrar al último cuarto, USC interceptó un pase para touchdown y obtuvo una sólida ventaja de 48- 31. Algunos de los 61.125 fanáticos comenzaron a caminar hacia las salidas de Los Angeles Memorial Coliseum. El resto del juego daba la impresión de ser una formalidad. Pero luego el entrenador principal, Clay Helton, gritó a Jake Olson, camiseta roja de segundo año, para que hiciera un snap (pase) largo para el punto extra. Lo que hace que este momento sea histórico e inolvidable no es que el jugador fuera sacado de la banca. El aspecto único y digno de ver de este juego fue que el jugador era ciego. Así es. Jake Olson entró trotando a un campo que, para él, era tan oscuro como la medianoche. No podía ver los rostros sonrientes de los otros troyanos del montón. No podía ver la fila de compañeros de equipo que estaba en la banda, todos de pies, todos mirando. No podía ver a los entrenadores que, con los ojos llorosos y la garganta apretada, sabían que se encontraban frente a un sueño que se hacía realidad. La travesía de Jake Olson hacia este juego comenzó a la edad de diez meses, cuando perdió el ojo izquierdo por un cáncer de retina. El cáncer volvió cuando tenía doce años. Los médicos determinaron que la única forma de contener el cáncer era extirparle el ojo derecho también. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 116

MAX LUCADO SÉ AMADO, LUEGO AMA Ámense los unos a los otros. JUAN 13.34 Nuestra casa está a diez minutos caminando de la entrada. Para Rosie, ese tramo es una aventura a nivel de Lewis y Clark. Cuando comenzamos a caminar, puso su mano en alto como una guardia de tránsito que hace parar a un peatón imprudente. «Quédate ahí, Papa Max. Yo voy». Me detuve. Me quedé atrás lo suficientemente lejos como para hacerle creer que iba sola. Tú sabes y yo sé que jamás la dejaría caminar sola hacia la entrada. Especialmente a las nueve de la noche. Después de dar unos pasos, se detuvo y miró alrededor. Quizá fue el sonido de las hojas que crujían. O las sombras que se formaban en el camino. No sé por qué se detuvo. Pero yo estaba cerca para ver lo que hacía. Y lo suficientemente cerca para escucharla decir «¡Papá Max!». En dos segundos, estuve a su lado. Me miró y sonrió. «¿Ven conmigo?». Tomados de la mano, caminamos lo que quedaba del trecho. Los predicadores tendemos a complicar muchísimo este asunto del amor de Dios. Nos obsesionamos con palabras largas y pensamientos teológicos, cuando, tal vez, la mejor ilustración es algo como Rosie caminando en la oscuridad, gritando por ayuda y recibiéndola de su papá que se apresura a socorrerla. Tu Padre te sigue, amigo(a) mío(a). Y en esta travesía de la vida y del amor, cuando la noche causa más temor que fe, cuando crees que es imposible amar a las personas que son difíciles de amar, solo detente y llámalo. Él está más cerca de lo que piensas. Y no tiene intenciones de dejarte avanzar sin ayuda por este camino.

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 115

MAX LUCADO SÉ AMADO, LUEGO AMA Ámense los unos a los otros. JUAN 13.34 Dios todavía no termina. Deja que maduren las uvas. Dale tiempo al artista. Aplaude los avances que ves. Sé el(la) animador(a) que saca lo mejor de los demás, no el crítico que apunta a ellos. Disfrutarás la relación y ellos también. Acepta el rol del señor Mosconi. Mira tu mundo como un museo de tesoros divinos. Mírate a ti mismo como el cuidador. Tú existes para hacer que la música brote de ellos. Mosconi tenía un armario de herramientas: resina, aceites y arcos. Tú también cuentas con un armario de herramientas: palabras de ánimo, palabras de amonestación, un saludo afectuoso, perdón genuino. Aplicas resina a tus relaciones con paciencia, bondad y desinterés. Haces todo lo que sea necesario para sacar lo mejor de los demás. ¿Por qué? Porque Dios está sacando lo mejor de ti. Poco a poco, día tras día, de un nivel de gloria a otro, Dios está haciendo una nueva versión de ti. No cedas ante el comité diminuto de pensamientos negativos que te deja relegado al costado del camino. Quizás fallaste en el amor. No importa. Dios da segundas oportunidades. Tal vez te hayas hecho la reputación de ser mordaz. Sin problema. Dios puede cambiar eso. Él te puede cambiar. Él no ha perdido la fe en ti. No pierdas la confianza en ti mismo. Ejercí labores de abuelo una de estas noches. Los padres de Rosie tenían un compromiso y mi esposa estaba fuera de la ciudad, así que adivina quién tuvo una cita con su amor de dos años y medio. Oh, ¡qué bien lo pasamos! Se disfrazó de novia. Comimos Cheerios, sin leche. Bailamos música de Disney. Y, para rematar, caminamos hacia la entrada en la oscuridad. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 114

MAX LUCADO SÉ AMADO, LUEGO AMA Ámense los unos a los otros. JUAN 13.34 Hace unos días me encontré compartiendo un carrito de golf con un sujeto mayor de sesenta, a quien nunca había visto. Terminamos en la misma cancha de California, esperando aprovechar el cielo azul y hacer un par o dos. Mientras me contaba su historia, me di cuenta de que tenía todos los motivos para sentirse miserable. Llevaba veinte años batallando con migrañas, se divorció de su esposa, actualmente está desempleado y buscando trabajo, y durante los últimos diez años se ha tenido que mudar, como mínimo, una vez por año. Si lo escucharas hablar, pensarías que acaba de bailar por el camino de baldosas amarillas de Dorothy. No puedo darle crédito a su golf. Su swing era un poco terco. Pero su felicidad era contagiosa. Me tuvo sonriendo desde el punto de salida hasta la trampa de arena. Tuve que preguntarle: «Para un sujeto con tantos malos momentos en la vida, ¿cómo es que siempre sonríes?». Me miró con ojos destellantes. «¡Pasa que siempre conozco gente nueva! Cada ser humano es una historia. ¿Cómo es posible no amar al mundo cuando está tan lleno de historias?». Mi amigo entiende cómo se logra la felicidad. Invitemos al Padre a encender una fascinación igual en nuestro corazón. Piénsalo. Si cada persona es motivo de alegría, tenemos siete mil millones de motivos para sonreír. Ten en cuenta que todos somos obras en proceso. No emitirías juicio sobre un vino después de haber comido solo una uva de la viña, ni emitirías una opinión del trabajo de un artista después de una sola pincelada. Le das tiempo a la viña para que madure y al artista, la oportunidad de completar la pintura. Dale lo mismo a Dios. No ha terminado todavía y algunas de sus obras, a decir verdad, algunos de nosotros, necesitan atención extra. Toma apunte del apóstol Pablo, que les dijo a algunos amigos:Y estoy seguro de que Dios, quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada el día que Cristo Jesús vuelva. (Filipenses 1.6, NTV) Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 113

MAX LUCADO SÉ AMADO, LUEGO AMA Ámense los unos a los otros. JUAN 13.34 ¿El esposo sentado a la mesa en el desayuno? No es solo un sujeto que necesita una afeitada; es creación de Dios, destinado a una tarea celestial. ¿El vecino que vive al final de la calle? No es una persona que olvida cortar el césped. Fue hecho a la imagen de Dios. Dios plantará en tu corazón el apreciar a su familia multifacética. El egocentrismo quiere un mundo uniforme: que todos se vean igual y actúen igual. Dios ama la diversidad de la creación. «Porque somos hechura suya . . .» (Efesios 2.10). La palabra hechura viene del vocablo griego poiéma, del que se deriva la palabra castellana «poema». ¡Somos poesía de Dios! Lo que hizo el poeta Longfellow con lápiz y papel, nuestro Creador lo hizo con nosotros. Somos una expresión de su máxima creatividad. Nosotros somos su poesía. Tú no eres poesía de Dios. Yo no soy poesía de Dios. Juntos somos poesía de Dios. De forma independiente, somos nada más que pequeñas partes de la página de Dios. Tú puedes ser un verbo, ella puede ser un sustantivo y yo, probablemente, soy un signo de interrogación. Somos solo letras, marcas de la mano de Dios. Entonces, ¿qué letra tiene derecho a criticar a otra? ¿Se atreve la p a acusar a la q de estar al revés? ¿Se atreve la m a burlarse de la w por ser muy abierta de mente? ¿Quiénes somos nosotros para decirle al escritor cómo formarnos o cuándo usarnos? Nos necesitamos los unos a los otros. Por nuestra cuenta, somos solo letras en una página, pero juntos somos poesía. El amor ágape encuentra belleza en el collage de la humanidad. Los lógicos para pensar. Los adoradores emotivos. Los líderes dinámicos. Los seguidores dóciles. Los gregarios que saludan, los estudiosos que cuestionan, los generosos que pagan las cuentas. Separados los unos de los otros, tenemos un mensaje incompleto, pero juntos «somos hechura suya» (Efesios 2.10). Imagina la dicha que encontrarás al aprender a hallar alegría en las personas. (¿Por qué no? ¡Están en todas partes!). La vida se convertirá menos en una labor y más en un paseo por la galería de arte de Dios. Continuará...

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LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 112

MAX LUCADO SÉ AMADO, LUEGO AMA Ámense los unos a los otros. JUAN 13.34 Te ama aun cuando no te sientas agradable. Eres amado por Dios aun cuando nadie más te ame. Otros pueden abandonarte, divorciarse de ti e ignorarte. Dios te amará. Estas son sus palabras: «Llamaré a los que no eran nadie y los convertiré en alguien; llamaré a los que no eran amados y los amaré» (Romanos 9.25, traducción libre de THE MESSAGE). Deja que este amor ocurra en tu vida. Deja que este amor dé a luz la alegría más excelente: «Soy amado por el cielo». Este debe ser el punto de partida. Recuéstate en la hamaca del afecto de Dios. Y mientras lo haces, según el grado en que lo hagas, podrás dar ese amor a otros. Tal vez, te vengan a la mente los nombres de algunas personas que no son tan encantadoras. Quizás llevas diez años preparando un terco prejuicio contra ese hombre o alimentando un rencor contra esa mujer o siendo indulgente con la aversión que sientes contra ellos. Prepárate para un nuevo día. En la medida que Dios haga su voluntad contigo y ame a través de ti, irán derribándose todas esas viejas hostilidades y esas cercas de alambres de púas. Así es cómo la felicidad se hace realidad. Dios no te dejará vivir con tus viejos odios y prejuicios.Recuerda que «. . . si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5.17). A medida que el amor de Dios fluye a través de ti, comenzarás a ver a las personas de forma diferente. «Así que de ahora en adelante no consideramos a nadie según criterios meramente humanos» (2 Corintios 5.16, NVI). Tienes a Dios viviendo dentro de ti. Quizás hayas tenido dificultades para amar a los indigentes. Dios los puede amar a través de ti. Tal vez tus amigos te enseñaron a hostigar al débil o a difamar al rico. Dios creará una nueva actitud. Él mora en ti. ¿La mujer de la caja de la tienda de abarrotes? No es solo una empleada; fue creada temerosa y maravillosamente. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 111

MAX LUCADO SÉ AMADO, LUEGO AMA Ámense los unos a los otros. JUAN 13.34 No amamos a las personas porque sean encantadoras. (Solo el marido de mi esposa siempre es encantador). Las personas se ponen de mal humor, son tercas, egoístas y crueles. Más bien, amamos a las personas por este motivo: hemos llegado a experimentar y creer el amor que Dios tiene por nosotros. Somos beneficiarios de un regalo inesperado, inmerecido, pero innegable: el amor de Dios. Solemos evadir este paso. «¿Tengo que amar a mi prójimo? Bueno ya, lo voy a hacer». Apretamos los dientes y redoblamos los esfuerzos como si dentro de nosotros existiera una destilería de afecto. Si lo presionamos un poco, pinchamos por aquí y subimos la temperatura, brotará otra botella de amor. ¡Eso no va a pasar! La fuente no está dentro de nosotros. Es solo recibiendo el amor ágape de Dios que podemos descubrir el amor ágape por los demás. Sé amado. Luego ama. No podemos amar si no somos amados primero. Tal como las personas heridas hieren a otros, las personas amadas aman a otros. ¡Así es que deja que Dios te ame! Descubre la fuente de la felicidad más pura, el amor de Dios. Un amor que «sobrepasa nuestro conocimiento» (Efesios 3.19, NVI). Un amor que no es regulado por el receptor. Lo que Moisés dijo a Israel es lo que Dios nos dice a nosotros: «El SEÑOR no te dio su amor ni te eligió porque eras una nación más numerosa que las otras naciones, ¡pues tú eras la más pequeña de todas! Más bien, fue sencillamente porque el SEÑOR te ama . . .» (Deuteronomio 7.7-8, NTV). ¿Nos ama por nuestra bondad? ¿Por nuestra amabilidad? ¿Por nuestra gran devoción? No, él nos ama por su bondad, su amabilidad y su gran devoción. La razón por la que Dios te ama es que decidió amarte. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 110

MAX LUCADO SÉ AMADO, LUEGO AMA Ámense los unos a los otros. JUAN 13.34 En estos pasajes, la palabra griega que se usa para amor (ágape) denota un afecto desinteresado. El amor ágape cursa un cheque cuando el balance de la cuenta es bajo, perdona el error cuando la ofensa es grave, ofrece paciencia cuando el estrés es abundante y extiende bondad cuando esta escasea. «Porque tanto amó [agapaó] Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3.16, NVI). El amor ágape da. El árbol del ágape está enraizado en la tierra de la devoción. Pero en ningún momento pienses que sus frutos son amargos. Les espera una dulce felicidad a aquellos que están dispuestos a cuidar del vergel. ¿Encuentras ese amor difícil de congregar? ¿Escaso? Si es así, entonces te estás saltando un paso. El amor por los demás no comienza dando amor, sino recibiendo el amor de Cristo. «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros» (Juan 13.34). Esta frase es esencial: «como yo os he amado». ¿Has dejado que Dios te ame? Por favor, no te apresures en pasar la pregunta. ¿Has dejado que el amor de Dios cale en los recovecos más íntimos de tu vida? Como escribió Juan: ¿Has «llegado a conocer [por experiencia . . .] y creído . . . el amor que Dios tiene por nosotros?» (1 Juan 4.16, traducción libre de AMP). Si tu respuesta es: «Mmm, no sé» o «Bueno, hace tiempo que . . .» o «No creo que Dios ame a alguien como yo», entonces acabamos de tropezar con algo. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD APÍTULO 109

MAX LUCADO SÉ AMADO, LUEGO AMA Ámense los unos a los otros. JUAN 13.34 Después de todo, tienen mal aliento y malas actitudes, y son propensos a tener malos hábitos. Pero si los tratas con cuidado, pueden tocar música. Tu museo también incluye a una serie de personas funcionales. Revisan los comestibles, califican tus pruebas o te toman la presión arterial. Usan uniforme policial y conducen autos compartidos y revisan tu computadora cuando la Internet de la oficina se cae. Ellos componen un collage de la humanidad, mezclándose más que resaltándose. Se sonrojarían con solo pensar en ser llamados Stradivarius, pero eso es lo que son. Formados de manera única y destinados a traer al mundo música única en su género. Todo lo que necesitan es a Mosconi, curador dotado y comprometido con sacar lo mejor de ellos. Todo lo que necesitan es a alguien que esté dispuesto a practicar uno de los más grandes mandamiento de reciprocidad: «Ámense los unos a los otros» (Juan 13.34, BLPH). Recuerda que Dios nos invita a encontrar la felicidad por la puerta de atrás. La mayoría de las personas busca la alegría en la puerta de enfrente. Cómpralo, póntelo, cásate o gánatelo. La puerta trasera, la menos usada, acepta la sabiduría de Dios: la felicidad llega cuando la damos. Se trata menos de recibir y más de dar, menos de recibir amor y más de dar amor a otros. La amonestación de amarse los unos a los otros se encuentra al menos once veces. Tres de Cristo (Juan 13.34; 15.12, 17); tres de Pablo (Romanos2 13.8; 1 Tesalonicenses 3.12; 4.9); una de Pedro (1 Pedro 1.22) y cuatro del apóstol Juan (1 Juan 3.11; 4.7, 11; 2 Juan 5). Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 108

MAX LUCADO SÉ AMADO, LUEGO AMA Ámense los unos a los otros. JUAN 13.34 Durante varias décadas, Andrea Mosconi seguía la misma rutina por seis mañanas a la semana. El maestro italiano se vestía de abrigo y corbata, iba al palacio municipal de la ciudad de Cremona, Italia, y entraba al museo de violines. Ahí se quedaba de pie ante las fundas elaboradas, con muchos seguros, y admiraba algunos de los instrumentos más valiosos del planeta. Estos son para la música lo que la Declaración de Independencia es para la historia de Estados Unidos: reliquias de valor inestimable. El museo tenía dos violines y una viola fabricados por la familia Amati, dos violines de la familia Guarneris y, el más precioso de todos, un violín confeccionado por las manos del mismísimo maestro, Antonio Stradivari. Teniendo cada uno de estos más de trescientos años de antigüedad, merecen la atención. Si se les deja sin tocar, sin afinar y sin interpretar, pierden la capacidad de vibrar. He ahí la razón del señor Mosconi. Su trabajo consistía en una sola frase: tocar música. Cada mañana, salvo los domingos, y todos los meses, salvo agosto, sacaba lo mejor de lo mejor. Él, cautelosa y reverencialmente, sacaba cada instrumento de su respectiva caja de vidrio, lo tocaba por seis o siete minutos y luego lo devolvía antes de seguir con el próximo. Para cuando terminaba su jornada laboral, el museo había escuchado la música más dulce, y los instrumentos más valiosos habían sentido el más delicado de los cuidados. Tú, el señor Masconi y yo tenemos algo en común. Tú no entras todos los días a un museo de Italia. Yo no toco un Stradivarius. Nosotros no somos conservadores de instrumentos musicales. No, nuestra tarea es mucho más importante. Tenemos la oportunidad de sacar lo mejor de las personas. ¿Qué podría causar más alegría que eso? Algunos de esos tesoros viven en tu casa; llevan tu apellido. Tiendes a pensar de ellos como los que olvidan lavar los platos y recoger la ropa lavada. ¿Pero quiénes son en verdad? Son instrumentos finamente afinados, confeccionados por la mano de Dios. Rara vez los consideras así. Continuará...

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 107

Hace muchos años, me vino a ver un hombre para hablar sobre el jefe de su esposa. Siendo su supervisor, se extralimitaba, exigía trabajo extra y ofrecía una mala compensación. El esposo confrontó al sujeto. Para mérito del supervisor, reconoció su mala administración de la situación y enmendó las cosas. La esposa estaba agradecida, pero el esposo todavía estaba enojado. Atribuyámoslo al intenso deseo de los maridos de proteger a sus esposas; pero él no se pudo olvidar del sujeto. Así que se le ocurrió una idea que incluía escribir una carta. La trajo a mi oficina, junto con una caja de fósforos. (Me preocupé un poco cuando vi los fósforos). Me leyó la carta. Estaba dirigida a su ofensor y contenía un registro de sus acciones. Luego, el esposo me pidió que orara y que viéramos la carta quemarse «antes de que la ira me consuma». Eso hicimos. Podrías intentar hacer lo mismo. Perdonar es el acto de aplicar la misericordia inmerecida que recibiste a tus heridas inmerecidas. No merecías que te hirieran, pero tampoco merecías ser perdonado. Siendo el receptor que eres de la gran gracia de Dios, ¿es lógico dar gracia a otros? No fuiste espolvoreado con perdón. No fuiste salpicado con gracia. No fuiste empolvado de bondad. Más bien, fuiste sumergido en perdón y en gracia. ¿Puedes tú, en la posición en que estás, hundido hasta los hombros en el océano de la gracia de Dios, no puedes llenar un vaso y ofrecer la felicidad del perdón a los demás? Durante la época en que escribía este libro, el mundo vio con horror mientras veintiún cristianos fueron martirizados por su fe por los terroristas de ISIS. Dos de los hombres muertos eran hermanos, uno de veintitrés años y el otro de veinticinco. En una entrevista, a un tercer hermano se le preguntó acerca de sus sentimientos con respecto a la pérdida de sus hermanos. Él dijo: «ISIS nos ayudó a fortalecer nuestra fe. Agradezco a ISIS porque no silenciaron el audio cuando gritaron y declararon su fe». Es hora de perdonar, tal como Dios te perdonó en Cristo.

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EL SECRETO DE LA FELICIDAD CAPÍTULO 106

MAX LUCADO 10- TODOS TENEMOS UN MACHO Perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. EFESIOS 4.32, NVI Llévalo a Jesús. Nadie te amará más que él. Deja que la herida sea una oportunidad para acercarte más a tu Salvador. ¿Obstaculizan tu bienestar esta experiencia y la falta de perdón? ¿Hacen disminuir la paz que tienes? Si la respuesta es afirmativa, avanza en dirección al perdón. Habla con Jesús sobre la ofensa hasta que la ira se apague. Y cuando vuelva a aparecer, vuelve a hablar con Jesús. Y si crees que es seguro, en algún momento . . . Dilo a la persona que te ofendió. Con la mente clara y con una motivación pura, presenta una queja. Sé específico. No sobredramatices. Simplemente explica la ofensa y cómo te hace sentir. Podría ser algo así: «Acordamos hacer un refugio de nuestro hogar. Pero después de la cena, parece que te pierdes en los correos electrónicos y en los proyectos. Como consecuencia, me siento sola bajo mi propio techo». Si se hace con respeto y sinceridad, es un paso hacia el perdón. No es para nada fácil traer a colación un tema sensible. Te estás poniendo el traje de sirviente. Al mencionar el asunto, le estás dando al perdón la oportunidad de salirse con la suya y de ser lo que gane ese día. ¿Será así? ¿Triunfará la gracia? No se puede garantizar. Si triunfa o no triunfa, el siguiente paso es . . . Ora por quien te ofendió. No puedes forzar la reconciliación, pero puedes ofrecer intercesión. «Oren por quienes los persiguen» (Mateo 5.44, NVI). La oración revela todo rencor persistente y ¡qué mejor lugar para verlo! ¿Estás frente al trono de la gracia pero aun así encuentras difícil dar gracia? Pídele a Jesús que te ayude. Aquí va una idea final: Haz un funeral: Entierra la ofensa. No me refiero a enterrarla en el sentido de reprimirla. No se gana nada al presionar en el espíritu las emociones negativas. Pero se gana algo maravilloso cuando tomas el recuerdo, lo metes en un ataúd (basta con una caja de zapatos) y lo entierras en el cementerio llamado «Voy a seguir con mi vida». Quítate el sombrero, cúbrete el corazón y llora por última vez. Cuando la rabia vuelva a surgir, di a ti mismo: «Es hora de avanzar hacia un futuro prometedor con valentía». Continuará...