DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 48


 DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 48

2- EL VALLE DE ELA

Allí, el hombre fuerte fue despojado de todas sus armas, y su casa saqueada. Allí, todos los derechos de la justicia fueron plenamente satisfechos, y “el acta de los decretos que había contra nosotros”, fue quitada y clavada en la cruz. Allí también, por la sangre del Cordero, las maldiciones de una ley violada fueron borradas para siempre, y los gritos de una conciencia culpable, apaciguados para siempre. “La sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1 Pedro 1:19), arregló todo para el alma creyente. El pobre pecador tembloroso puede contemplar la lucha y su glorioso resultado. Puede ver todo el poder del enemigo quebrantado con un solo golpe del todopoderoso Libertador, y sentir, por ese mismo golpe, su alma liberada de toda carga. La corriente de la paz y el gozo divinos puede fluir en su corazón, y puede seguir su camino en el pleno poder de la liberación adquirida para él por la sangre de Cristo, y proclamada en el Evangelio. 

Y uno que es el objeto de tal liberación, ¿no amará a la Persona misma del Libertador? ¡Ah!, ¿cómo podría ser de otro modo? ¿Puede alguien que ha sentido la verdadera profundidad de su miseria, y gemido bajo la insoportable carga de sus pecados, dejar de amar a Aquel que satisfizo lo primero y quitó lo último? La obra de Jesús es ciertamente excelente, perfecta e infinitamente preciosa; ningún pensamiento humano podría sondear su extensión y valor. Es más, es Su obra la que, en realidad, satisface las necesidades del pecador, e introduce al alma en una posición en la cual puede contemplar su Persona, apreciarle y gozarse en ella. En una palabra, la obra del Salvador —lo que hizo y adquirió—, es para el pecador; la Persona de Cristo —lo que él es—, es para el santo.  Pero observemos bien esto. Podemos saber desarrollar con mucha exactitud la obra de Cristo para el pecador, y tener, a la vez, el corazón frío, los afectos apagados y los sentimientos muy poco desarrollados con respecto a su Persona. En el capítulo 6 del evangelio de Juan, vemos a una multitud de personas que siguen a Jesús por motivos puramente personales, de modo que se ve obligado a decirles: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis” (v. 26). Continuará...


COALO ZAMORANO: MÁS FUERTE QUE NUNCA

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 47


 DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 47

2- EL VALLE DE ELA

La necesidad de una liberación era extrema, y no había nada para responder a ello. Así pues, cuando aparece el hombre que abate el orgullo del enemigo y salva a Israel, ¿ha de sorprendernos el hecho de que el alma de Jonatán se ligue a él con un afecto puro y sincero? Y cabe recordar que es David mismo, y no su obra, lo que toca el corazón de Jonatán. Admiraba la victoria que obtuvo, sin duda; pero mucho más aún al vencedor. Si es interesante observar esto, ¡cuán precioso es para nosotros hacer la aplicación al verdadero David, a Aquel de quien el pastor de Belén era un sorprendente tipo! 

No cabe duda de que la escena entera es la imagen de una liberación infinitamente más grande. En Goliat, vemos el poder por el cual el enemigo mantenía cautivas a las almas, poder del cual ningún medio humano podía liberar. El enemigo podía seguir viniendo en actitud de reto día a día, año tras año, sin que nadie fuese capaz de responderle. De generación en generación, podía oírse la solemne sentencia contra la posteridad caída del Adán pecador: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27), y, al igual que Israel en el valle de Ela, la única respuesta del hombre frente a esta sentencia era el más aterrador espanto. “Por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:14). Había una profunda necesidad sentida e insatisfecha, un enorme vacío imposible de llenar. El corazón del hombre suspiraba ardientemente por algo, pero en vano. Los derechos de la justicia divina no fueron satisfechos, ni podían serlo; la muerte y el juicio fruncían el ceño a la distancia y, ante esta perspectiva, el hombre sólo podía temblar. Pero, bendito sea el Dios de toda gracia, un Libertador apareció, el único que podía salvar: el Hijo de Dios, el verdadero David, el Rey ungido de Israel y de toda la tierra. Respondió a las necesidades, llenó el vacío y satisfizo plenamente los ardientes deseos del corazón. Pero ¿dónde, cómo y cuándo?: En el Calvario, por su muerte, en esa hora terrible cuando toda la creación sintió la solemne realidad de lo que se llevaba a cabo. La cruz fue el campo donde la batalla fue librada y la victoria obtenida. Continuará...


COALO ZAMORANO: GLORIA SEA A TI

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 46

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 46

2- EL VALLE DE ELA

Pero, entre los millares de israelitas que habían contemplado la victoria obtenida sobre el filisteo, se encontraba uno cuya alma entera se vio cautivada de un ardiente afecto por el vencedor. El más irreflexivo no podía menos que quedar impresionado y admirado ante semejante hazaña; todos los presentes, sin duda, se vieron afectados, en distintos grados y de diferente manera. Podemos decir, en cierto sentido, que fueron “revelados los pensamientos de muchos corazones”. En algunos, puede que prevaleciera la envidia, en otros la admiración; unos se detenían en la victoria, y otros en el instrumento del que Dios se había servido, mientras que, en otros, el corazón se elevaba lleno de reconocimiento hacia “el Dios de los escuadrones de Israel”, que había venido de nuevo en medio de su pueblo con la “espada desenvainada en su mano”, contra sus enemigos. Pero había, entre todos ellos, un corazón devoto, que fue poderosamente atraído por la persona del vencedor: era Jonatán. “Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo” (1 Samuel 18:1). Jonatán se unía, sin duda, a la   alegría general producida por el triunfo de David; pero experimentaba más que esto. No era meramente la victoria obtenida lo que atraía los profundos y ardientes afectos de su alma, sino la persona del vencedor. Saúl mismo, movido por un interés personal, podía desear guardar al valiente David cerca de él, no por afecto, sino simplemente para vanagloriarse. Jonatán, por el contrario, amaba realmente a David, y no sin razón. David había llenado un gran vacío en su corazón, y había quitado un gran peso de su alma. Una gran necesidad había sido sentida. El desafío del gigante, que cada día repetía sin hallar respuesta, había puesto de manifiesto la extrema pobreza de Israel. El ojo, recorriendo todas las filas del ejército, había buscado en vano a alguien que diera un paso al frente para responder al orgulloso filisteo. No había nadie. Cuando las altivas palabras de Goliat se hacían oír, “todos los varones de Israel que veían aquel hombre huían de su presencia, y tenían gran temor”. “Todos” ellos, sí, todos huían cuando oían la voz y veían la prodigiosa estatura de este temible enemigo. Continuará...


COALO ZAMORANO: ERES MI PASIÓN

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 45


 DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 45

2- EL VALLE DE ELA

¡Qué magnífico triunfo! ¡Precioso fruto de   una fe simple en Dios! ¡Cómo debería animar nuestros corazones a echar de nosotros toda confianza carnal y a aferrarnos a la única fuente verdadera de poder! David se convirtió en el instrumento de la liberación de sus hermanos. Los sarcasmos y las amenazas del filisteo incircunciso llegaron a su fin. El joven pastor, ignorado y despreciado, aunque siendo el rey ungido de Israel, vino del fondo de su retiro, en medio de los suyos; se enfrentó solo contra el enemigo de su pueblo; lo derribó e hizo de él un espectáculo a los ojos de todos; y todo esto, notémoslo bien, lo hizo como siervo de Dios y de Israel, y por la energía de una fe que las circunstancias no podían sacudir. ¡Maravillosa liberación operada por un solo golpe, sin maniobras militares, sin la destreza de los generales, sin que los soldados hayan realizado ninguna hazaña! Una piedra tomada del arroyo y lanzada por la mano de un pastor, bastó para tumbar en el polvo al hombre fuerte de los filisteos. Fue la victoria de la fe. “Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron” (v. 51). ¡Qué vana es la esperanza fundada en los perecederos recursos de la carne, hasta cuando parecen llenos de fuerza y de energía! Los que veían al gigante y al muchacho entablar el combate, no podían sino temblar por el último. ¿Quién habría pensado que esta maciza armadura que cubría a Goliat no sería más que paja ante una honda y una piedra? Y, sin embargo, el paladín de los filisteos cae y, con él, todas las esperanzas que los filisteos abrigaban. “Levantándose luego los de Israel y los de Judá, gritaron, y siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y hasta las puertas de Ecrón” (v. 52). Podían, en efecto, dar gritos de júbilo, porque Dios había actuado manifiestamente en su favor, para librarlos del poder de sus enemigos. Había obrado con poder por la mano de uno al que no conocían, ni reconocían como el rey ungido sobre ellos, pero cuya gracia moral era capaz de atraer todos los corazones. Continuará...


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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 44

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 44

2- EL VALLE DE ELA

Sabemos que el poder de Dios estaba allí de una manera tan manifiesta como el día en que las aguas del mar fueron divididas, a fin de dar paso a los redimidos; y cuando la fe introduce el poder de Dios, nada puede, ni por un momento, interponerse en su camino.  El versículo 40 nos muestra la armadura de David. “Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo”. Vemos, pues, que David emplea medios, pero ¡qué medios! ¡Qué menosprecio no arrojó sobre la poderosa armadura del filisteo! ¡Qué contraste entre su honda y la lanza del gigante, cuya asta era como el rodillo de un telar! ¡David no podía infligir herida más profunda al orgullo del filisteo que viniendo contra él con tales armas! Era decir lo poco que tenía en cuenta todo su equipamiento guerrero. Goliat lo sintió: “¿Soy yo perro?”, dice (v. 43). Era poco importante, para el juicio de la fe, lo que era, un perro o un gigante; era un enemigo del pueblo de Dios, y David iba a enfrentarlo vestido con las armas de la fe. “Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. Jehová te entregará hoy en mi mano… y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos” (v. 45-47). Vemos aquí cuál es el verdadero objeto del hombre de fe, a saber, que Israel y toda la tierra puedan tener un glorioso testimonio del poder de Dios y de Su presencia en medio de su pueblo. Nunca lo habrían tenido, si David hubiese utilizado la armadura de Saúl. No habrían sabido que “Jehová no salva con espada y con lanza”, si David la hubiera empleado; su combate habría sido similar a cualquier otro, pero la honda y la piedra, si bien daban poca prominencia al que las usaba, daban toda la gloria a Aquel de quien provenía la victoria. 

La fe honra siempre a Dios, y Dios honra siempre a la fe. David, como ya ha sido observado, se puso en las manos de Dios, y el feliz resultado es una plena y gloriosa victoria. “Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano” (v. 50). Continuará...


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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 43

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 43

2- EL VALLE DE ELA

Así es como la fe actúa siempre; ella deja todo en manos de Dios solamente. No se trata de Jehová y la armadura de Saúl, sino de Jehová solo. ¿No podemos aplicar esto al caso de un pobre pecador perdido y sin fuerza, y que tiene necesidad de que sus pecados le sean perdonados? Satanás se esforzará por inducirlo a procurar añadir algo a la obra de Cristo con vistas a este perdón; algo que disminuya la gloria del Hijo de Dios como único Salvador de los pecadores. Querría decirle a tal alma: si usted añade lo que sea a la obra de Cristo, hará que no sea de ningún provecho. Si se hubiese permitido añadir algo, ciertamente habría sido la circuncisión, puesto que era de institución divina, y, sin embargo, el apóstol dijo: “He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:2-4.). Así pues, Cristo solo es todo lo que nos hace falta; no Cristo y nuestras obras, sino simplemente Cristo, porque él es plenamente suficiente. No necesitamos nada más; y nada menos podría bastarnos. Deshonramos la suficiencia de su obra expiatoria, cuando procuramos relacionar con ella algo que sea de nosotros, así como David habría deshonrado a Jehová si hubiese ido a enfrentar al guerrero filisteo vestido con la armadura de Saúl. Sin duda, los hombres prudentes del mundo no podían sino condenar en él lo que les parecía la temeridad y la precipitación de la juventud; de hecho, cuanto más versado era un hombre en la práctica de la guerra, más debía considerar una locura la conducta del hombre de fe. Pero ¿qué importaban estos juicios? David sabía a quién había creído; sabía que no era imprudencia lo que lo hacía actuar, sino su fe en la voluntad y el poder de Dios para ayudarlo en el momento de la necesidad. En todo el ejército de Saúl, ninguno conocía la debilidad de David más de lo que él mismo la sentía en ese momento crítico. Aunque los ojos de todos estaban fijos en él, como alguien que tenía mucha confianza en sí mismo, nosotros, no obstante, sabemos lo que sostenía su corazón y afirmaba sus pasos, mientras iba al encuentro de su temible enemigo. Continuará...


COALO ZAMORANO: COSAS PODEROSAS

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 42

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 42

2- EL VALLE DE ELA

¿Qué es sino idolatría? ¿En qué tenía más confianza Saúl? ¿En Jehová, o en su armadura? En su armadura evidentemente; y lo mismo se puede decir de todos aquellos que no marchan verdaderamente por la fe: ellos se apoyan en los medios, y no en Dios. Notemos qué sorprendente relación tiene todo esto con el título de este artículo «La vida de la fe», el cual es puesto de relieve por la interesante escena que estamos considerando. En ella, vemos al hombre de fe y al hombre que recurre a los medios, y podemos ver hasta qué punto el primero hace uso de los medios. Sin duda, podemos servirnos de los medios, pero es necesario que estén en perfecta armonía con la actividad de la fe y con la intachable gloria del Dios de toda gracia y poder. Pues bien, David siente que la armadura de Saúl y su cota de malla no son medios que la fe pueda emplear y, por tanto, rehúsa utilizarlos. Si se hubiera servido de ellos, la victoria no habría sido tan manifiestamente del Señor, y David había profesado su fe en el poder de Jehová para librar al pueblo, y no en la armadura humana. Es cierto que debemos emplear medios, pero tengamos cuidado de que no excluyan a Dios. La fe espera en Dios, deja que Él se sirva de los medios que quiera, y no le pide bendecir aquellos medios que escogeríamos nosotros. 

“Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas” (v. 39). ¡Feliz liberación de las trabas humanas! Se ha hecho observar con razón que la prueba de David no fue su encuentro y su combate con el gigante, sino la tentativa de vestirlo con las armas de Saúl. Si el enemigo hubiese tenido éxito en persuadirlo de ir a combatir con esta armadura, todo habría estado perdido; pero, por la gracia, la rechazó y se entregó así enteramente a las manos de Jehová. Sabemos qué seguridad encontró allí. Continuará...


COALO ZAMORANO: CONFESIONES DE UN CORAZÓN AGRADECIDO

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 41

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 41

2- EL VALLE DE ELA

Cuando David declaró su fe de forma clara e inequívoca en la presencia y el poder de Jehová, Saúl añadió: “Ve, y Jehová esté contigo” (v. 37). Pero ¡qué poco comprendía lo que implicaba el hecho de tener a Jehová consigo! Parecía confiar en Jehová, pero, en realidad, confiaba en su armadura. Si hubiese comprendido bien el alcance de sus palabras, ¿cómo habría pensado en vestir a David con su armadura? “Jehová esté contigo”, era, en boca de Saúl, una mera expresión de uso común y formularia. De hecho, esto no significaba nada, porque no tenía la más remota idea de lo que era para David ir simplemente con el Señor. 

Es bueno detenernos un momento a considerar, y señalar claramente, el mal que hay en el hecho de emplear palabras que, en lo que se refiere a nosotros, no significan nada, pero que, en el fondo, toman el nombre y la verdad del Señor con ligereza. Cuán a menudo hablamos de confiar en el Señor cuando, en realidad, nos apoyamos en alguna circunstancia o en un conjunto de circunstancias. Cuán a menudo hablamos de vivir día a día en la simple dependencia de Dios, cuando, si juzgáramos delante de él la verdadera condición de nuestras almas, encontraríamos que en realidad íbamos en busca de recursos humanos o terrenales. Se trata de un serio mal, contra el cual debemos guardarnos muy cuidadosamente. Es justamente lo que manifestó Saúl, cuando, habiendo hecho uso de la aparentemente piadosa expresión: “Jehová esté contigo”, comenzó a vestir “a David con su armadura, y le puso un yelmo de bronce sobre la cabeza, y vistióle su loriga” (v. 38, VM). No tenía idea de que David combatiría de una manera diferente de la habitual. Sin duda, hacía profesión de que era en el nombre de Jehová, pero pensaba que David debía emplear medios ordinarios. Sucede a menudo que al hablar de emplear medios, en realidad uno excluye totalmente a Dios. Profesamos emplear medios en la dependencia de Dios cuando, en realidad, sólo empleamos el nombre de Dios mientras dependemos de los medios. Esto, prácticamente, y según el juicio de la fe, es hacer un Dios de los medios. Continuará...


ALEJANDRO ALONSO: TU SANTIDAD ME ENVUELVE

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ALEJANDRO ALONSO: TODO LO QUE RESPIRA

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 40


 DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 40

2- EL VALLE DE ELA

Así ocurrió con Pablo cuando fue arrebatado al tercer cielo. Durante catorce años, este secreto había permanecido sepultado en el corazón del apóstol, y jamás lo habría divulgado, si no fuera porque los razonamientos carnales de los corintios lo habían obligado a ello.  

Estos dos ejemplos están llenos de instrucción práctica para nosotros. La inmensa mayoría de nosotros, somos demasiado propensos a hablar de nuestros pobres hechos o, por lo menos, a pensar en ellos. La carne tiene una fuerte tendencia a vanagloriarse en todo lo que exalta al yo; y si el Señor, a pesar de lo que somos, ha realizado algún pequeño servicio por nuestro medio, ¡cuánto estamos dispuestos a comunicarlo a los demás, en un espíritu de orgullo y de autocomplacencia! Es bueno y conveniente hablar de la gracia del Señor, y tener el corazón lleno de gratitud y alabanzas, porque esta gracia se dignó servirse de nosotros; pero esto es muy diferente de la jactancia respecto de cosas que se relacionan con uno. 

David guardaba en su corazón el secreto de su triunfo sobre el león y el oso, hasta el momento en que se presentó la ocasión adecuada para hablar de ello; incluso entonces, no habla de sí mismo como de aquel que realizó la hazaña, sino que simplemente dice: “Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo”. ¡Preciosa fe que cuenta con Dios para todo y que no confía para nada en la carne; que introduce a Dios en cada dificultad, y nos conduce, con un corazón lleno de gratitud, a ocultar el yo y a dar al Señor toda gloria! ¡Ojalá que nuestras almas puedan conocerla más!  

Pero a menudo hace falta mucha espiritualidad para descubrir la profunda diferencia que existe entre el lenguaje de la fe y el lenguaje de las frases repetidas y las expresiones formularias de la mera religiosidad. Saúl asume la vestimenta y la fraseología de la religiosidad; pudimos verlo más de una vez en su historia, y lo volvemos a ver en su entrevista con David. La religiosidad y la fe son vistas aquí en marcado contraste. Continuará...


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 39

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 39

2- EL VALLE DE ELA

Tengamos solamente la plena seguridad de que estamos del lado del Señor y de que su mano actúa con nosotros, y nada podrá hacernos salir de la senda del servicio y del testimonio, adondequiera que nos conduzca: “Todo lo puedo”, dice el apóstol, “en Cristo que me fortalece”; y también: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (Filipenses 4:12; 2 Corintios 12:9). El más débil de los santos lo puede todo por Cristo; pero si el ojo de la carne se fija en este débil santo, puede parecer presuntuoso hablar de poder hacerlo todo. Por eso, cuando Saúl mira a David y lo compara con Goliat, juzga sanamente cuando dice: “No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud” (1 Samuel 17:33). Es una comparación entre la carne y la carne, y, bajo esta perspectiva, es totalmente justa. Si se compara a un joven con un gigante, toda la ventaja está del lado de este último; pero Saúl habría debido comparar la fuerza de Goliat con la del “Dios de los escuadrones de Israel”. Es lo que hace David. “David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente” (cap. 17:34-36). Tal era el argumento de la fe. La mano que había librado a David de una dificultad, lo libraría de otra. No hay ningún “si” en todo esto. David no esperaba ninguna señal; simplemente dice: “Tu siervo irá”. David había sentido el poder de la presencia de Dios con él en el secreto, antes de presentarse en público como siervo de Dios y de Israel. Él no se había jactado de su triunfo sobre el león y el oso. Nadie parece haber oído de esto antes; y él, sin duda, jamás habría hablado de eso tampoco, de no haber sido con el expreso propósito de mostrar sobre qué base sólida reposaba su confianza en cuanto a la gran obra que iba a emprender. Quería mostrar claramente que no daba ese paso en su propia fuerza. Continuará...


ALEJANDRO ALONSO: MI PRIMERA COLECCIÓN

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 38


 DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 38

2- EL VALLE DE ELA

“Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo” (1 Samuel 17:32). Tal es la fe. Ninguna dificultad la intimida; nada la puede detener. ¿Qué era el filisteo para David? ¡Nada! Su prodigiosa estatura, su formidable armadura, no eran sino meras circunstancias, y la fe jamás mira las circunstancias; mira directamente a Dios. Si el alma de David no hubiera estado llena de energía por la fe, jamás habría podido decir estas palabras: “Tu siervo irá”; porque, oigamos las palabras de aquel que tendría que haber sido el primero en enfrentar al terrible enemigo de Israel: “Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él” (v. 33). ¡Qué lenguaje para un rey de Israel! ¡Qué contraste entre el hombre simplemente revestido de un cargo y el hombre que actúa en el poder de la fe! Seguramente, Saúl habría debido tomar la iniciativa de defender el rebaño confiado a sus cuidados. Pero Saúl no se preocupaba por Israel, a menos que Israel se relacionara con su persona, y por eso podemos afirmar que exponer su vida para defender al pueblo, era algo que jamás habría tenido cabida en su corazón egoísta. Y no solamente no podía ni quería actuar él mismo, sino que habría querido paralizar las energías de aquel que manifestaba los frutos del principio divino implantado en él, y que demostraría ser absolutamente capaz de cumplir la tan elevada función que el propósito de Dios le había asignado y que había sido ungido para este fin. 

“No podrás tú”. Era verdad; pero Jehová era capaz, y David se apoyaba simplemente en la fuerza de Su brazo. Su fe echaba mano del poder de Aquel que apareció a Josué bajo los muros de Jericó, con una espada desenvainada en su mano, el “Príncipe del ejército de Jehová” (Josué 5:13-14). David sentía que Israel no había dejado de ser el ejército de Jehová, por más decaído que estuviere si se lo compara con lo que era en los días de Josué. Sí, Israel todavía era el ejército de Jehová, y la batalla también era la batalla de Jehová de la misma forma que lo era cuando el sol y la luna fueron detenidos en su curso, a fin de que Josué pudiese ejecutar el juicio de Dios sobre los cananeos (Josué 10). La simple fe en Dios es lo que sostenía el espíritu de David, aunque Eliab lo acusara de orgullo y Saúl hablara de su incapacidad.  Querido lector, nada da más energía y poder para perseverar, que la conciencia de que se actúa para Dios y de que Dios actúa con nosotros. Esto quita todo obstáculo, eleva el alma por encima de toda influencia humana, y la introduce en la región de la omnipotencia. Continuará...


ALEJANDRO ALONSO: ALABANZA INSTRUMENTAL

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 37

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 37

2- EL VALLE DE ELA

La senda de una fe simple e infantil está totalmente fuera del alcance de la vista humana, y si los siervos del Señor llegan a caer en un estado carnal, y si el nivel de sus pensamientos desciende, no pueden comprender más el principio de poder que se encuentra en el alma de aquel que realmente actúa por la fe, y éste seguirá siendo incomprendido de diversas maneras; le serán atribuidos malos motivos, será acusado de ponerse adelante o de actuar según su propia voluntad, de manera independiente. Es lo que debe esperar aquel que “se pone en la brecha”, en un tiempo de decadencia espiritual general. En medio de la falta de fe de la mayoría, el hombre de fe queda solo, y, cuando es conducido a actuar de parte de Dios, puede estar seguro de que sus actos serán mal interpretados. 

Esto fue precisamente lo que ocurrió con David. No solamente fue dejado solo en el momento de la dificultad, sino que tuvo que sufrir los reproches y los sarcasmos de la carne que salen de la boca de Eliab, su hermano mayor. “Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido” (1 Samuel 17:28). Tal fue el juicio que Eliab pronunció sobre David y sus actos. “David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar?” (v. 29). David fue impulsado por una energía totalmente desconocida para Eliab, y no se preocupaba por defender su conducta delante de su altivo hermano. ¿Por qué Eliab no había actuado en defensa de sus hermanos, el pueblo de Israel? ¿Por qué Abinadab y Sama no lo habían hecho? Porque les faltaba fe; ésta era la sencilla razón. No sólo estos tres hombres estaban sin fuerza, sino que toda la congregación estaba sobrecogida de terror en presencia del enemigo, y ahora que aparece en la escena aquel por el cual Dios iba a actuar de manera maravillosa, nadie lo comprende. Continuará...


ALEJANDRO ALONSO: CÁNTICO DE LIBERTAD

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 36

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 36

2- EL VALLE DE ELA

Saúl no habría podido hacer nada contra el gigante; los tres hijos mayores de Isaí no habían salido a su encuentro para combatir con él; más aún, Jonatán mismo se hallaba sin fuerzas; todo estaba perdido, o parecía estarlo, cuando el joven David entra en escena, revestido de la fuerza con que iba a poner en el polvo la gloria y el orgullo del feroz filisteo. Las palabras del filisteo llegan a oídos de David, y éste en seguida reconoce en ellas un blasfemo desafío al Dios viviente. “¿Quién es este filisteo incircunciso”, dice, “para que provoque a los escuadrones del Dios viviente?” (1 Samuel 17:26). La fe de David ve en el ejército tembloroso que está delante de él a los escuadrones del Dios viviente, y, en seguida, reduce el hecho a una cuestión entre Jehová y los filisteos. Tenemos aquí una gran enseñanza. Ningún cambio de circunstancias puede privar a los ojos de la fe de la dignidad de que está revestido el pueblo de Dios. Este pueblo puede ser rebajado al juicio del hombre, como era el caso de Israel en esta ocasión, pero la fe jamás puede perder de vista lo que Dios le comunicó; y esta es la razón por la cual David, al ver a sus pobres hermanos desfalleciendo a los ojos de su temible enemigo, los reconoce sin embargo como aquellos con los que el Dios viviente estaba identificado y, por consiguiente, como aquellos que no debían ser desafiados por un filisteo incircunciso. 

Cuando la fe está en ejercicio, pone al alma en relación directa con la gracia y la fidelidad de Dios, y con Sus propósitos para con su pueblo. Es verdad que Israel, por su infidelidad, había atraído sobre sí toda esta dolorosa humillación; no era según el Señor que se desalentara frente a un enemigo; era el resultado de sus propios actos, y es también lo que la fe comprende y reconoce siempre. Pero para la fe permanece aún la pregunta: “¿Quién es este filisteo incircunciso?”. No es el ejército de Saúl el que ocupa las miradas del hombre de fe. No; son los escuadrones del Dios viviente: un ejército bajo el mando del mismo Jefe que había conducido sus ejércitos a través del mar Rojo, a través de aquel “desierto grande y espantoso”, y que, finalmente, los había hecho pasar el Jordán para entrar en Canaán. Eso era lo que veía la fe, lo único que podía satisfacerla. Pero ¡qué poco son comprendidos y apreciados los juicios y las acciones de la fe, cuando el estado espiritual de las almas es bajo entre el pueblo de Dios! Lo vemos en cada página de la historia de Israel y, podemos decirlo, en cada página de la historia de la Iglesia. Continuará...


AVB: CAMINANDO EN LA LUZ

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 35

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 35

2- EL VALLE DE ELA

 ¡Qué poco sabía acerca de quién iba a ser su antagonista! En la fuerza brutal y totalmente carnal de la que se vanagloriaba, se imaginaba que ningún israelita se atrevería a medirse con él.  Y aquí, podríamos preguntarnos: ¿dónde aparece Jonatán en esta escena? El que vimos actuar con una fe tan simple y con tanta energía, en el capítulo 14, ¿por qué no está dispuesto ahora para salir a luchar contra el gigante? Si observamos de cerca sus acciones, en el capítulo que acabamos de citar, podemos ver, me parece, que su fe no tenía ese carácter completamente simple e independiente de las circunstancias, que hace pasar a uno a través de todo tipo de dificultades. El defecto en su fe se muestra en estas palabras: “Si nos dijeren así” (14:9). La fe jamás dice “si”; ella tiene que ver sólo con Dios. Cuando Jonatán dijo: “No es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos” (14:6), enunció un bello principio que debía haber seguido hasta el final, sin mezclarlo con un “si”. Si la fe de Jonatán hubiera reposado más simplemente en el poder de Dios, no habría buscado una señal. Es verdad que, en su bondad, Jehová le da una, tal como en otro tiempo lo había hecho con Gedeón, porque Dios siempre suple las necesidades de sus siervos. Pero Jonatán no aparece en el valle de Ela; parece haber cumplido su obra y actuado  

según su medida. En la escena que tenemos ahora ante nosotros, hacía falta algo más profundo que todo lo que Jonatán había conocido. Jehová preparaba en secreto un instrumento para esta obra nueva y más difícil. ¿No es así como actúa siempre nuestro Dios? Forma en el secreto a aquellos a quienes va a utilizar en público. En la íntima solemnidad de su santuario, se da a conocer a sus siervos, y hace pasar ante ellos Su grandeza, a fin de hacerlos capaces de contemplar, con una mirada fija y segura, las dificultades del camino. Así ocurrió con David. Había estado a solas con Dios, mientras pastoreaba el rebaño en el desierto; su alma estaba llena del pensamiento del poder de Dios, y ahora hace su aparición en el valle de Ela, con toda la sencillez y la dignidad del propio renunciamiento que caracteriza a un hombre de fe. Los cuarenta días durante los cuales Goliat había desafiado a Israel, habían demostrado la incapacidad total del hombre. Continuará...


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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 34

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 34

2- EL VALLE DE ELA

 El conflicto en el valle de Ela está caracterizado de una manera muy especial por la propuesta que hace Goliat de dirimir la cuestión en un combate singular. Era el verdadero medio de conocer el valor de un individuo. No se trataba, como en los casos ordinarios, de combatir ejército contra ejército, sino de saber qué hombre de todo el ejército de Israel querría aventurarse contra el terrible enemigo incircunciso. De hecho, era evidente que Dios quería hacer sentir una vez más a Israel que, como pueblo, estaba absolutamente sin fuerza, y que, al igual que en los días pasados, su único recurso para ser librado era el brazo de Jehová, dispuesto todavía a mostrarse y a actuar como “varón de guerra”, siempre que la fe se dirigiera a él como tal. 

Durante cuarenta días, el filisteo se acercó y se presentó a los ojos del desdichado Saúl y de su ejército sobrecogido de terror. Y obsérvese qué amargo insulto les lanza a los israelitas: “¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl?” (1 Samuel 17:8). ¡Lamentablemente, esto era demasiado cierto! Habían descendido de su alta posición como siervos de Jehová, para convertirse en meros siervos de Saúl. Samuel les había advertido acerca de eso. Les había dicho que el rey y amo a quien escogían haría de ellos sus guardias, amasadores, cocineros y perfumistas (1 Samuel 8); y esto en lugar del servicio de “Jehová, el Dios de Israel”, al cual habrían podido considerar como su único Amo y Rey. Pero nada instruye mejor al hombre, que las dolorosas lecciones de la experiencia; y los sangrientos ultrajes de Goliat debían, sin duda, enseñar de nuevo a Israel cuál era su verdadera condición bajo el aplastante yugo de los filisteos. “Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí”, dice el gigante (17:8).Continuará...


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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 33


 DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 33

2- EL VALLE DE ELA 

Tan pronto como el aceite de la unción de parte de Jehová fue derramado sobre David, éste es llamado a dejar su lugar de retiro y a presentarse ante Saúl, el rey desechado por Dios y atormentado por un espíritu malo. Este pobre hombre necesitaba los dulces sonidos del arpa de David para neutralizar la influencia de este espíritu que, día tras día, lo atormentaba. ¡Miserable hombre! ¡Triste resultado al que condujo una vida llena de la búsqueda de sí mismo! David no vacila en tomar la posición de siervo, en la casa misma de aquel que pronto se mostrará como su más encarnizado enemigo. Poco le importaba dónde servía o lo que tenía que hacer: proteger las ovejas de su padre de los leones y los osos, o expulsar al espíritu malo de Saúl. De hecho, desde el momento que su historia se inicia, David es visto como siervo, dispuesto a cumplir todo tipo de trabajo; y en el valle de Ela se manifiesta de manera muy sorprendente su carácter de siervo. 

Saúl parece no haber podido ni imaginar quién era aquel que estaba ante él, cuyos armoniosos acordes refrescaban su turbado espíritu; ignoraba que tenía ante sí al futuro rey de Israel. “Y él le amó mucho, y le hizo su paje de armas” (v. 21). El egoísta Saúl estaba contento de usar los servicios de David en sus necesidades, aunque dispuesto a derramar su sangre en cuanto comprendiera quién y qué era. Pero fijemos la mirada en las escenas tan interesantes que se desarrollan en el valle de Ela. “Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra” (1 Samuel 17:1). Llegamos a algo muy apropiado para hacer resaltar el verdadero carácter y el valor respectivo de Saúl y de David, del hombre de la forma y del hombre del poder. Es la prueba que pone en evidencia lo que hay de real en los recursos de un hombre. Saúl ya había sido probado, pues “todo el pueblo iba tras él temblando”, y difícilmente estaba en condiciones de mostrarse, en esta nueva ocasión, como el jefe adecuado para animar y sostener los corazones. Un hombre abandonado por Dios y afligido por un espíritu malo, no era el más apropiado para estar a la cabeza de un ejército delante del enemigo, ni para combatir cuerpo a cuerpo con el poderoso gigante de Gat. Continuará...


PEREGRINOS Y EXTRANJEROS: BUSCANDO AQUELLA CIUDAD

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 32

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 32

1- DAVID ES UNGIDO REY

Cuando vemos a David cuidando las ovejas de su padre en el desierto, despreciado o poco considerado en el círculo de su familia, somos conducidos a ver en el futuro algo que corresponderá a lo que era entonces, y no nos equivocamos. Asimismo, cuando consideramos a Saúl yendo en busca de las asnas de Cis, no podemos dejar de suponer que habrá en su carácter y sus costumbres subsiguientes, algo que recordará esta circunstancia. Los pequeños detalles a menudo llevan con ellos una gran enseñanza. Los afectos de David y su tierna solicitud para con el rebaño del Señor, junto con su abnegación, pueden verse ya en las circunstancias donde se encuentra introducido ante nosotros; y, por otra parte, podemos entrever ya el espíritu ambicioso y personal de Saúl en el objeto de sus pretensiones, cuando se encuentra con Samuel. No hago hincapié en estos hechos, dejando al lector el cuidado de considerarlos con la luz que el Señor le de. Solamente recordaré, que nada puede ser insignificante de lo que, a lo largo de las Escrituras, el Espíritu Santo apuntó respecto de hombres que presentan un contraste tan sorprendente, y que, tanto uno como otro, ocupan un lugar tan importante en la historia del pueblo de Dios. 

Lo que vemos sobre todo, es la gracia que toma, por conductor del pueblo de Dios, a aquel en quien se manifestaban los rasgos de carácter tan bien adaptados a la obra que debía cumplir. “Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu de Jehová vino sobre David” (1 Samuel 16:13). David está pues ahora ante nosotros como el ungido de Jehová, y tenemos que seguirle en las vicisitudes de su vida errante, mientras es rechazado por los hombres y espera el reino. 


PEREGRINOS Y EXTRANJEROS: VUELVE

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 31

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 31

1- DAVID ES UNGIDO REY

Podemos decir de verdad: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. ¿Cómo podríamos estar necesitados, cuando es Jesús quien nos apacienta? Esto es imposible. Nuestros corazones insensatos pueden desear alimentarse a menudo de pastos malsanos, y nuestro Pastor puede tener que mostrarnos los cuidados de su gracia en nosotros privándonos de los tales, pero una cosa es cierta: que aquellos a los que Jesús apacienta “no tendrán falta de ningún bien” (Salmo 34:10). 

Hay, en el carácter de pastor, algo que parece estar completamente en armonía con el pensamiento divino. Encontramos, en efecto, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, actuando en este carácter. El Salmo 23, en su primera aplicación, puede considerarse como la experiencia de Cristo, complaciéndose en la seguridad de que su Padre lo conduce y vela por él como un pastor. Luego, el capítulo 10 del evangelio de Juan, nos muestra al Hijo como el buen Pastor. Y, por último, en Hechos capítulo 20, y en 1 Pedro 5, vemos al Espíritu Santo actuando como tal, suscitando y dotando para su obra, a los pastores subordinados. Es edificante para el alma, observar cómo nuestro Dios se nos presenta en las relaciones que implican los más tiernos cuidados, y que son las mejor calculadas para atraer nuestros afectos y ganar nuestra confianza. ¡Bendito sea su nombre para siempre! Sus caminos son todos perfectos: nadie hay semejante a él. 

Fijemos nuestra atención en el contraste que existe entre las circunstancias en las cuales Samuel encontró a David, y aquellas en que encontró a Saúl. Recordemos que Saúl había ido a buscar las asnas de su padre, cuando entró en contacto con Samuel. No interpreto el hecho, solamente lo menciono. Creo que tiene un significado en cuanto a los futuros caminos de Saúl, así como la ocupación de David en el redil de las ovejas, anunciaba su futura carrera como pastor de Israel. Continuará...


PEREGRINOS Y EXTRANJEROS: VERSOS DE VICTORIA

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 30

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 30

1- DAVID ES UNGIDO REY

 El pueblo eran las ovejas de Jehová, y David, como su pastor establecido sobre ellas por Jehová, las guardaba sobre los montes de Israel, de la misma manera que había guardado las ovejas de su padre en los lugares apartados cerca de Belén. No cambió su carácter cuando fue del redil al trono y cuando cambió el cayado por el cetro. No; todavía era el pastor, y sentía la responsabilidad de proteger a las ovejas del Señor contra los leones y los osos que merodeaban siempre alrededor del rebaño. La alusión del profeta al verdadero David es muy bella y conmovedora, cuando habla de Israel en los días venideros: “Yo salvaré a mis ovejas, y nunca más serán para rapiña; y juzgaré entre oveja y oveja. Y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor. Yo Jehová les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos. Yo Jehová he hablado” (Ezequiel 34:22-24). En el capítulo 10 de Juan, el Señor se presenta como el fiel y buen Pastor, que ama y cuida a su rebaño; y no podríamos dudar de que las palabras del Señor en el capítulo 6 del mismo evangelio, hacen más o menos referencia a su carácter de pastor: “Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero”. Tenemos aquí un importante principio de verdad. Independientemente de su amor personal por las ovejas, amor tan maravillosamente demostrado por su vida y su muerte, el Señor Jesús, en el pasaje que acabamos de citar, se presenta como responsable ―voluntariamente, sin duda― hacia su Padre, de guardar cada oveja de su preciado y amado rebaño a través de todas las vicisitudes de su curso, e incluso en la muerte, y de presentarla en el día postrero en la resurrección en gloria. Tal es el Pastor a quien la mano del Padre nos confió; y ¡cómo nos ha provisto para el tiempo y para la eternidad, colocándonos en tales manos, en las manos de un Pastor siempre vivo, todopoderoso, que siempre nos ama, cuyo amor las muchas aguas no pueden apagar, cuyo poder ningún enemigo puede resistir, que tiene en su mano las llaves de la muerte y del Hades, y que adquirió su derecho sobre su rebaño poniendo su vida por él! Continuará...


PEREGRINOS Y EXTRANJEROS: ROMPE MI CORAZÓN

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 29

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 29

1- DAVID ES UNGIDO REY

“Jehová no mira lo que mira el hombre”; porque “lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. (1 Corintios 1:27-29). Si Eliab, Abinadab, Sama o algún otro de los siete hijos de Isaí hubiera sido ungido, la carne habría podido vanagloriarse delante de Dios, pero desde el momento que David, el joven olvidado, aparece en la escena, reconocemos en él a aquel que le dará toda gloria al Dios que iba a poner el cetro en su mano. David se presenta ante nosotros como el tipo del Señor Jesús que, cuando estuvo entre los hombres, fue despreciado y olvidado; y veremos, a medida que avancemos en la instructiva historia del hijo más joven de Isaí, cuán sorprendentemente prefigura al verdadero amado de Dios. 

“Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos todos tus hijos? Y él respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí. Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es” (v. 11-12). “Queda aún el menor”, decía Isaí, quien seguramente pensaba: no puede ser él el elegido. El hombre no puede comprender los pensamientos de Dios. El instrumento del que Dios va a servirse, es ignorado y despreciado por los hombres. Pero Dios ha dicho: “Levántate y úngelo, porque éste es”: la respuesta perfecta que Dios da a los pensamientos de Samuel y de Isaí. Es interesante también observar la ocupación de David. “Apacienta las ovejas”. A esto se refiere luego Jehová, cuando le dice a David: “Yo te tomé del redil, de detrás de las ovejas, para que fueses príncipe sobre mi pueblo, sobre Israel” (2 Samuel 7:8). Nada podría ilustrar más dulcemente los pensamientos de Dios acerca del oficio real, que el trabajo de un pastor. Si el rey no desempeña su oficio en el espíritu de un pastor, su propósito se verá frustrado. El Rey David había captado perfectamente este punto, como puede observarse en estas conmovedoras palabras: “Estas ovejas, ¿qué han hecho?” (2 Samuel 24:17, VM). Continuará...


PEREGRINOS Y EXTRANJEROS: QUE GRANDIOSO DÍA

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 28

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 28

1- DAVID ES UNGIDO REY

 Los dones naturales y lo que llama la atención del hombre, no tienen nada que ver con la elección de Dios. Él mira lo que hay debajo de la superficie dorada de los hombres y de las cosas, y juzga todo según Sus infalibles principios. El capítulo 17 nos hace conocer algo del espíritu altivo y autosuficiente de Eliab. Pero el Señor no pone su confianza en la estatura de un hombre; Eliab no era aquel que había escogido. Es una cosa notable, en este capítulo, ver a Samuel errar tan a menudo. Su duelo por Saúl, su negativa o más bien su vacilación cuando se trata de ir a Belén a ungir a David, su error en lo tocante a Eliab, todo muestra cuán extraviado estaba de los caminos de Dios. La palabra que Jehová le envía es muy seria: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (v. 7). He aquí la gran diferencia, «la apariencia exterior», y «el corazón». Samuel mismo habría estado muy cerca de ser seducido por la primera de estas cosas, si Jehová no hubiese intervenido para enseñarle el valor de la segunda. “No mires a su parecer”. ¡Memorables palabras! 

“Entonces llamó Isaí a Abinadab, y lo hizo pasar delante de Samuel, el cual dijo: Tampoco a éste ha escogido Jehová. Hizo luego pasar Isaí a Sama. Y él dijo: Tampoco a éste ha elegido Jehová. E hizo pasar Isaí siete hijos suyos delante de Samuel; pero Samuel dijo a Isaí: Jehová no ha elegido a éstos” (v. 8-10). Así pues, la perfección de la naturaleza humana, por decirlo así, pasa delante del profeta, pero en vano; la naturaleza no puede producir nada para Dios ni para su pueblo. Y lo que es notable en todo esto, es que Isaí no piensa en absoluto en David. El joven rubio estaba en la soledad del desierto con las ovejas, y ni siquiera se le pasó por la mente a Isaí, mientras éste hacía pasar delante del profeta lo más selecto de su familia. Pero, ¡ah!, los ojos de Jehová estaban puestos en este joven olvidado, y contemplaba en él a aquel del cual, según la carne, debía venir Cristo, para ocupar el trono de David y reinar para siempre sobre la casa de Israel. Continuará...


PEREGRINOS Y EXTRANJEROS: PARA MATRIMONIOS

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 27

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 27

1- DAVID ES UNGIDO REY 

Todos los vacíos que dejan en el corazón los acontecimientos humanos, pueden ser llenados solamente por el poder de la fe en estas preciosas palabras: “He provisto”. Esto realmente lo resuelve todo, seca las lágrimas, alivia los dolores, llena los vacíos. Desde el momento que el espíritu reposa en los recursos del amor de Dios, se pone fin a todas las murmuraciones. ¡Ojalá que todos podamos conocer el poder y las diversas aplicaciones de esta verdad! ¡Que podamos saber lo que es tener nuestras lágrimas enjugadas y nuestro cuerno lleno de la convicción del tierno amor, la sabiduría y los recursos de nuestro Padre! Es una bendición rara; es difícil elevarse completamente por encima de la región de los pensamientos y los sentimientos humanos. Hasta un Samuel aparece objetando el mandamiento divino, y manifestando lentitud para correr en el camino de la simple obediencia. Jehová dice: “Ve”, y Samuel responde: “¿Cómo iré?” ¡Extraña pregunta! Pero ¡qué bien muestra la condición moral del corazón humano! Samuel había estado lamentándose por Saúl, y ahora que es enviado para ungir a otro en su lugar, dice: “¿Cómo iré?” La fe jamás habla así. No hay ningún “cómo” en su vocabulario. No; tan pronto como el mandamiento divino traza la senda, la fe se apresura a emprenderla, en voluntaria obediencia y sin tener en cuenta las dificultades. 

Sin embargo, Jehová, en su bondad, viene para despejar la dificultad de su siervo: “Jehová respondió: Toma contigo una becerra de la vacada, y di: A ofrecer sacrificio a Jehová he venido” (1 Samuel 16:2). Así pues, con un sacrificio y con su cuerno lleno de aceite, sube a la ciudad de David, donde un joven desconocido y de quien ignoraba los designios de Dios para con él, apacentaba algunas ovejas en el desierto. Entre los hijos de Isaí, parece haber habido algunos bellos ejemplares de la naturaleza humana, sobre los cuales Samuel, si se hubiese dejado llevar por su propio juicio, habría fijado los ojos, para darles la corona de Israel. “Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido” (v. 6). Pero no fue así. Continuará...


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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 26

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 26

1- DAVID ES UNGIDO REY 

Sin embargo, Samuel fue llamado a entrar en los pensamientos de Dios con respecto a Saúl. “¿Hasta cuándo llorarás a Saúl, habiéndolo yo desechado?”. La comunión con Dios nos conduce siempre a estar conformes con Sus caminos. El sentimentalismo puede llorar por las grandezas perdidas, pero la fe echa mano de la gran verdad de que el infalible consejo de Dios debe permanecer, y que él hará todo cuanto quiera (Isaías 46:10). La fe no podría derramar una sola lágrima por Agag, ni por un Saúl rechazado, porque siempre está en armonía con el pensamiento de Dios, ya sea que a Él le plazca rebajar o elevar a alguien. Hay una inmensa diferencia entre el sentimentalismo y la fe: mientras el primero se sienta a llorar, el otro se levanta y llena su cuerno de aceite. 

Es bueno examinar bien este contraste. Somos muy propensos a dejarnos llevar por el mero sentimiento, lo que es a menudo extremadamente peligroso. En la medida en que proviene de la naturaleza, habrá de fluir en una corriente diferente de la corriente de los pensamientos del Espíritu de Dios. Ahora bien, el remedio más eficaz contra la nefasta actividad del sentimiento, es una firme, profunda, cabal y permanente convicción de la realidad del propósito de Dios. En presencia de esta convicción, el sentimentalismo se marchita y muere, mientras que la fe vive y florece en la atmósfera de los pensamientos de Dios. La fe dice: “Yo te alabo, oh Padre”, para los acontecimientos y las circunstancias, los propósitos y los consejos, que asestan el golpe mortal a las emociones del sentimentalismo. Este importante principio está puesto ante nosotros de manera muy notable en el primer versículo del capítulo 16: “¿Hasta cuándo estarás lamentando?... Llena tu cuerno de aceite, y anda, que yo te enviaré a Isaí bet-lehemita; porque de entre sus hijos me he provisto de rey” (VM). Sí; “¿hasta cuándo te estarás lamentando?”, es la cuestión. El dolor humano se hace sentir hasta que el corazón haya encontrado el reposo en los abundantes recursos del Dios de bondad. Continuará...


MARCO BARRIENTOS: NO PUEDO PARA DE ALABARTE

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DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 25

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 25

1- DAVID ES UNGIDO REY 

Ahora vamos a nuestro tema, tan rico y variado: la vida y los tiempos de David, rey de Israel. En toda la Escritura, podemos ver cuán maravillosamente el Dios de gracia supo sacar siempre el bien del mal. Para Israel fue un pecado rechazar a Jehová su Rey, con el fin de tener un hombre a su cabeza; y, en este hombre, que fue el primero en llevar el cetro en medio del pueblo, habían aprendido cuán vana es la ayuda del hombre. Pero Jehová iba a hacer salir de la insensatez y del pecado de su pueblo, una rica cosecha de bendición. Saúl había sido rechazado, según los designios de Dios. Había sido pesado en la balanza y hallado falto; el reino iba a ser arrebatado de su mano y entregado a un hombre según el corazón de Dios. Este hombre debía ocupar el trono, para la gloria de Dios y para la bendición de Israel.  

“Dijo Jehová a Samuel: ¿Hasta cuándo llorarás a Saúl, habiéndolo yo desechado para que no reine sobre Israel?” (1 Samuel 16:1). Estas palabras nos introducen en el secreto del dolor de Samuel con respecto a Saúl durante el largo período de su separación de él. En el último versículo del capítulo 15, leemos: “Y Samuel no volvió a ver más a Saúl, hasta el día de su muerte; Samuel empero lamentaba a Saúl” (VM). Era natural. Había, en la triste caída de este desdichado hombre, muchas cosas susceptibles de afectar profundamente el corazón. En otro tiempo, hizo brotar de la boca del pueblo este grito: “¡Viva el rey!” (capítulo 10:24). Más de una mirada, sin duda, más de un corazón lleno de entusiasmo, se había detenido sobre este varón “joven y hermoso”, y ahora, todo esto se esfumó. Saúl fue rechazado por Dios, y Samuel se había visto forzado a tomar respecto de él un lugar de entera separación. Era la segunda persona que Samuel veía despojada de su cargo. Al principio de su carrera, había sido portador de malas noticias para Elí; y, ahora, al término de su curso, había sido encargado de anunciar a Saúl el juicio de Dios sobre su conducta. Continuará...


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