ACÉRCATE SEDIENTO Parte 75


 ACÉRCATE SEDIENTO Parte 75

Tercera parte: Confía en Su Señorío

DIEZ: En Dios [casi] confiamos

Unos cuantos días antes de nuestra boda, Denalyn y yo disfrutamos y sobrevivimos una travesía en el mar. Milton, un amigo nuestro de una iglesia en Miami, nos había invitado a Denalyn, su mamá y a mí a ir con él y otros más en un viaje placentero a lo largo de la costa de Florida. Al principio fue eso y nada más, un viaje placentero. Nos recostamos sobre almohadones en la cubierta, colgamos los pies por estribor, dormitamos y nos bronceamos. Qué delicia.

Sin embargo, después vino la tormenta. El cielo se oscureció, empezó a llover y el océano apacible y sin horizonte se convirtió en lo más parecido a la espalda de un dragón. Las olas empujaban el velero hacia arriba hasta que no veíamos nada más que cielo, y después hacia abajo de tal modo que solo veíamos agua. Aprendí esto acerca de la navegación: No es por nada que llaman Pacífico el otro lado de la inundación. Los bronceados se dejaron para después y las siestas quedaron suspendidas hasta nuevo aviso. Los ojos de todos se fijaron primero en las nubes tempestuosas y luego en el capitán. Todos estábamos pendientes de cualquier cosa que dijera o hiciera Milton.

Nuestro capitán actuó de forma deliberada y decidida. Dijo a unos dónde sentarse, a otros qué hacer y a todos que nos calmáramos y aguantáramos como mejor pudiéramos. Hicimos conforme él nos dijo. ¿Por qué? Sabíamos que él sabía qué hacer. También sabíamos que nosotros lo ignorábamos por completo. Antes de los ventarrones, habríamos podido hacer alarde de nuestras medallas de mérito como niños exploradores o nuestra experiencia previa en excursiones de pesca y navegación. Pero tan pronto sobrevino la tormenta, cerramos la boca. (A excepción de Denalyn que tuvo que trasbocar.) No teníamos más alternativa que confiar en Milton. Él sabía muy bien aquello que ignorábamos por completo y, además, estaba interesado en nuestro bienestar. Continuará...


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