ACÉRCATE SEDIENTO Parte 81

 


ACÉRCATE SEDIENTO Parte 81

Tercera parte: Confía en Su Señorío

DIEZ: En Dios [casi] confiamos

Su padre la maltrató, abusó de ella y después la abandonó. Sus primeros recuerdos están tiznados por dolores inimaginables e inmerecidos. En medio de lágrimas me preguntó: «¿Quiere usted decirme que Dios observó eso todo el tiempo?» La pregunta resonó en todo el recinto. Me acomodé en mi silla y respondí: «Sí, Él vio todo eso, y no sé por qué permitió lo que te sucedió, pero sí sé esto: Él te ama y sufre contigo». A ella no le gustó la respuesta. ¿Qué más podríamos decir? ¿Nos atreveríamos a sugerir que Dios se quedó dormido y no vio lo que pasó? ¿Que se tomó un descanso y no se enteró de lo ocurrido? ¿Que desde el cielo puede verse todo pero no actuar? ¿Que nuestro Padre es bueno pero no poderoso o que es poderoso pero no le importa? Cuánto quisiera que ella hubiera hablado con José. Sus hermanos lo maltrataron y lo vendieron como esclavo. ¿Será que Dios vio todo lo que pasó?

Sí, y nuestro Dios soberano usó esos corazones rebeldes para salvar una nación entera del hambre y la familia del Mesías de una extinción segura. Como José les dijo: «Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien» (Génesis 50.20). Cómo quisiera que hubiera hablado con Lázaro. Cuando Jesús se enteró de que estaba enfermo de muerte, no hizo nada. Esperó a que llevara cuatro días en la tumba. ¿Por qué permitió la muerte de Lázaro? «Para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella» (Juan 11.4). Lo mejor de todo habría sido una conversación con Jesús mismo. Él rogó a Dios que le asignara un itinerario distinto, una muerte sin cruz. Desde el huerto de Getsemaní Cristo suplicó el cambio a un «plan B»: Redención sin clavos. «Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle» (Lucas 22.42-43). Continuará...


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