ACÉRCATE SEDIENTO Parte 95

 


ACÉRCATE SEDIENTO Parte 95

Cuarta parte: Recibe Su Amor

QUINCE: ¿Has oído el portazo en tu celda?

Buenos amigos. Tiempo con Cristo sin interrupciones. No obstante, en medio de la cena Jesús les tomó por sorpresa al decir: «Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche» (Mateo 26.31). Los discípulos se escandalizaron de la idea. «Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré ... Pedro le dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo» (vv. 33, 35). «¿Abandonar a Jesús? Imposible. Él es el imán y nosotros las partículas de hierro. Estamos en su esquina, en su lado de la cancha. Él puede contar con nosotros, ¿no es así?» Todo lo contrario. Antes que la oscuridad diera paso a la aurora «todos los discípulos, dejándole, huyeron» (Marcos 14.50). Juan y Andrés corrieron. Bartolomé, Jacobo y Tadeo se escurrieron. Cuando aparecieron los romanos, los seguidores desaparecieron en un tropel de rodillas y codos. Aquellos hombres poderosos que hoy se ven en los vitrales de mil catedrales, pasaron la noche acurrucados debajo de burros y escondidos tras fardos de heno. Le abandonaron y salieron huyendo. Al primer fogonazo se escabulleron. Increíble pero cierto.

Algo más asombroso todavía es lo siguiente: cuando Cristo se levantó de los muertos, nunca lo trajo a colación. Jamás. Ni siquiera un «se los dije». Al entrar al aposento alto, que estaba ocupado por los infractores de votos, pudo haberles citado sus propias palabras y recordarles así su traición desfachatada. «Oye Andrés, no sabía la clase de amigo que eras. Juan, ¿puedes creer que te iba a dejar escribir uno de los evangelios?» Él pudo dejarles sin más que el sonido de una puerta al cerrarse. Pero no lo hizo. «Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros» (Juan 20.19). Ellos corrieron más rápido que los guardias, pero no pudieron escapar del amor de Cristo. Continuará...

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