APLAUSO DE CIELO 12 PARTE

 


APLAUSO DE CIELO 12 PARTE

CUANDO VIO A LAS MULTITUDES, SUBIÓ A LA LADERA DE UNA MONTAÑA Y SE SENTÓ.

2: SU CUMBRE

A partir del momento que llego a casa por la tarde hasta el minuto que me siento ante la computadora unas cinco horas más tarde, el movimiento no se detiene. Treinta segundos después de trasponer el umbral, mis dos rodillas son atacadas por dos niñas chillonas. Me ponen en los brazos un bebé cuyo cabello parece pelusa y me estampan en los labios un beso de bienvenida al hogar. «Ha llegado la caballería», anuncio yo.

«Y por cierto que sin un minuto de sobra», responde mi esposa Denalyn, con una grata sonrisa. Las horas que siguen traen un coro de sonidos familiares: risas, vajilla que se golpea, ruidos sobre el piso, gritos de agonía por golpes en los pies, salpicaduras al bañarse y ruidos sordos de juguetes que son lanzados a la cesta. La conversación es tan constante como predecible. «¿Puedo comer más cake?» «¡Jenna tiene mi muñeca!» «¿Puedo cargar al bebé?» «Querida, ¿dónde está el chupete?» «¿Hay algún camisón limpio en la secadora?» «Niñas, es hora de dormir». «¿Una canción más?»

Después, al fin, se detiene el huracán de todas las noches y se aplaca el rugido. Mamá mira a papá. Se evalúan los daños del día y se hace la limpieza. Mamá se va a la cama y papá se dirige al cuarto de juegos para escribir. Es allí donde estoy ahora. Sentado, en quietud, acompañado por el golpeteo del teclado de la computadora, el aroma de café y el ritmo del lavaplatos. Lo que treinta minutos antes era una sala de juegos es ahora un estudio. Y, lo que ahora es un estudio quizás —sólo digo quizás— se convierta en un santuario. Pues lo que pueda suceder en los siguientes minutos raya en lo santo. Continuará...


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