APLAUSO DE CIELO 23 PARTE

 


APLAUSO DE CIELO 23 PARTE

…PORQUE EL REINO DE LOS CIELOS ES DE ELLOS.

4: EL REINO DEL ABSURDO

Estuve a punto de decirle a este carpintero-maestro: “Dedícate a predicar que yo me dedicaré a la pesca”. Pero fui más educado: “Trabajamos toda la noche. No pescamos  nada”. Véase Lucas 5.1–11 . »É1 sólo me miró. Yo vi a Juan. Juan estaba a la espera de mi indicación… »Quisiera decir que lo hice por amor. Desearía poder decir que lo hice por devoción. Pero no puedo. Lo único que puedo decir es que hay un tiempo para preguntar y un tiempo para escuchar. De modo que tanto con un gruñido como con una oración salimos. »Con cada golpe del remo, yo murmuraba. Con cada tirón de la paleta, me quejaba. “No hay manera. No hay manera. Imposible. Tal vez no sepa mucho, pero sé de pesca. Y lo único que traeremos de regreso serán unas redes mojadas”. »E1 ruido de la playa se iba alejando, y pronto lo único que se escuchaba era el golpe de las olas contra el casco. Finalmente bajamos el ancla. Levanté la pesada red, la sostuve a la altura de la cintura y empecé a lanzarla. Fue en ese momento que capté un vistazo de Jesús. Su expresión me detuvo en medio de la acción. »Estaba inclinándose por la borda, mirando el agua donde estaba a punto de lanzar la red. Y, aunque no lo crea, estaba sonriendo. Una sonrisa como de muchacho empujaba sus mejillas hacia arriba y convertía sus ojos redondos en medias lunas, el tipo de sonrisa que uno ve cuando un niño entrega un obsequio a un amigo y lo observa mientras lo desenvuelve.

»Él notó que yo lo miraba e intentó ocultar la sonrisa, pero persistía. Apretaba las comisuras de sus labios hasta que apareció un destello de dientes. Me había dado un regalo y casi no podía contener su emoción mientras yo lo abría. »“Qué desilusión va a recibir”, pensé mientras lanzaba la red. Voló alto, extendiéndose al fondo del délo azul y flotando hasta caer sobre la superficie para luego hundirse. Di una vuelta a la soga alrededor de mi mano y me acomodé para la larga espera. »Pero no hubo espera. La soga se tensó de un tirón e intentó tirarme por la borda. Coloqué mis pies contra el costado de la barca y grité pidiendo ayuda. Juan y Jesús saltaron a mi lado. »Logramos meter la red antes de que comenzara a romperse. Nunca había visto una pesca tal. Fue como dejar caer una bolsa de piedras en la barca. Empezamos a hacer agua. Juan gritó pidiendo ayuda a otra barca. »Fue una escena bastante impresionante: cuatro pescadores en dos barcas, pescados hasta las rodillas y un carpintero sentado en nuestra proa, disfrutando del pandemonio. Continuará...


No hay comentarios.:

Publicar un comentario