APLAUSO DE CIELO 28 PARTE

 


APLAUSO DE CIELO 28 PARTE

DICHOSOS… LOS QUE LLORAN…

5. LA PRISIÓN DEL ORGULLO

Esta vez Daniel me llevó a él para hablarle acerca de Jesús. Nuestro estudio se enfocó en la cruz. Hablamos acerca de la culpa. Acerca del perdón. Los ojos del asesino se suavizaron ante la idea de que aquel que mejor lo conoce es quien más lo ama. Su corazón fue tocado mientras hablábamos acerca del cielo, una esperanza que ningún verdugo podía quitarle. Pero al empezar a tratar el tema de la conversión, el rostro de Aníbal empezó a endurecerse. La cabeza que antes se había inclinado hacia mí con interés, ahora se enderezó con cautela. A Aníbal no le agradó mi comentario de que el primer paso hacia Dios es reconocer la culpa. Le incomodaban frases como «Me he equivocado» y «perdóneme». Decir «Lo siento» no concordaba con su carácter. Nunca había retrocedido ante un hombre, y no estaba dispuesto a hacerlo ahora, aunque ese hombre fuese Dios.

En un último esfuerzo por vencer su orgullo, le pregunté: —¿No quiere ir al cielo? —Seguro —refunfuñó. —¿Está listo? Anteriormente quizás se hubiese jactado diciendo que sí, pero ya había escuchado demasiados versículos de la Biblia. Lo sabía bien. Clavó la mirada en el piso de concreto durante un largo rato, meditando en la pregunta. Por un momento pensé que su corazón de piedra se resquebraba. Durante un segundo, pareció que el rudo Aníbal reconocería sus fracasos por primera vez. Pero me equivoqué. Los ojos que se levantaron para encontrarse con los míos no estaban anegados de lágrimas; estaban airados. No eran los ojos de un pródigo arrepentido; eran los de un prisionero furioso. —Está bien —dijo encogiéndose de hombros—. Me convertiré en uno de sus cristianos. Pero no espere que cambie mi manera de vivir. Continuará...


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