APLAUSO DE CIELO 32 PARTE


 APLAUSO DE CIELO 32 PARTE

DICHOSOS… LOS QUE LLORAN…

5. LA PRISIÓN DEL ORGULLO

Eso no me resulta creíble. No creo que Pedro esté buscando una aclaración; creo que intenta salvar su pellejo. Tiene conciencia de dos realidades: Se está hundiendo y Jesús sigue a flote. No le toma mucho tiempo decidir dónde preferiría estar. Quizás una interpretación más adecuada de su pedido sería: «Jeeeeeeeesús. ¡Si eres tú, sácame de aquí!» «Ven» es la invitación. Pedro no necesita que se lo repitan. No todos los días tiene uno oportunidad de caminar sobre el agua atravesando olas que son más altas que uno. Pero al quedar frente a las alternativas de muerte segura o vida posible, Pedro sabe qué quiere. Los primeros pasos van bien. Pero luego andar otros sobre el agua se olvida de mirar a Aquel que lo había llevado hasta allí, y se hunde.

En este instante vemos la diferencia principal entre Aníbal y Pedro, la diferencia entre un hombre que esconde su problema y uno que lo reconoce. Aníbal prefiere preocuparse más por su imagen que por su vida. Prefiere hundirse antes que permitir que sus amigos lo escuchen pedir ayuda. Prefiere hundirse «a su manera» antes que salvarse «a la manera de Dios».  En cambio, Pedro sabe que no debe mirarle los dientes a caballo regalado. Sabe que no le conviene morder la mano que puede salvarlo. Su respuesta quizás no tenga mucha categoría —es posible que no le asegure salir en la portada de Gentleman’s Quarterly —, pero logra sacarlo de aguas profundas: «¡Sálvame!» Y como Pedro prefiere tragar orgullo antes que agua, una mano atraviesa la lluvia y lo levanta. El mensaje es claro. Mientras Jesús sea una opción entre muchas, no es una alternativa. Mientras usted pueda llevar sus cargas por su cuenta, no necesita quien se las lleve. Mientras su situación no le produzca dolor, no podrá recibir consuelo. Mientras tenga la posibilidad de tomarlo o dejarlo, más vale que lo deje, porque no es posible tomarlo a medias. Pero cuando llora, cuando llega al punto de sentir pena por sus pecados, cuando reconoce no tener otra alternativa que echar sobre Él todas sus cargas, y cuando verdaderamente no haya otro nombre que pueda invocar, entonces eche sobre Él todas sus cargas, pues estará esperando en medio de la tormenta.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario