APLAUSO DE CIELO 33 PARTE

 


APLAUSO DE CIELO 33 PARTE

…PORQUE RECIBIRÁN CONSUELO

6. TOQUES DE TERNURA

Ser padre es mejor que un curso de teología. Dos niños de diez años se acercaron ayer a mi hija de cinco años en el ómnibus, le hicieron un mal gesto, y exigieron que se corriese. Cuando llegué a casa del trabajo, me contó el asunto. «Tenía ganas de llorar, pero no lo hice. Simplemente me quedé sentada, asustada». Mi impulso inmediato fue averiguar los nombres de los muchachos y golpear a sus padres en la nariz. Pero no lo hice. Hice algo más importante. Acomodé a mi hijita en mi regazo, la envolví en mis brazos y le dije que no se preocupara por esos matones porque su papá estaba aquí, y que me aseguraría de hacerles saber que si alguna vez esos bravucones se acercaban a mi princesa estarían arriesgando sus propias vidas, sí señor.

Y eso le bastó a Jenna. Bajó de un salto y salió corriendo. Volvió unos minutos más tarde, llorando. Su codo estaba raspado. La levanté y la llevé al baño para administrarle primeros auxilios. Trató de decirme lo que había sucedido. —Yo …snif, snif… estaba girando …snif, snif… como un helicóptero …snif, snif… y después me caaaaaaíííííí —dijo llorando. —Todo va a estar bien —le dije al sentarla sobre la mesa del baño. —¿Me pondrás una curita®? —Por supuesto. —¿Una grande? —La más grande. —¿De verdad? Estiré el adhesivo sobre la raspadura y levanté su brazo hasta el espejo para que pudiera ver su medalla de valentía. —Vaya. ¿Puedo mostrarle a mamá? —Por supuesto —sonreí. Y fue suficiente para Jenna. —Papá. La voz provenía de otro mundo, el mundo de los despiertos. La ignoré y me quedé en el mundo del sueño. —Papá —la voz era insistente. Abrí un ojo. Andrea, nuestra hija de tres años, estaba junto a mi cama a pocos centímetros de mi cara. Continuará...


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