APLAUSO DE CIELO 37 PARTE

 


APLAUSO DE CIELO 37 PARTE

DICHOSOS… LOS DE CORAZÓN HUMILDE…

7. LA GLORIA DE LO COMÚN

Considere la vara de Moisés.  A esa altura de su vida, Moisés había sido pastor el mismo tiempo que príncipe, y se había acostumbrado a ello. Cuidando ovejas no se llevaba una vida tan activa como la que se vivía entre la realeza egipcia, pero tenía sus momentos especiales, sobre todo cuando Dios le habló a través de un arbusto que ardía y no se consumía. Dios le anunció que él era el hombre que liberaría a los israelitas. Moisés no estaba convencido de que era el hombre para esa tarea. Dios afirmó que lo importante no era quién era Moisés sino quién era Él. Y se propuso demostrarlo. —Moisés —dijo la voz desde el arbusto—, echa en tierra tu vara. Moisés, que había recorrido esta montaña durante cuarenta años, no se sentía agradado con la orden. —Dios, tú sabes mucho acerca de tantas cosas, pero es posible que no sepas que por aquí, pues bien, uno no anda tirando su vara por ahí. Nunca se sabe cuando… —Échala, Moisés. Moisés la echó. La vara se convirtió en serpiente, y Moisés echó a correr.—¡Moisés! El viejo pastor se detuvo. —Agarra la serpiente. Moisés miró por encima de su hombro, primeramente a la serpiente y después al arbusto; luego respondió de la manera más valiente que pudo. —¿Qué? —Agarra la serpiente… por la cola. (A este punto Dios tuvo que estar sonriendo.) —Dios, no es mi intención presentar objeciones. Es decir, tú sabes muchas cosas, pero aquí en el desierto, pues bien, uno no anda agarrando serpientes con frecuencia, y nunca se agarran las serpientes por la cola. Véase Éxodo 4.1–4 .

—¡Moisés! —Sí, Señor. En el momento que la mano de Moisés tocó la resbalosa serpiente, se endureció. Y Moisés levantó la vara. La misma vara que habría de levantar en la corte de Faraón. La misma vara que habría de levantar para dividir las aguas y guiar a dos millones de personas por un desierto. La vara que recordaría a Moisés que si Dios puede hacer que una vara se convierta en serpiente para luego volverse vara nuevamente, entonces es posible que pueda hacer algo con los corazones rebeldes y un pueblo de dura cerviz. Quizás pueda hacer algo con lo común. O considere otro pastor de Belén.  Hay ciertas cosas que cualquiera sabe que no debe hacer. Uno no debe intentar enlazar un tornado. Ni enfrentarse a un león con un palillo. Uno no debe estornudar de frente al viento. Tampoco salir a cazar osos con una escopeta que dispara corchos. Y uno no debe enviar a un pastorcillo a luchar contra un gigante. Es decir, no debe hacerlo a menos que se le acaben las alternativas. A Saúl se le acabaron. Y en ese momento que se acaban, es cuando estamos más preparados para las sorpresas de Dios. ¡Saúl sí que se sorprendió! Continuará...


No hay comentarios.:

Publicar un comentario