APLAUSO DE CIELO 46 PARTE

 APLAUSO DE CIELO 46 PARTE


DICHOSOS… LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA…

9: UNA SED SACIADA

«Mamá, tengo mucha sed. Necesito beber algo». Susanna Petroysan escuchó los ruegos de su hija, pero nada podía hacer. Ella y Gayaney, de cuatro años, estaban atrapadas bajo un derrumbe de toneladas de concreto y acero. Junto a ellas en la oscuridad estaba el cuerpo de la cuñada de Susanna, Karine, una de las cincuenta y cinco mil víctimas del peor terremoto de la historia de la Armenia soviética. La calamidad nunca golpea antes de entrar, y esta vez, había derribado la puerta. Susanna había ido a la casa de Karine para probarse un vestido. Era el 7 de diciembre de 1988 a las 11:30 a.m. El sismo ocurrió a las 11:41. Se acababa de quitar el vestido y sólo tenía puestas las medias y una enagua cuando el apartamento del quinto piso comenzó a estremecerse. Susanna agarró a su hija, pero sólo alcanzó a dar unos pocos pasos antes de que el piso se abriera y se precipitara. Susanna, Gayaney y Karine cayeron en el sótano mientras alrededor de ellas se derrumbaba el edificio de apartamentos de nueve pisos. «Mami, tengo sed. Por favor, dame algo».

No había nada que Susanna pudiese darle. Estaba atrapada echada sobre su espalda. Un panel de concreto que estaba cuarenta y cinco centímetros por encima de su cabeza y un tubo de agua aplastado encima de sus hombros le impedían incorporarse. Tanteando en la oscuridad, encontró un frasco de mermelada de zarzamora que había caído al sótano. Le dio de comer a su hija todo el frasco. El segundo día se acabó. «Mami, tengo tanta sed». Susanna sabía que ella moriría, pero deseaba que su hija viviera. Encontró un vestido, quizás el que había venido a probarse, y le hizo una cama a Gayaney. Aunque el frío era intenso, se quitó las medias envolviendo con ellas a la niña para mantenerla abrigada. Las dos permanecieron atrapadas durante ocho días. Por causa de la oscuridad, Susanna perdió la noción del tiempo. Debido al frío, perdió el tacto en los dedos de las manos y de los pies. Por causa de su imposibilidad de movimiento, perdió la esperanza. «Sólo esperaba que llegara la muerte». Continuará...


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