APLAUSO DE CIELO 52 PARTE


 APLAUSO DE CIELO 52 PARTE

SERÁN TRATADOS CON COMPASIÓN.

11: EL PADRE FRENTE AL ENEMIGO

Veinticuatro de marzo de 1989. Una noche fría cerca de la costa de Alaska. El capitán de un buque petrolero gritaba órdenes al contramaestre. Las órdenes no eran claras, la noche oscura y la colisión fue desastrosa. El buque petrolero Exxon Valdez encalló con fuerza en Bligh Reef, derramando once millones de galones de petróleo crudo en uno de los espejos de agua más pintorescos del mundo. El petróleo ennegreció todo, desde la superficie del mar a las playas, a las nutrias, a las gaviotas. Alaska estaba enfurecida, y Exxon, la compañía a quien pertenecía el petrolero, humillada. La colisión, por terrible que haya sido, fue moderada si se la compara con las que ocurren a diario en nuestras relaciones. Usted lo ha vivido. Alguien no satisface sus expectativas. Promesas que no se cumplen. Se desenfundan las pistolas verbales, y se dispara una ronda de palabras.

¿El resultado? Una colisión entre el casco de su corazón y el arrecife de las acciones de alguno. Se escapa energía preciosa, cubriendo la superficie de su alma con una capa mortal de resentimiento. Un negro manto de amargura oscurece su mundo, nubla su vista, arruina su perspectiva y asfixia su gozo. ¿Tiene usted un hoyo en el corazón? Quizás la herida sea vieja. Un padre que lo maltrató. Una maestra que lo menospreció. El compañero que le traicionó. Un socio comercial que le abandonó dejándolo ante la perspectiva de pagar cuentas o declararse en quiebra. Y usted está enojado. O quizás la herida es reciente. El amigo que le debe dinero acaba de pasar en un auto nuevo. El jefe que lo contrató con promesas de promociones ni recuerda cómo se pronuncia su nombre. Su círculo de amigos hizo una escapada de fin de semana y usted no fue invitado. Los hijos que crió parecen haber olvidado que existe. Y está herido. Una parte de usted está quebrantada, la otra amargada. Una parte suya quiere llorar, otra quiere pelear. Las lágrimas que derrama están calientes porque vienen de su corazón, y en él hay un fuego encendido. Es el fuego de la ira. Arde. Consume. Sus llamaradas lamen la caldera humeante de la venganza. Y debe tomar una decisión. «¿Apago el fuego o lo avivo? ¿Supero el asunto o lo dejo? Continuará,,,


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