APLAUSO DE CIELO 57 PARTE

 


APLAUSO DE CIELO 57 PARTE

SERÁN TRATADOS CON COMPASIÓN.

11: EL PADRE FRENTE AL ENEMIGO

A principios de este libro mencioné a Daniel, un querido amigo de Brasil. (Daniel fue el que me llevó a la prisión para conocer a Aníbal.) Daniel es grande. Solía ganarse la vida levantando pesas y enseñando a otros cómo hacer lo mismo. Su álbum de recuerdos es colorido, contiene cintas y fotos de él en su mejor momento, en pose de hombre musculoso haciendo flexiones con sus brazos abultados. Lo único que es más grande que los bíceps de Daniel es su corazón. Permítame que le cuente acerca de una época en la que su corazón se volvió tierno. Daniel vivía en la dudad sureña de Porto Alegre. Trabajaba en un gimnasio y soñaba con poseer uno propio. El banco aceptó financiar la compra si podía encontrar a alguien que le sirviera de garante. Su hermano aceptó.

Llenaron todas las solicitudes y aguardaron la aprobación. Todo marchó sin dificultades, y en poco tiempo Daniel recibió una llamada del banco diciéndole que podía pasar a retirar el cheque. En cuanto salió del trabajo, fue al banco. Cuando el agente de crédito vio a Daniel, puso expresión de sorpresa y le preguntó por qué había venido. —A buscar el cheque —explicó Daniel. —Qué extraño —respondió el banquero—. Su hermano pasó más temprano. Retiró el dinero y lo usó para cancelar la hipoteca de su casa. Daniel estaba furioso. Nunca se imaginó que su propio hermano lo engañaría de esa manera. Salió como una tromba hasta la casa de su hermano y golpeó con fuerza la puerta. El hermano abrió la puerta con su hija en brazos. Sabía que Daniel no lo golpearía si tenía en brazos a una niña. Tenía razón. Daniel no lo golpeó. Pero prometió a su hermano que si alguna vez volvía a verlo le quebraría el cuello. Daniel se fue a casa con su gran corazón herido y devastado por el engaño de su hermano. No le quedaba otra alternativa que volver al gimnasio y trabajar para saldar la deuda. Continuará...


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