APLAUSO DE CIELO 58 PARTE


 APLAUSO DE CIELO 58 PARTE

SERÁN TRATADOS CON COMPASIÓN.

11: EL PADRE FRENTE AL ENEMIGO

Unos meses más tarde, Daniel conoció a un joven misionero estadounidense llamado Allen Dutton. Allen se hizo amigo de Daniel y le habló de Jesucristo. Daniel y su esposa pronto se convirtieron en cristianos y discípulos devotos. Pero a pesar de que a Daniel se le había perdonado tanto, igualmente le resultaba imposible perdonar a su hermano. La herida era profunda. La caldera de la venganza seguía hirviendo a fuego lento. No vio a su hermano durante dos años. Daniel no soportaba la idea de mirar al rostro del que lo había traicionado. Y su hermano sentía demasiado aprecio por su rostro como para permitir que lo viera Daniel. Pero un encuentro era inevitable. Ambos sabían que a la larga se encontrarían. Y ninguno sabía lo que ocurriría en ese momento. El encuentro ocurrió un día en una avenida muy transitada. Permita que sea Daniel el que le cuente lo sucedido con sus propias palabras:

Lo vi, pero él no me vio. Sentí que mis manos se cerraban formando puños y mi cara se puso caliente. Mi impulso inicial fue tomarlo por el cuello y estrangularlo. Pero al mirar su rostro, mi enojo empezó a disiparse. Pues al verlo, vi la imagen de mi padre. Vi los ojos de mi padre. La mirada de mi padre. La expresión de mi padre. Y al ver a mi padre en su rostro, mi enemigo volvió a ser mi hermano. Daniel se dirigió hacia él. El hermano se detuvo, giró y comenzó a correr, pero era demasiado lento. Daniel extendió el brazo y lo tomó del hombro. El hermano retrocedió, esperando lo peor. Pero en lugar de que su cuello fuese retorcido por las manos de Daniel,se encontró envuelto en los grandes brazos de Daniel. Y los dos hermanos quedaron parados en medio del rió de gente, llorando. Vale la pena repetir las palabras de Daniel: «Cuando vi en su rostro la imagen de mi padre, mi enemigo se convirtió en mi hermano». Ver la imagen del padre en el rostro del enemigo. Inténtelo. La próxima vez que vea a, o piense en el que le rompió el corazón, mire dos veces. Al mirarle el rostro, busque también el rostro de Él… el rostro de Aquel que lo perdonó a usted. Contemple los ojos del Rey que lloró cuando usted suplicó pidiendo compasión. Contemple el rostro del Padre que le concedió gracia cuando ningún otro le daba una oportunidad. Encuentre el rostro del Dios que perdona en el rostro de su enemigo. Y después, sabiendo que Dios lo ha perdonado más de lo que usted alguna vez deba perdonar en otro, otorgue a su enemigo —y a usted— la libertad. Y permita que el hoyo en su corazón se sane.


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