APLAUSO DE CIELO 80 PARTE

 


APLAUSO DE CIELO 80 PARTE

DICHOSOS… LOS PERSEGUIDOS POR CAUSA DÉ LA JUSTICIA…

16: EL CALABOZO DE LA DUDA

Ella consultó a su madre, que esperaba en el pasillo, luego regresó con su pedido. —Quiero a Juan el Bautista. —¿Quieres una cita con el profeta? —Quiero su cabeza —respondió la bailarina. Y después, ante un gesto afirmativo de su madre, agregó—: Sobre una bandeja de plata, si no le molesta. Herodes miró los rostros de los que lo rodeaban. Sabía que no era justo, pero también sabía que todos lo estaban mirando. Y él había prometido «cualquier cosa». A pesar de que personalmente no tenía nada en contra del predicador campesino, valoraba las encuestas de la opinión pública mucho más de que la vida de Juan. Al fin y al cabo, ¿qué importa más… evitar hacer el ridículo o evitar la muerte de un profeta excéntrico? La historia destila injusticia. Juan muere porque Herodes codicia.

El bueno es asesinado mientras los malos se ríen. Un hombre de Dios es asesinado mientras un hombre apasionado le hace guiños a su sobrina. ¿Es así como Dios recompensa a sus ungidos? ¿Es así como honra a sus fíeles? ¿Es así como Dios corona a sus elegidos? ¿Con oscuro calabozo y reluciente espada? La incoherencia fue más de lo que Juan podía soportar. Aun antes de que Heredes alcanzara su veredicto, Juan formulaba sus preguntas. Sus preocupaciones sólo eran superadas en número por la cantidad de veces que recorría su celda haciendo dichas preguntas. Cuando tuvo ocasión de enviarle un mensaje a Jesús, su inquisición expresaba desesperanza: «Al enterarse Juan en la cárcel de lo que Cristo estaba haciendo, envió a sus discípulos a que le preguntaran: ¿Eres el que había de venir, o debemos esperar a otro?»  Nótese lo que motivaba la pregunta de Juan. No era solamente el calabozo ni la muerte siquiera. Era el problema de las expectativas no satisfechas: el hecho de que Juan estuviera en dificultades profundas y Jesús siguiera adelante con sus asuntos como si nada. Continuará...


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