APLAUSO DE CIELO 88 PARTE

 


APLAUSO DE CIELO 88 PARTE

…PORQUE EL REINO DÉ LOS CIELOS ES DE ELLOS.

17: EL REINO POR EL QUE VALE LA PENA MORIR

Sin embargo. Jesús no había acabado. Les comunicó un mensaje más para despejar la nube de la duda del corazón de Juan: «A los pobres se les anuncian las buenas nuevas». Hace algunos meses llegué tarde para tomar un avión que partía del aeropuerto de San Antonio. No llegué tan tarde, pero sí lo suficiente para ser descartado y mi asiento cedido a un pasajero en lista de espera. Cuando la agente de boletos me dijo que perdería el vuelo, puse en funcionamiento mis mejores poderes persuasivos. —Pero el vuelo aún no ha partido. —Sí, pero usted llegó demasiado tarde. —Llegué antes de que partiera el avión; ¿eso es demasiado tarde? —El reglamento dice que usted debe llegar diez minutos antes del horario programado de partida del vuelo. Eso fue hace dos minutos. —Pero, señorita —le rogué—, esta tarde debo estar en Houston. Ella fue paciente pero firme. —Lo siento, señor, pero las reglas dicen que los pasajeros deben estar en el portón diez minutos antes del horario programado de partida. —Ya sé lo que dicen las reglas —le expliqué—. Pero no le estoy pidiendo justicia; le estoy pidiendo misericordia. No me la dio. Pero Dios si la da. A pesar de que según el «reglamento» soy culpable, por el amor de Dios se me concede otra oportunidad. Aunque según la ley he sido acusado, por misericordia se me otorga un nuevo comienzo.

«Porque es por gracia que ustedes han sido salvados[…] no por obras, para que nadie pueda jactarse».  Ninguna otra religión del mundo ofrece un mensaje tal. Todas las demás exigen un desempeño adecuado, un sacrificio adecuado, un recital adecuado, un ritual adecuado, una sesión o experiencia adecuada. El suyo es un reino de permutas y negociados. Si hace esto. Dios le dará aquello. ¿El resultado? Una de dos, arrogancia o temor. Arrogancia si piensa que lo ha alcanzado, temor si piensa que no. El reino de Cristo es justo lo opuesto. Es un reino para los pobres. Un reino donde la membresía es concedida, no adquirida. Usted es colocado en el reino de Dios. Es «adoptado». Y esto ocurre no cuando usted hace lo suficiente, sino cuando reconoce que no puede hacer lo suficiente. Usted no puede ganarlo; sencillamente lo acepta. Como resultado, usted sirve, no por arrogancia o temor, sino por gratitud. Continuará...


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