APLAUSO DE CIELO 90 PARTE

 


APLAUSO DE CIELO 90 PARTE

…PORQUE EL REINO DÉ LOS CIELOS ES DE ELLOS.

17: EL REINO POR EL QUE VALE LA PENA MORIR

Eso es algo que vale la pena recordar la próxima vez que escuche el silencio de Dios. Si ha pedido un cónyuge, pero sigue durmiendo solo… si ha pedido un hijo, pero su vientre sigue estéril… si ha pedido sanidad, pero sigue sufriendo… no piense que Dios no escucha. Lo hace. Y está respondiendo a pedidos que usted ni formula. Santa Teresa de Ávila tenía la visión suficiente para orar de esa manera: «No me castigues concediéndome lo que deseo o pido».  El apóstol Pablo era suficientemente sincero como para escribir: «No sabemos qué debemos pedir».  Lo cierto es que Juan no pedía demasiado; pedía demasiado poco. Estaba pidiendo que el Padre resolviera lo temporal, mientras Jesús estaba dedicado a la solución de lo eterno. Juan pedía un favor inmediato, mientras Jesús estaba orquestando la solución eterna.

¿Significa eso que a Jesús no le interesa la injusticia? No. Él se preocupa por las persecuciones. Se preocupa por las injusticias, el hambre y el prejuicio. Y sabe lo que se siente al ser castigado por algo que no cometió. Conoce el significado de la frase: «Eso no está bien». Pues no estuvo bien que la gente escupiese a los ojos que habían llorado por ella. No estuvo bien que los soldados arrancasen los pedazos de carne de la espalda de su Dios. No estuvo bien que los clavos hayan perforado las manos que formaron la tierra. Y no estuvo bien que el Hijo de Dios fuese obligado a escuchar el silencio de Dios. No estuvo bien, pero sucedió. Pues mientras Jesús estuvo sobre la cruz. Dios sí permaneció inmóvil. Sí le dio la espalda. Sí ignoró los gritos del inocente. Se sentó en silencio mientras los pecados del mundo eran colocados sobre su Hijo. Y no hizo nada mientras un grito un millón de veces más sangriento que el de Juan rebotó en el cielo negro: «Dios mío. Dios mío, ¿por qué me has desamparado?»  ¿Estuvo eso bien? No. ¿Fue eso justo? No. ¿Fue eso amor? Sí. En un mundo de injusticia. Dios una vez y para siempre inclinó la balanza a favor de la esperanza. Y lo hizo permaneciendo inmóvil para que pudiésemos conocer el reino de Dios.


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