APLAUSO DE CIELO 92 PARTE


 APLAUSO DE CIELO 92 PARTE

ALÉGRENSE Y ESTÉN CONTENTOS, PORQUE ES GRANDE

SU RECOMPENSA…

18: APLAUSO DEL CIELO

Pero desde un costado escucho el chillido familiar de dos niñitas. «¡Papi!» Me doy vuelta y las veo: caras lavadas, paradas sobre las sillas, saltando de alegría mientras se acerca a ellas el hombre de sus vidas. Jenna deja de saltar sólo lo suficiente para palmear. ¡Aplaude! No sé quién le enseñó que hiciera eso, pero puede estar seguro que no le diré que se detenga. Detrás de ellas veo un tercer rostro: la pequeña Sara, que sólo tiene unos meses. Profundamente dormida, frunce el ceño levemente reaccionando ante los chillidos. Y después veo un cuarto rostro: la cara de mi esposa. De algún modo, ha podido hacerse un poco de tiempo para peinarse, ponerse un vestido nuevo, ponerse ese brillo adicional. De algún modo, a pesar de estar sin aliento y agotada, me hará sentir como si mi semana fuera la única que vale la pena contar.

Los rostros de casa. Eso es lo que hace que la promesa al final de las Bienaventuranzas resulte tan conmovedora: «Alégrense y estén contentos, porque es grande su recompensa en el cielo». ¿Cuál es nuestra recompensa? Ir a casa. El libro de Apocalipsis podría titularse el «Libro de la ida a casa», pues en él se nos brinda una imagen de nuestro hogar celestial. Las descripciones de Juan respecto al futuro lo dejan sin aliento. La imagen que pinta de la batalla final es gráfica. El bien choca con el mal. Lo sagrado se encuentra con lo pecaminoso. Las páginas aúllan con los chillidos de dragones y humean a causa de los carbones de las fosas ardientes. Pero en medio del campo de batalla hay una rosa. Juan la describe en el capítulo 21: Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado, y el mar ya no existía. Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo de parte de Dios, ataviada como una novia hermosamente vestida para su prometido. Y oí una voz fuerte que venía del trono y decía: «Ahora está la morada de Dios  entre los hombres, y vivirá con ellos. Continuará...


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