JOB Y SUS AMIGOS Parte cinco

 


JOB Y SUS AMIGOS 

1- PROSPERIDAD Y ORGULLO DE JOB

Parte cinco

Si contemplamos a la bendita Persona del Señor, veremos algo completamente diferente: El Señor Jesús, “manso y humilde de corazón”, recibe todo el desprecio de este mundo, sufre el desengaño en medio de su pueblo Israel, y se topa con la incredulidad y los desatinos de sus discípulos. Todo ello Jesús lo asumió diciendo simplemente: “Sí, Padre, porque así te agradó” (Mateo 11:26). Él fue capaz de apartarse de toda la agitación de los hombres y mirar simplemente a Dios, para proferir entonces estas fragantes palabras: “Venid a mí... y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). Ningún disgusto, amargura, invectivas ni palabras duras u ofensivas podremos encontrar jamás en este graciable Salvador que descendió a este mundo frío y sin corazón para manifestar el perfecto amor de Dios y proseguir su senda de servicio a pesar de todo el odio de los hombres.  Pero el más excelente, el mejor de los hombres, cuando se mide con la vara perfecta de la vida de Cristo, no le llega ni a la sombra. La luz de Su gloria moral pone de manifiesto los defectos y las imperfecciones del más perfecto de los hijos de los hombres, “para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:18)

En cuanto a la paciente sumisión a todo lo que fue llamado a soportar, Él sobresale en vívido contraste con un Job o con un Jeremías. Job sucumbió bajo el peso de las pruebas por las que tuvo que pasar. No sólo dejó escapar un torrente de amargas invectivas contra sus semejantes, sino que hasta maldice el día de su nacimiento. “Después de esto abrió Job su boca, y maldijo su día. Y exclamó Job, y dijo: Perezca el día en que yo nací, y la noche en que se dijo: Varón es concebido” (3:1-3).  Encontramos algo idéntico en el caso de Jeremías, ese bienaventurado varón de Dios. Él también, no pudiendo  resistir a la presión de las diversas pruebas que se le iban acumulando, dio paso a sus sentimientos con estos amargos acentos: “Maldito el día en que nací; el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito. Maldito el hombre que dio nuevas a mi padre, diciendo: Hijo varón te ha nacido, haciéndole alegrarse así mucho. Y sea el tal hombre como las ciudades que asoló Jehová, y no se arrepintió; oiga gritos de mañana, y voces a mediodía, porque no me mató en el vientre, y mi madre me hubiera sido mi sepulcro, y su vientre embarazado para siempre. ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta?” (Jeremías 20:14-18). Continuará...


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