JOB Y SUS AMIGOS Parte ocho

 


JOB Y SUS AMIGOS 

1- PROSPERIDAD Y ORGULLO DE JOB

Parte ocho

Podemos entonces soportar reproches e insultos; pasar por alto menosprecios y afrentas; pisotear nuestros caprichos, predilecciones y prejuicios, como así también ceder ante otros cuando no se vean comprometidos principios fundamentales; estar dispuestos a toda buena obra, manifestar una agradable anchura de corazón en todas nuestras relaciones, y ser menos rígidos en nuestro trato con los demás de modo de adornar la doctrina de Dios nuestro Salvador. Pero, ¡ay, cuán a menudo ocurre lo contrario con nosotros! Manifestamos un temperamento reacio, inflexible; bregamos en favor de nuestros derechos; nos inclinamos hacia todo lo que nos otorgue algún beneficio; buscamos nuestros propios intereses personales; queremos imponer nuestras propias ideas. Todo esto demuestra claramente que nuestro yo no es ponderado ni juzgado de forma habitual en la presencia de Dios. 

Sin embargo, lo repetimos con énfasis: Dios quiere vasos vacíos. Nos ama demasiado para dejarnos en nuestra dureza y tozudez; y por eso estima conveniente hacernos pasar a través de todo tipo de ejercicios a fin de traernos a un estado de alma en que pueda utilizarnos para su gloria. Es necesario que la voluntad sea quebrantada, que la confianza propia, la autosatisfacción y el orgullo sean arrancados de cuajo. Dios se valdrá de las escenas y circunstancias por las que tenemos que pasar, así como de las personas con que nos relacionamos en la vida diaria, a fin de disciplinar nuestro corazón, y quebrantar nuestra voluntad. Y, además, él mismo tratará directamente con nosotros a fin de lograr estos formidables resultados prácticos. Todo esto se revela con gran claridad en el libro de Job, tornando sus páginas sumamente atractivas y fructíferas. Es muy evidente que Job necesitaba ser fuertemente zarandeado. Podemos estar seguros de que si ello no hubiera sido necesario, el Dios de gracia y de bondad no lo habría hecho pasar por semejantes pruebas. Sin duda, no fue sin un propósito que Dios permitió a Satanás disparar sus mortíferas flechas sobre Su amado siervo. Podemos afirmar, con absoluta seguridad, que Dios no habría procedido de esa forma si el estado de Job no lo hubiera necesitado. Dios amaba a Job con un amor perfecto; pero se trataba de un amor sabio y fiel, un amor que tenía en cuenta todos los detalles de su vida, y que podía penetrar en el corazón de este amado siervo de Dios, y descubrir una profunda y maligna raíz moral que Job jamás había visto ni juzgado. Continuará...   


No hay comentarios.:

Publicar un comentario