JOB Y SUS AMIGOS Parte tres

 


JOB Y SUS AMIGOS 

1- PROSPERIDAD Y ORGULLO DE JOB

Parte tres

Los oídos que me oían me llamaban bienaventurado, y los ojos que me veían me daban testimonio, porque yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que carecía de ayudador. La bendición del que se iba a perder venía sobre mí, y al corazón de la viuda yo daba alegría. Me vestía de justicia, y ella me cubría; como manto y diadema era mi rectitud. Yo era ojos al ciego, y pies al cojo. A los menesterosos era padre, y de la causa que no entendía, me informaba con diligencia; y quebrantaba los colmillos del inicuo, y de sus dientes hacía soltar la presa. Decía yo: En mi nido moriré, y como arena multiplicaré mis días. Mi raíz estaba abierta junto a las aguas, y en mis ramas permanecía el rocío. Mi honra se renovaba en mí, y mi arco se fortalecía en mi mano. Me oían, y esperaban, y callaban a mi consejo. Tras mi palabra no replicaban, y mi razón destilaba sobre ellos. Me esperaban como a la lluvia, y abrían su boca como a la lluvia tardía. Si me reía con ellos, no lo creían; y no abatían la luz de mi rostro. Calificaba yo el camino de ellos, y me sentaba entre ellos como el jefe; y moraba como rey en el ejército, como el que consuela a los que lloran. Pero ahora se ríen de mí los más jóvenes que yo, a cuyos padres yo desdeñara poner con los perros de mi ganado” (cap. 29:2 a 30:1). 

Éstas, seguramente, son expresiones muy notables. En vano buscaremos aquí los suspiros de un espíritu contrito y quebrantado. No hay rastros de ningún aborrecimiento propio ni mucho menos de una desconfianza en sí mismo. Expresiones que manifiesten conciencia de debilidad o de insignificancia, brillan por su ausencia. En el curso de este solo capítulo, Job se menciona a sí mismo más de cuarenta veces, en tanto que sus pensamientos no se dirigen a Dios más que cinco veces. Este constante predominio del yo nos hace recordar el capítulo siete de Romanos; pero hay que señalar una importantísima diferencia, a saber, que en el capítulo siete de Romanos, el yo es una pobre, débil, inservible y miserable criatura que se halla en presencia de la santa ley de Dios; mientras que en Job 29, el yo es un personaje de destacada importancia e influencia, un personaje admirado y casi adorado por sus semejantes.  Ahora bien, Job tenía que despojarse de todo esto; y, si comparamos el capítulo 29 con el capítulo 30, podremos formarnos una idea de lo penoso que debió de haber sido el proceso de este despojamiento. Hay un énfasis particular en las palabras: “Pero ahora”, al inicio del capítulo 30. Job traza, entre estos dos capítulos, un agudo contraste entre su pasado y su presente.  En el capítulo 30 él se halla todavía ocupado en sí mismo: todavía es el yo el que predomina; pero ¡ah, cuán cambiado está todo! Los mismos hombres que lo adulaban en los días de su prosperidad, lo tratan con desprecio en el tiempo de su adversidad. Continuará...


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