JOB Y SUS AMIGOS parte 15

 


JOB Y SUS AMIGOS parte 15

2: DISCURSOS DE LOS AMIGOS DE JOB 

No es de ninguna manera nuestro propósito realizar un examen minucioso de las extensas discusiones que se sucedieron entre Job y sus amigos, discusiones que abarcan más de 29 capítulos. Sólo citaremos algunos fragmentos de los discursos de los tres amigos, lo cual posibilitará al lector formarse una idea del verdadero terreno en el que se hallan estos errados hombres. Elifaz es el primero en tomar la palabra. “Entonces respondió Elifaz temanita, y dijo: Si probáremos a   hablarte, te será molesto; pero ¿quién podrá detener las palabras? He aquí, tú enseñabas a muchos y fortalecías las manos débiles; al que tropezaba enderezaban tus palabras, y esforzabas las rodillas que decaían. Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te turbas. ¿No es tu temor a Dios tu confianza? ¿No es tu esperanza la integridad de tus caminos? Recapacita ahora; ¿qué inocente se ha perdido? Y ¿en dónde han sido destruidos los rectos? Como yo he visto, los que aran iniquidad y siembran injuria, la siegan” (4:1-8). Asimismo: “Yo he visto al necio que echaba raíces, y en la misma hora maldije su habitación” (5:3; véase también 15:17). 

A partir de estas declaraciones resulta evidente que Elifaz pertenecía a esa clase de gente que le gusta argüir basándose en su propia experiencia. Su máxima era: “Yo he visto.” Ahora bien, es posible que lo que «hayamos visto», hasta donde fuere, sea absolutamente verdadero. Pero es un error garrafal hacer de nuestra experiencia individual una regla general; no obstante, miles tienen esta inclinación. ¿Qué tenía que ver, por ejemplo, la experiencia de Elifaz con la situación de Job? Tal vez él jamás se encontró con otro caso exactamente igual al de Job; y conque hubiera habido un solo rasgo de disparidad entre los dos casos, todo el argumento basado en la experiencia de uno de ellos, no habría sido de ninguna utilidad para el otro. Y esto se hace patente en lo sucedido con Job: tan pronto como Elifaz terminó de hablar, Job —quien no le había prestado la más mínima atención— prosiguió hablando de sus propias aflicciones, intercalando palabras de justificación propia y amargas recriminaciones contra los designios de Dios (caps. 6 y 7). Continuará...


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