JOB Y SUS AMIGOS parte 20

 


JOB Y SUS AMIGOS parte 20

2:DISCURSOS DE LOS AMIGOS DE JOB

Es de trascendental importancia moral ver que cuando nos justificamos a nosotros mismos, condenamos a Dios; en tanto que, cuando nos condenamos, lo justificamos a Él. “La sabiduría es justificada por todos sus hijos” (Lucas 7:35). Ésta es una gran verdad. El corazón realmente contrito y quebrantado reivindicará a Dios cueste lo que costare. “Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, y venzas cuando fueres juzgado” (Romanos 3:4). Dios, finalmente, habrá de quedar victorioso; y darle a él la primacía ahora, es el camino de la verdadera sabiduría. Tan pronto como el alma es humillada mediante el recto juicio de sí misma, Dios, con toda la majestad de su gracia, se presenta ante ella como Justificador. Pero entretanto seamos gobernados por un espíritu de justificación propia y de autosatisfacción, desconoceremos por completo la sublime bienaventuranza del hombre a quien Dios le imputa justicia sin obras. La mayor insensatez de la que uno puede ser culpable es la de justificarse a sí mismo; ya que Dios, en tal caso, tendrá que imputarle pecado. Pero la verdadera sabiduría consiste en condenarse totalmente a sí mismo; pues, de ese modo, Dios se vuelve Justificador. 

Pero Job todavía no había aprendido a caminar por esta senda maravillosa y bendita. Todavía estaba revestido de su propia justicia. Todavía hallaba plena complacencia en sí mismo. Por ello Eliú se encendió en ira contra él. La ira habrá de caer seguramente sobre la propia justicia. No podría ser de otra manera. El único terreno legítimo para el pecador es el de un sincero arrepentimiento. Allí no encuentra más que la pura y preciosa gracia que reina “por la justicia mediante Jesucristo, Señor nuestro”. En ella permanece inconmovible por siempre. A la propia justicia no le espera otra cosa que la ira; mas al yo juzgado, sólo la gracia. Querido lector, recuerde esto. Deténgase unos instantes y considere. ¿En qué terreno se halla Ud.? ¿Se ha inclinado ante Dios con un verdadero arrepentimiento? ¿Se ha medido de veras alguna vez en Su santa presencia? ¿O se halla en el terreno de su propia justicia, de su justificación personal y de su autosatisfacción? Le rogamos encarecidamente que sopese estas solemnes preguntas. Continuará...


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