JOB Y SUS AMIGOS parte 21

 


JOB Y SUS AMIGOS parte 21

2:DISCURSOS DE LOS AMIGOS DE JOB

No las deseche. Nuestro deseo es llegar al corazón y a la conciencia del lector. No apuntamos meramente a su entendimiento, a su mente o a su intelecto. Sin duda, es bueno tratar de iluminar el entendimiento por la Palabra de Dios; pero lo lamentaríamos profundamente si todo nuestro trabajo tuviera que terminar allí. Hay mucho más que esto. Dios quiere obrar en el corazón, en el alma, en el hombre interior. Quiere tenernos delante de él en nuestro estado real. De nada vale que edifiquemos sobre nuestra propia opinión; pues nada puede ser más seguro que el hecho de que toda nuestra obra, construida con tales materiales, será demolida. El día del Señor estará contra todo ensalzamiento y altivez; es sabio, pues, ocupar ahora una posición humilde y tener un corazón culpable; ya que, cuando somos humildes, apreciamos con la mayor claridad a Dios y a su salvación. ¡Que el lector penetre, con el poder del Espíritu, en la realidad de todas estas cosas! ¡Que todos recordemos que Dios se deleita en ver un espíritu contrito y quebrantado, y que él siempre halla su morada con los tales, mas al altivo mira de lejos! 

Así pues, podemos entender por qué la ira de Eliú se enciende contra Job. Él estaba del lado de Dios. Job, en cambio, no. No oímos hablar de Eliú sino hasta el capítulo 32, aunque es del todo evidente que había sido un atento oyente durante toda la discusión. Había prestado oídos pacientemente a las dos partes, hallando que ambas estaban equivocadas. Job hizo mal en tratar de defenderse; sus amigos, en tratar de condenarlo. ¡Cuán a menudo ocurre lo mismo con nosotros en nuestras discusiones y controversias! ¡Oh, qué tristes manifestaciones son éstas! En el noventa y nueve por ciento de los casos de disputas entre personas, se hallará el mismo resultado que el que vemos en Job y sus amigos. Un poco de contrición en una de las partes, o un poco de suavidad en la otra, contribuirían de forma significativa a zanjar la cuestión. Naturalmente que no nos referimos a las situaciones en que se ve comprometida la verdad de Dios. En estas últimas, uno debe ser denodado, decidido e inflexible. Ceder cuando está en juego la verdad de Dios o la gloria de Cristo, no sería otra cosa que deslealtad a Aquel a quien le debemos todo. Clara decisión y una tenaz firmeza es lo único que nos conviene siempre que se trate de los derechos de Aquel bendito que, para asegurar nuestros intereses, lo sacrificó todo, hasta su propia vida.  Continuará...


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