JOB Y SUS AMIGOS parte 23


 JOB Y SUS AMIGOS parte 23

2:DISCURSOS DE LOS AMIGOS DE JOB

Es la única forma de poner fin a las controversias, de apaciguar los altercados y de hacer el alto el fuego en una guerra de palabras. Oigamos las palabras de este notable personaje: “Y Eliú había esperado a Job en la disputa, porque los otros eran más viejos que él. Pero viendo Eliú que no había respuesta en la boca de aquellos tres varones, se encendió en ira” (32:4-5). Nótese esto: “No había respuesta.” En todos sus razonamientos, en todos sus argumentos, en todas sus alusiones a la experiencia, al  

legalismo y a la tradición, “no había respuesta”. Esto es muy instructivo. Los amigos de Job habían recorrido, por decirlo así, un vasto campo; habían dicho muchas cosas ciertas y esgrimido muchas objeciones; pero, nótese bien, no habían hallado ninguna respuesta. No está dentro de los alcances de la tierra ni de la naturaleza hallar una respuesta para un corazón que tiene asida su propia justicia. Dios solamente puede dar la justa respuesta, como lo veremos a continuación. En ningún otro sino en Dios, el corazón no quebrantado puede hallar una réplica siempre pronta. Esto resulta obvio en la historia que estamos considerando. Los tres amigos de Job no hallaron ninguna respuesta. “Y respondió Eliú hijo de Baraquel buzita, y dijo: Yo soy joven, y vosotros ancianos; por tanto, he tenido miedo, y he temido declararos mi opinión. Yo decía: los días hablarán [pero, ¡ay! o bien ellos no hablarán en absoluto o bien dirán un gran número de errores y necedades] y la muchedumbre de años declarará sabiduría. Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo [o la inspiración] del Omnipotente le hace que entienda” (v. 6-8). Aquí la luz divina —la luz de la inspiración— comienza a fluir sobre la escena y a disipar las espesas nubes de polvo que se generaron por una disputa de palabras. Tan pronto como este bienaventurado siervo del Señor abre sus labios, se dejan sentir la autoridad y el peso moral de sus palabras. Es evidente que nos hallamos en presencia de un hombre que habla como los oráculos de Dios; un hombre que se halla perceptiblemente en la presencia divina. No se trata de alguien que recurre a la magra bodega de su limitada y deficiente experiencia, ni de uno que apela a la venerable antigüedad, a la desconcertante tradición o a las contradictorias voces de los Padres. No; ahora tenemos ante nosotros a un hombre que nos pone de inmediato bajo la influencia del “soplo del Omnipotente”. Continuará...


No hay comentarios.:

Publicar un comentario