JOB Y SUS AMIGOS parte 34

 


JOB Y SUS AMIGOS parte 34

2:DISCURSOS DE LOS AMIGOS DE JOB

Notemos particularmente esto: “No hay de vosotros quien redarguya a Job.” Esto claramente era suficiente. Job, al final de la discusión, estaba tan lejos de haber sido redargüido como lo estaba al comienzo de la misma. Y podemos decir, en efecto, que cada nuevo argumento extraído del tesoro de la experiencia, de la tradición y del legalismo no sirvieron más que para provocar nuevas y más profundas manifestaciones de la naturaleza no juzgada, no subyugada y no mortificada de Job. Pero, ¡cuán instructiva es la razón de todo esto!: “Para que no digáis: Nosotros hemos hallado sabiduría; lo vence Dios, no el hombre” (v. 13). Ninguna carne se gloriará en la presencia de Dios. La carne puede jactarse fuera de esta presencia. Puede elevar sus pretensiones, gloriarse en sus recursos y enorgullecerse de sus empresas, mientras que Dios no es tenido en consideración. Pero, lector, al introducir a Dios, toda altanería, jactancia, y vanagloria, toda ilusión presuntuosa, todo engreimiento y arrogancia se disipa en un abrir y cerrar de ojos. Recordemos esto. “La jactancia queda excluida” (Romanos 3:27). Sí, toda jactancia; la jactancia de Job y la de sus amigos. Si Job hubiese logrado establecer sus pretensiones, se habría jactado. Si, por otro lado, sus amigos hubieran conseguido taparle la boca, ellos se habrían jactado. Pero no, “lo vence Dios, no el hombre”. 

Así fue, así es y así ha de ser siempre. Dios sabe cómo humillar un corazón soberbio y avasallar una voluntad inflexible. De nada sirve que uno se enaltezca a sí mismo; pues podemos perder cuidado que quienquiera que se enaltezca será, tarde o temprano, humillado. El gobierno moral de Dios ha dictaminado que todo lo que se eleve y se ensalce deba ser derribado hasta el polvo. Ésta es una verdad saludable para todos nosotros; pero especialmente para los jóvenes entusiastas y para los ambiciosos. La senda humilde, recatada y oculta es, incuestionablemente, la mejor, la más segura y dichosa. ¡Ojalá podamos seguirla siempre, hasta que alcancemos esa escena brillante y bendita, donde el orgullo y la ambición son cosas desconocidas! Las palabras de apertura de Eliú produjeron un efecto sorprendente en los tres amigos de Job: “Se espantaron, no respondieron más; se les fueron los razonamientos. Continuará...


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