JOB Y SUS AMIGOS parte 35

 


JOB Y SUS AMIGOS parte 35

2:DISCURSOS DE LOS AMIGOS DE JOB

Yo, pues, he esperado, pero no hablaban; más bien callaron y no respondieron más. Por eso yo también responderé mi parte; también yo declararé mi juicio.” Y, seguidamente, para que nadie vaya a suponer que él estaba hablando sus propias palabras, agrega: “Porque lleno estoy de palabras, y me apremia el espíritu dentro de mí” (v. 15-18). Ésta es la verdadera fuente y poder de todo ministerio en todas las épocas. Si no es “la inspiración” o “el soplo del Omnipotente”, todo es en vano. 

Lo repetimos, ésta es la verdadera fuente del ministerio en todos los tiempos y en todos los lugares. Y, al decir esto, no debemos olvidar que cuando nuestro Señor Jesucristo ascendió al cielo y se sentó a la diestra de Dios en virtud de una redención cumplida, tuvo lugar un gran cambio. En otras oportunidades, ya nos hemos referido muchas veces a esta gloriosa verdad, por lo que no abundaremos en detalles al respecto. La mencionamos aquí meramente para que el lector no vaya a suponer que cuando hablamos de la verdadera fuente del ministerio en todas las épocas, estamos olvidando lo que es característico y distintivo de la Iglesia de Dios en la presente dispensación, como consecuencia de la muerte y resurrección de Cristo y de la presencia y morada del Espíritu Santo tanto en el creyente individual como en la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo en la tierra. ¡Nada más lejos de nuestros pensamientos! Gracias a Dios tenemos un sentido demasiado profundo del valor, importancia y alcance práctico de esa grande y gloriosa verdad como para perderla de vista por un momento. De hecho, es precisamente este sentido profundo —junto con el recuerdo de los incesantes esfuerzos de Satanás por desconocer la verdad de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia— lo que nos conduce a escribir este párrafo admonitorio. No obstante, el principio de Eliú tiene vigor en todos los tiempos. Todo aquel que tenga que hablar con fuerza y eficacia, deberá ser capaz de decir, en alguna medida: “Porque lleno estoy de palabras, y me apremia el espíritu dentro de mí[3] . De cierto mi corazón está como el vino que no tiene respiradero, y se rompe como odres nuevos. Hablaré, pues, y respiraré; abriré mis labios, y responderé” (v. 18-20). Así ha de ser siempre, al menos en alguna medida, entre aquellos que quieran hablar con verdadera fuerza y eficacia al corazón y a la conciencia de sus semejantes. Continuará...


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