JOB Y SUS AMIGOS parte 39


 JOB Y SUS AMIGOS parte 39

2:DISCURSOS DE LOS AMIGOS DE JOB

El proceder de Eliú presenta aquí un vívido contraste con el de ellos. Él anuncia a Job la verdad; pero no «agravó su mano» sobre él. Eliú había aprendido a conocer el misterioso poder del “silbo apacible y delicado” (1.º Reyes 19:12); conocía la virtud de la gracia que subyuga el alma y derrite el corazón. Job había proferido un montón de falsas nociones acerca de sí mismo, y esas nociones habían brotado de una raíz a la cual era preciso aplicar la afilada hacha de la “verdad”. “De cierto —dice Eliú— tú dijiste a oídos míos, y yo oí la voz de tus palabras que decían: Yo soy limpio y sin defecto; soy inocente, y no hay maldad en mí” (v. 8-9). ¡Qué palabras temerarias para un pobre mortal pecador! Seguramente, aunque aquella “luz verdadera” en la que andamos todavía no había alumbrado el alma de este patriarca, bien podemos maravillarnos de tal lenguaje. Mas, ¿qué viene después? Aun cuando Job era, a sus ojos, tan limpio, tan inocente y tan libre de maldad, dice de Dios: “He aquí que él buscó reproches contra mí, y me tiene por su enemigo; puso mis pies en el cepo, y vigiló todas mis sendas” (v. 10-11). He aquí una palpable discrepancia. ¿Cómo podía un Ser santo, justo y recto considerar como Su enemigo a un hombre puro e inocente? O bien Job se engañaba a sí mismo o bien Dios era injusto. Sin embargo, Eliú, como ministro de la verdad, no es lento para pronunciar su juicio y decirnos quién tiene razón: “He aquí, en esto no has hablado justamente; yo te responderé que mayor es Dios que el hombre” (v. 12). ¡Qué verdad simple! A pesar de ello, ¡qué poco comprendida! Si Dios es mayor que el hombre, entonces, obviamente, Él —y no el hombre— debe ser el Juez que declara lo que es justo. El corazón incrédulo rechaza esto, y de ahí viene la constante tendencia a juzgar las obras, los caminos y la Palabra de Dios; a juzgar a Dios mismo. El hombre, en su impía e infiel insensatez, toma entre manos pronunciar su juicio acerca de lo que es digno de Dios y de lo que no lo es; osa decidir lo que Dios debe —o no debe— decir y hacer. Da muestras de total ignorancia acerca de esa tan simple, evidente y necesaria verdad, a saber, que “mayor es Dios que el hombre”. Continuará...


No hay comentarios.:

Publicar un comentario