DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 14

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 14

Introducción

¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre?” (Apocalipsis 15:4). Tenemos aquí un paso decisivo en el establecimiento de un rey sobre Israel. “Aconteció que habiendo Samuel envejecido, puso a sus hijos por jueces sobre Israel... Pero no anduvieron los hijos por los caminos de su padre, antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho” (1 Samuel 8:1, 3) ¡Triste cuadro! Es el del hombre en cada época. El hombre, en todo tiempo, se corrompió a sí mismo y corrompió todo lo que le fue confiado a su cuidado a la primera oportunidad. Moisés y Josué vieron de antemano el alejamiento de Israel después de su partida (Deuteronomio 31:29; Josué 23:15-16). Y Pablo pudo decir a los ancianos de Éfeso: “Yo sé que después de mi partida entrarán en medio de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán al rebaño” (Hechos 20:28). Pues bien, apenas Israel se recuperó de los efectos de la inmoralidad de los hijos de Elí, sintió los tristes resultados de la avaricia de los hijos de Samuel, y fue así empujado a la senda que finalmente condujo al rechazo de Jehová y al establecimiento de Saúl como rey. “Habiendo Samuel envejecido, (él) puso a sus hijos por jueces sobre Israel”. Algo muy diferente, por cierto, de un llamado de Dios. La fidelidad de Samuel no garantizaba de ningún modo la de sus hijos. Es lo que se pudo ver en la tan alabada teoría de la sucesión apostólica. Y ¿qué clase de sucesores hubo? ¿Se parecieron en algo a sus predecesores? Pablo podía decir: “Ni plata ni oro ni vestido de nadie he codiciado” (Hechos 20:33). Sus pretendidos sucesores, ¿pueden decir lo mismo? Samuel podía decir: “Aquí estoy; atestiguad contra mí delante de Jehová y delante de su ungido, si he tomado el buey de alguno, si he tomado el asno de alguno, si he calumniado a alguien, si he agraviado a alguno, o si de alguien he tomado cohecho para cegar mis ojos con él” (1 Samuel 12:3). Continuará...


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