DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 5


 DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 5

Introducción

Sin embargo, Israel, en su vana esperanza, se imaginaba que el arca bastaría para todo, y grande fue el regocijo del pueblo —aunque no bien fundado— cuando ella entró en el campamento, acompañada, no por Jehová, sino por los dos sacerdotes profanos, Ofni y Finees: “Aconteció que cuando el arca del pacto de Jehová llegó al campamento, todo Israel gritó con tan gran júbilo que la tierra tembló” (v. 5). Todo esto, a juzgar por lo exterior, podía parecer imponente, pero, ¡lamentablemente, era algo hueco! Las voces de triunfo de los israelitas no tenían fundamento ni tampoco convenían. Debieron haberse conocido mucho mejor a sí mismos antes de desplegar semejante escenario vacío. Sus algazaras armonizaban mal con su miserable estado moral delante de Dios. Pero ocurre siempre así: los que menos se conocen a sí mismos, son los que tienen las más altas pretensiones y los que asumen la posición más elevada. El fariseo miraba con orgullosa indiferencia al publicano; se figuraba muy alto y al publicano muy bajo, en la escala moral; pero ¡cuán diferentes son los pensamientos de Dios! El corazón contrito y humillado es siempre el lugar donde tiene a bien habitar Aquel que es “el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo” (Isaías 57:15). ¡Loado sea su nombre! Sabe levantar y consolar a los corazones abatidos. Esta es su peculiar obra, y en ella él se complace. 

Pero los hombres de este mundo atribuyen siempre importancia a las elevadas pretensiones. Es algo que les gusta, y generalmente asignan un alto lugar en sus pensamientos a los que afirman ser algo, mientras que, por otra parte, procurarán rebajar aún más al que realmente se humilla. Así pues, en la instructiva escena que tenemos ante nosotros en este capítulo, vemos que los filisteos no concedían poca importancia a los gritos de los hombres de Israel. Continuará...


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