EL DISCÍPULO EN UN TIEMPO MALO Parte 2

 


EL DISCÍPULO EN UN TIEMPO MALO Parte 2

LA ACTITUD DEL HOMBRE DE FE SUPERIOR A LAS CIRCUNSTANCIAS 

Así puede razonar la naturaleza; pero no es ése el lenguaje de la fe. ¡Bendito sea Dios! existe siempre una esfera bastante extensa para que pueda desplegarse un espíritu de verdadera devoción; siempre hay también un camino que el verdadero discípulo puede recorrer, aun cuando deba hacerlo en la soledad. Cualquiera que sea el estado de las circunstancias exteriores, la fe no se enfoca en ellas; su privilegio es depender de Dios, nutrirse de Cristo y respirar la atmósfera del cielo, tan plenamente como si todo estuviese en una armonía y un orden perfectos. ¡Qué gracia inefable tenemos allí para el corazón fiel! Todos los que desean marchar fielmente, encontrarán siempre una senda por la cual andar; mientras que los que ven en las circunstancias exteriores un pretexto para menguar las energías, no obrarán nunca con fidelidad y decisión, aun cuando se encuentren en la situación más favorable. 

Si alguna vez hubo un tiempo en que la debilidad del testimonio habría podido tener un buen pretexto, fue, incuestionablemente, durante la cautividad de Babilonia. Todo el edificio del judaísmo había sido derribado; el poder real había pasado de manos del sucesor de David a manos de Nabucodonosor; la gloria se había retirado de Israel; en una palabra, todo parecía haberse marchitado y desaparecido para siempre. Nada les quedaba a los hijos de Judá en su exilio, excepto colgar sus arpas sobre los sauces y sentarse “junto a los ríos de Babilonia”, para derramar sus lágrimas por la gloria traspasada (1 Samuel 4:22), el brillo empañado y su grandeza perdida (véase Salmo 137).Tal podría ser el lenguaje de la ciega incredulidad; pero —¡bendito sea Dios!—, cuando todo parece haber llegado al estado más miserable, la fe se eleva para obtener un triunfo glorioso: y la fe, lo sabemos, es la única base real en la cual el discípulo puede apoyarse para actuar. No busca ningún apoyo en los hombres ni en las circunstancias exteriores: todos sus recursos están en Dios. Por eso la fe jamás brilla con un resplandor tan vivo como cuando todo es tinieblas alrededor de ella. Cuando el horizonte se halla cargado de las más oscuras nubes, la fe se calienta al sol de la gracia y la fidelidad divinas. Por ello Daniel y sus compañeros fueron capaces de superar las dificultades particulares de su tiempo. Estimaron que nada en Babilonia debía impedirles gozar de un nazareato tan elevado como nunca antes se había visto en Jerusalén, en el tiempo que estuvo; y su apreciación era justa. Juzgaron como juzga siempre una fe pura y bien fundada. Actuaron según el mismo juicio con que un Barac, un Gedeón, un Jefté y un Sansón actuaron en la antigüedad. El mismo juicio que expresó Jonatán cuando dijo: “Porque para con Jehová no hay estorbo en salvar por muchos o por pocos” (1 Samuel 14:6, VM). Continuará...


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