EL DISCÍPULO EN UN TIEMPO MALO Parte 4

 


EL DISCÍPULO EN UN TIEMPO MALO Parte 4

LA ACTITUD DEL HOMBRE DE FE SUPERIOR A LAS CIRCUNSTANCIAS 

Es así como, en el tiempo de los Jueces, la fe obtuvo más gloriosos triunfos que todos los que se conocieron en los días de Josué. Por ello el altar de Elías sobre el monte Carmelo estuvo rodeado de una gloria tan brillante como la que coronaba el altar de Salomón. Esto es verdaderamente alentador. ¡El pobre corazón es tan propenso a debilitarse y a dejarse abatir al contemplar las caídas y la infidelidad del hombre, en vez de detenerse a considerar la fidelidad de Dios que nunca falla! “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2 Timoteo 2:19). ¿Qué poder podría menoscabar jamás esta verdad inmutable? Ninguno seguramente. Y nada, por lo tanto, puede menoscabar la fe que echa mano de ella, ni el edificio de devoción práctica que se erige sobre el fundamento de esta fe. Consideremos ahora los gloriosos efectos de la devoción y la separación de Daniel. En los tres primeros capítulos observamos tres cosas distintas que resultan de la posición asumida por Daniel y sus compañeros en lo que respecta a “la comida del rey”: 1. El secreto referente al sueño del rey les fue revelado. 2. Resistieron a las seducciones de “la estatua que había levantado el rey”. 3. Cruzaron sin sufrir el menor daño, el horno de fuego ardiente encendido por orden del rey. 

“El secreto de Jehová es para los que le temen” (Salmo 25:14, RV 1909). Este pasaje es admirablemente confirmado en el caso que tenemos ante nosotros. Los “magos, astrólogos, encantadores y caldeos” (2:2), que respiraban la atmósfera de la presencia real, estaban todos en una completa ignorancia en cuanto al sueño del rey. “Los caldeos respondieron delante del rey, y dijeron: No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto del rey” (2:10). Era indudablemente así; pero había un Dios en el cielo que conocía todo eso, y que, además, podía revelar el asunto a los que tenían suficiente fe, devoción y renunciamiento de sí mismos para separarse de las contaminaciones de Babilonia, aun cuando estuviesen cautivos en esta ciudad. Lo que para el hombre es sólo un enigma, un laberinto o una cosa misteriosa, es perfectamente conocido para Dios; y Él puede, y hasta quiere, revelarlo a todos aquellos que andan con él en la santidad de su presencia. Los nazareos de Dios pueden ver más lejos en las circunstancias humanas que los más profundos filósofos de este mundo. Y ¿por qué medio? ¿Cómo pueden descubrir tan fácilmente los misterios de este mundo? Porque se emplazan sobre los vapores o tinieblas que lo envuelven; no participan de sus contaminaciones; ocupan un lugar de separación, dependencia y comunión. “Luego se fue Daniel a su casa e hizo saber lo que había a Ananías, Misael y Azarías, sus compañeros, para que pidiesen misericordias del Dios del cielo sobre este misterio” (2:17-18). Vemos ahora la fuente de donde ellos obtenían fuerza e inteligencia. Sólo tenían que volver la mirada al cielo para obtener un claro entendimiento de todos los destinos de este mundo. Continuará...


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