EL DISCÍPULO EN UN TIEMPO MALO Parte 6

 


EL DISCÍPULO EN UN TIEMPO MALO Parte 6

PONERSE DEL LADO DE DIOS Y NO DEJARSE IMPRESIONAR POR EL HOMBRE 

Pero la misma fe que volvió a estos santos hombres de la antigüedad capaces de rechazar la comida del rey, les hizo también despreciar la estatua del rey. Se habían separado de toda contaminación con el fin de gozar de una comunión más íntima con el verdadero Dios; y, por lo tanto, no podían postrarse ante una estatua de oro, por más alta que fuere. Sabían que Dios no es una estatua; sabían que es una realidad; no podían presentar su adoración sino sólo a Dios, pues él solamente es el verdadero objeto de la adoración. Poco les importaban que todo el mundo estuviese contra ellos: sólo tenían que vivir para Dios. Podía acusárselos de creerse más sabios que sus vecinos; quizá cuando fueron contra la corriente de la opinión pública su conducta fue tildada de presunción; quizá alguien incluso les pudo haber preguntado si se creían los dueños de la verdad. ¿Acaso todos “los sátrapas, magistrados, capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernadores de las provincias” estaban en las tinieblas y en la ignorancia? ¿Era acaso posible que tantos hombres de alto rango, inteligencia y saber estuviesen en el error, y que sólo unos pocos extranjeros cautivos estuvieran en lo correcto? 

Nuestros nazareos no tenían que preocuparse en absoluto de semejantes cuestiones. Su camino estaba claramente trazado ante ellos. ¿Debían inclinarse ante una estatua y adorarla, para no dar la impresión de que se está condenando a la multitud? Ciertamente no. ¡Y, sin embargo, cuán a menudo aquellos que desean “tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios”, son acusados de erigirse en jueces y condenar a los demás! Sin duda Lutero fue condenado por muchos por haberse opuesto a los doctores, a los cardenales y al papa. Para evitar tal condena, ¿habría debido vivir y morir en el error? ¡Quién podría pensarlo! «Ah, pero» —quizá diga alguno— «Lutero se encontraba frente a un error palpable». Es lo que pensaba Lutero; pero miles de hombres instruidos y eminentes pensaban de una manera muy diferente. “Sadrac, Mesac y Abed-nego” también tuvieron que enfrentarse con una idolatría manifiesta; pero el mundo entero era de una opinión contraria. ¿Qué se debía hacer entonces? “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29). Que los demás actúen como les parezca, “pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15). Si hubiese que permanecer en el error y persistir en hacer lo que uno al menos siente que está mal, para evitar la impresión de estar juzgando a los demás, ¿dónde estaríamos? 

¡Oh, mi querido lector! Procure mantener con perseverancia la marcha firme, adelante, y dirigida hacia el cielo, de un verdadero discípulo. No tiene que considerar si, al actuar así, condena al mundo. “Dejad de hacer lo malo” (Isaías 1:16). Es lo primero que el verdadero discípulo debe hacer. Luego, cuando haya obedecido este precepto, podrá esperar aprender “a hacer el bien”. “Si, pues, tu ojo fuere sencillo, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (Isaías 1:17; Mateo 6:22, VM). Cuando Dios habla, no tengo que volverme hacia mis vecinos para saber qué efecto producirá sobre ellos mi obediencia a Su voz, o para considerar lo que pensarán de mí. Cuando la voz de Jesús resucitado y glorificado cayó sobre el oído de Saulo de Tarso, no empezó a averiguar qué podrían pensar de él los principales sacerdotes y los fariseos, si obedecía. Seguramente que no. “No consulté en seguida con carne y sangre” (Gálatas 1:16). “Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial” (Actos 26:19). Tal es el espíritu y el verdadero principio según los cuales debe marchar un discípulo. “Dad gloria a Jehová Dios vuestro, antes que haga venir tinieblas, y antes que vuestros pies tropiecen en montes de oscuridad” (Jeremías 13:16). Nada puede ser más peligroso que vacilar cuando la luz divina resplandece sobre el camino. Si usted no actúa según la luz, cuando la posee, seguramente se verá envuelto en densas tinieblas. Y como otro lo dijo en otra parte: «No vayas nunca más allá de tu fe, ni te quedes detrás de tu conciencia». Continuará...


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