JOB Y SUS AMIGOS parte 41

 


JOB Y SUS AMIGOS parte 41

2:DISCURSOS DE LOS AMIGOS DE JOB

Hace trizas nuestros castillos de ilusiones, disipa nuestros sueños dorados y frustra muchos planes queridos que apasionan nuestro corazón, mas cuya realización habría significado nuestra ruina. “He aquí, todas estas cosas hace Dios dos y tres veces con el hombre, para apartar su alma del sepulcro, y para iluminarlo con la luz de los vivientes” (v. 29-30). Si el lector se vuelve un momento hacia Hebreos 12:3-12, hallará muchas instrucciones preciosas acerca del tema de los caminos de Dios con su pueblo. No es nuestro propósito detenernos en este pasaje, sino simplemente hacer notar que el mismo presenta tres maneras diferentes en que podemos recibir el castigo de la mano de nuestro Padre. En primer lugar, podemos «menospreciar» la disciplina, tomándola como si la mano y la voz del Padre no interviniesen en el asunto. En segundo lugar, podemos «desmayar» bajo la disciplina, como si fuese algo intolerable, y no el precioso fruto de su amor. Por último, podemos ser «ejercitados» por medio de ella, y así recoger, en su tiempo, los “apacibles frutos de justicia”. Ahora bien, si nuestro patriarca tan sólo hubiera comprendido el brillante hecho de que Dios estaba llevando a cabo Sus designios para con él; que lo estaba probando para su provecho ulterior; que empleaba las circunstancias, los hombres, los sabeos y al mismo Satanás como instrumentos en Sus manos; si hubiera  

comprendido que todas sus pruebas, la pérdida de todo lo que poseía, sus desgracias y sus padecimientos, no eran otra cosa que las operaciones maravillosas de Dios para llevar a cabo sus sabios y misericordiosos designios, y que Él quería seguramente perfeccionar cosas que consideraba necesarias en su querido y muy amado siervo, porque para siempre es su misericordia; en una palabra, si Job tan sólo hubiese apartado de su vista todas las circunstancias y causas secundarias, y hubiese fijado sus pensamientos nada más que en el Dios vivo y aceptado todo como proveniente de Su benévola mano, habría ciertamente obtenido más rápidamente la divina solución de todas sus dificultades. Éste es precisamente el gran escollo contra el que de ordinario nos estrellamos. Todo en nuestra mente gira en torno a los hombres y a las circunstancias. No vemos más que ello y su incidencia sobre nosotros. No caminamos con Dios a través —o, más bien, por encima de— las circunstancias, sino que más bien permitimos que ellas nos dominen. En vez de ver a Dios entre nosotros y las circunstancias, dejamos que ellas se interpongan entre Dios y nosotros, velándolo así de nuestros ojos. Continuará...


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