JOB Y SUS AMIGOS parte 43

 


JOB Y SUS AMIGOS parte 43

2:DISCURSOS DE LOS AMIGOS DE JOB

¿Piensas que es cosa recta lo que has dicho: Más justo soy yo que Dios?” (34:35-37; 45:2). Nótese el cambio aquí. Préstese oídos a los suspiros de un espíritu verdaderamente arrepentido, a las expresiones escuetas —aunque completas— de un juicio rectificado: “Respondió Job a Jehová, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (42:1-5). Aquí, entonces, comienza la retractación de Job. Todas sus anteriores declaraciones acerca de Dios y de Sus caminos él las señala ahora como «palabras sin entendimiento». ¡Qué confesión! ¡Qué momento en la vida de un hombre cuando éste descubre que había estado sumido completamente en el error! ¡Qué notable vuelco! ¡Qué profunda humillación! Nos hace recordar a Jacob cuando fue tocado en el sitio del encaje de su muslo, y tuvo que aprender así su absoluta debilidad e insignificancia. Éstos son momentos transcendentales en la historia de las almas; épocas espléndidas, que dejan, en todo el ser moral y en el carácter, una huella indeleble. Cuando uno empieza a tener pensamientos correctos acerca de Dios, entonces empieza a juzgar correctamente todas las cosas. Si mis juicios acerca de Dios son inexactos, también lo serán los que tenga acerca de mí, acerca de mis semejantes y acerca de todo. 

En esto estribaba el problema de Job. Sus nuevos pensamientos acerca de Dios generaron de inmediato en él nuevos pensamientos acerca de sí mismo. Su elaborada apología de su propia justificación, su apasionado egotismo, su vehemente satisfacción y regocijo de sí mismo, los espaciosos argumentos en favor de sí mismo, todo fue hecho a un lado; todo quedó eclipsado por el brillo de estas tres lacónicas palabras: “Yo soy vil” (40:4). ¿Y qué debía hacerse con este yo vil? ¿Hablar acerca de él? ¿Ensalzarlo? ¿Ocuparnos en él? ¿Deliberar sobre él? ¿Proveer a sus deseos? De ninguna manera: “Me aborrezco” (v. 6). Éste es el verdadero terreno en que todos nosotros debemos guardarnos. A Job le costó mucho tiempo  alcanzarlo, y lo mismo puede costarnos a muchos de nosotros. Muchos de entre nosotros se figuran haber logrado acabar con el yo cuando dieron un asentimiento nominal a la doctrina de la corrupción humana o juzgaron algunas trazas de la misma que se manifestaban en la conducta exterior. Continuará...


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