DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 19
Introducción
La estrella de Israel brillaba de nuevo, simplemente porque Israel actuaba sobre el principio de la fe. Jonatán no miraba a su padre Saúl para la liberación, sino a Jehová; sabía que “Jehová es varón de guerra”, y en él se apoyaba para ver a Israel librado de sus enemigos en el día de la angustia. ¡Feliz dependencia! No hay nada semejante. Las ordenanzas humanas perecen, los recursos humanos se desvanecen, pero “los que confían en Jehová son como el monte de Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre” (Salmo 125:1); “vino a ser un temblor muy grande” porque Dios mismo estaba provocando el terror en los corazones de los filisteos y llenaba a los israelitas de gozo y de triunfo. La fe de Jonatán fue reconocida por Dios; los mismos israelitas que habían huido anteriormente del campo de batalla a las montañas, se sintieron reafirmados, y se pusieron a perseguir a los filisteos. Así ocurre siempre; no podemos marchar en el poder de la fe sin dar un impulso a los demás, y, por otra parte, un solo corazón cobarde basta para detener a un gran número. La incredulidad, además, desvía siempre a uno del campo de batalla o de servicio, mientras que la fe, de seguro, conduce a él.
Pero ¿qué hace Saúl en todo esto? ¿Cómo coopera con el hombre de fe? Era absolutamente incapaz de actuar sobre este principio. Se sienta debajo de un granado, sin fuerza para inspirar ánimo a los corazones de aquellos que lo habían elegido como su jefe y, cuando se pone en movimiento, o más bien cuando se agita, no hace otra cosa que entorpecer, por su locura y precipitación, los preciosos resultados de la fe. Continuará...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario