DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 39

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 39

2- EL VALLE DE ELA

Tengamos solamente la plena seguridad de que estamos del lado del Señor y de que su mano actúa con nosotros, y nada podrá hacernos salir de la senda del servicio y del testimonio, adondequiera que nos conduzca: “Todo lo puedo”, dice el apóstol, “en Cristo que me fortalece”; y también: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (Filipenses 4:12; 2 Corintios 12:9). El más débil de los santos lo puede todo por Cristo; pero si el ojo de la carne se fija en este débil santo, puede parecer presuntuoso hablar de poder hacerlo todo. Por eso, cuando Saúl mira a David y lo compara con Goliat, juzga sanamente cuando dice: “No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud” (1 Samuel 17:33). Es una comparación entre la carne y la carne, y, bajo esta perspectiva, es totalmente justa. Si se compara a un joven con un gigante, toda la ventaja está del lado de este último; pero Saúl habría debido comparar la fuerza de Goliat con la del “Dios de los escuadrones de Israel”. Es lo que hace David. “David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente” (cap. 17:34-36). Tal era el argumento de la fe. La mano que había librado a David de una dificultad, lo libraría de otra. No hay ningún “si” en todo esto. David no esperaba ninguna señal; simplemente dice: “Tu siervo irá”. David había sentido el poder de la presencia de Dios con él en el secreto, antes de presentarse en público como siervo de Dios y de Israel. Él no se había jactado de su triunfo sobre el león y el oso. Nadie parece haber oído de esto antes; y él, sin duda, jamás habría hablado de eso tampoco, de no haber sido con el expreso propósito de mostrar sobre qué base sólida reposaba su confianza en cuanto a la gran obra que iba a emprender. Quería mostrar claramente que no daba ese paso en su propia fuerza. Continuará...


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