DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 43

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 43

2- EL VALLE DE ELA

Así es como la fe actúa siempre; ella deja todo en manos de Dios solamente. No se trata de Jehová y la armadura de Saúl, sino de Jehová solo. ¿No podemos aplicar esto al caso de un pobre pecador perdido y sin fuerza, y que tiene necesidad de que sus pecados le sean perdonados? Satanás se esforzará por inducirlo a procurar añadir algo a la obra de Cristo con vistas a este perdón; algo que disminuya la gloria del Hijo de Dios como único Salvador de los pecadores. Querría decirle a tal alma: si usted añade lo que sea a la obra de Cristo, hará que no sea de ningún provecho. Si se hubiese permitido añadir algo, ciertamente habría sido la circuncisión, puesto que era de institución divina, y, sin embargo, el apóstol dijo: “He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:2-4.). Así pues, Cristo solo es todo lo que nos hace falta; no Cristo y nuestras obras, sino simplemente Cristo, porque él es plenamente suficiente. No necesitamos nada más; y nada menos podría bastarnos. Deshonramos la suficiencia de su obra expiatoria, cuando procuramos relacionar con ella algo que sea de nosotros, así como David habría deshonrado a Jehová si hubiese ido a enfrentar al guerrero filisteo vestido con la armadura de Saúl. Sin duda, los hombres prudentes del mundo no podían sino condenar en él lo que les parecía la temeridad y la precipitación de la juventud; de hecho, cuanto más versado era un hombre en la práctica de la guerra, más debía considerar una locura la conducta del hombre de fe. Pero ¿qué importaban estos juicios? David sabía a quién había creído; sabía que no era imprudencia lo que lo hacía actuar, sino su fe en la voluntad y el poder de Dios para ayudarlo en el momento de la necesidad. En todo el ejército de Saúl, ninguno conocía la debilidad de David más de lo que él mismo la sentía en ese momento crítico. Aunque los ojos de todos estaban fijos en él, como alguien que tenía mucha confianza en sí mismo, nosotros, no obstante, sabemos lo que sostenía su corazón y afirmaba sus pasos, mientras iba al encuentro de su temible enemigo. Continuará...


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