DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 50
2- EL VALLE DE ELA
Los millares de Israel y de Judá, con gritos de triunfo, habían perseguido a los filisteos y recogido los frutos de la victoria, mientras que Jonatán se ligaba a la persona del vencedor. “Y Jonatán se quitó el manto que llevaba, y se lo dio a David, y otras ropas suyas, hasta su espada, su arco y su talabarte” (1 Samuel 18:4). Esto era amor, un amor puro y simple, sin afectación, ocupado únicamente con el objeto querido. El amor se despoja de todo por la persona amada. David se había olvidado de sí mismo y había expuesto su vida por Dios y su pueblo, y ahora Jonatán se olvida de sí mismo por David. Recordemos, querido lector, que el amor por Jesús es el resorte del verdadero cristianismo. El amor por Jesús hace que nos despojemos de nosotros mismos, y podemos decir que despojar el yo, para honrar a Jesús, es el más bello fruto de la operación de Dios en el alma. Como lo expresó el poeta:
¿Hablan ellos de moral? Oh, Tú, Cordero sangrante, Amarte a ti, es la mejor acción moral. Muy diferentes eran los sentimientos de Saúl con respecto a la persona de David y a la hazaña que había llevado a cabo. Él no había aprendido a olvidarse de sí mismo y a regocijarse de ver la obra hecha por otro. Sólo la obra de la gracia es capaz de producir esto. Todos nosotros naturalmente quisiéramos ser o hacer algo, a fin de ser admirados o tenidos en estima. Tal era Saúl; importante a sus propios ojos, no podía soportar oír a las mujeres de Israel cantar: “Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles” (1 Samuel 18:7). No podía tolerar la idea de ser el segundo. Olvidaba que él, como otros, había temblado ante la voz de Goliat, y, ahora, después de haber mostrado su cobardía, quería ser contado como luchador y valiente. “Y desde aquel día Saúl no miró con buenos ojos a David” (1 Samuel 18:9). ¡Terrible mirada! Era la mirada de la envidia y de los “celos amargos”. A medida que avancemos, tendremos la oportunidad de ver el desarrollo del amor de Jonatán y del odio de Saúl. Ahora debemos seguir al hombre de fe a través de otras escenas.
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