DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 51

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 51

3 - LA CUEVA DE ADULAM 

Del glorioso campo de batalla del valle de Ela, David pasó a través de escenas muy diferentes en la casa de Saúl. Allí sólo encontró miradas envidiosas y atentados contra su vida, en respuesta a los dulces acordes de su arpa y a sus valientes hazañas. Después de Dios, Saúl debía la conservación de su trono a David, y, a cambio, un par de veces quiso perforarlo con su jabalina (1 Samuel 18:8-11). Pero Jehová, en su misericordia, guardó a su querido siervo en medio de todos los obstáculos de una posición extremadamente difícil. “Mas David se manejaba en todas sus cosas con prudencia, y Jehová era con él. Y vio Saúl que se conducía con gran prudencia; por lo cual se recataba de él. Pero todo Israel y Judá amaban a David, porque salía y entraba delante de ellos” (1 Samuel 18:14-16, VM).  

Así pues, David, ungido rey de Israel, era llamado a soportar el odio y el oprobio de parte del poder reinante, aunque era amado por aquellos que sabían apreciar su valor moral. Era imposible que Saúl y David siguiesen estando juntos. Sus principios eran totalmente diferentes: una separación debía, pues, tener lugar. David sabía que había sido ungido para ser rey, pero, mientras Saúl ocupaba el trono, estaba contento de esperar, en mansedumbre, el tiempo fijado por Dios, cuando todo lo que era verdad de él en principio sería cumplido. Hasta ese momento, el Espíritu de Cristo lo condujo a tomar su lugar como exiliado. La senda del exilado, del peregrino y del extranjero, del viajero sin hogar, estaba delante del rey de Israel, y entró en ella de inmediato. Su camino para llegar al trono debía pasar por muchos dolores y dificultades. Como su divino antitipo, debía sufrir primero, antes de llegar a la gloria. David habría servido a Saúl hasta el final; lo honraba como el ungido de Jehová. Si un simple movimiento de su dedo lo hubiese colocado sobre el trono, no habría sacado provecho de eso. Lo sabemos con certeza, por el hecho de que dos veces perdonó la vida de Saúl, cuando todo indica claramente que Jehová la había entregado en sus manos (1 Samuel 24 y 26). Continuará...


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