DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 52

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 52

3 - LA CUEVA DE ADULAM 

Pero David esperaba simplemente en Dios. En esta entera dependencia estaban su fuerza y su grandeza. Podía decir: “Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza” (Salmo 62:5). Y por eso pasó felizmente a través de todas las trampas y peligros de su servicio en la casa y el ejército de Saúl. El Señor lo libró de toda obra mala, y lo preservó para el reino que le había preparado y que quería darle, después que haya “padecido un poco de tiempo” David, por decirlo así, había salido por un momento del lugar oculto donde había sido ejercitado y formado en secreto, para aparecer en el campo de batalla, y, habiendo cumplido allí su obra, fue llamado a tomar de nuevo su primer lugar para aprender allí algunas lecciones más profundas en la escuela de Cristo. 

Las lecciones del Señor son a menudo difíciles y penosas, a causa de la obstinación y de la indolencia de nuestros corazones; pero toda nueva lección aprendida, todo nuevo principio asimilado por nuestra alma, nos hace más aptos para cumplir todo lo que está puesto delante de nosotros. Es verdaderamente precioso ser discípulos de Cristo y someternos a la disciplina y a la educación de su gracia. El fin nos mostrará el precio de este lugar de sumisión; pero no necesitamos esperar el fin: ahora mismo, el alma encontrará su mayor felicidad en el hecho de estar sujeta, en todas las cosas, al divino Amo: “Venid a mí”, dice, “todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30). La Escritura nos habla de tres descansos. En primer lugar, hay un descanso que, como pecadores, encontramos en la obra perfecta de Cristo cumplida en la cruz; en segundo lugar, el descanso presente del que, como santos, gozamos al estar enteramente sujetos a la voluntad de Dios: este descanso se opone a la inquietud del alma. Y, por último, está el descanso que queda “para el pueblo de Dios” (Hebreos 4:9). Continuará...


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