DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 58

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 58

3 - LA CUEVA DE ADULAM

El corazón que, instruido por el Espíritu Santo, comprende el alcance de estas palabras: “Porque el que santifica, y los que son santificados de uno son todos”, conoce el secreto que lo libera de los principios, costumbres, sentimientos y tendencias del presente siglo. El Señor Jesús tomó su lugar arriba como Cabeza del cuerpo, la Iglesia; y el Espíritu Santo descendió para poner a todos los miembros preconocidos y predestinados del cuerpo, en comunión real con la Cabeza viviente, ahora rechazado de la tierra y escondido en Dios.  Por eso Pablo, en el Evangelio que predica, une estrechamente la remisión de pecados con el llamamiento celestial, porque anuncia la unión del único cuerpo en la tierra con su Cabeza glorificada en el cielo. Él proclama la justificación, no sólo como una cosa abstracta, sino como el resultado de lo que es la Iglesia: una con Jesús, que está ahora a la diestra de Dios, dado por Cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia, estando sujetos a él ángeles y principados. Pablo, sin duda, predicó la remisión de pecados, pero lo hizo con toda la plenitud, profundidad, poder y energía que le comunica la doctrina de la Iglesia. 

La epístola a los Efesios no dice solamente que Dios perdona a los pecadores, sino mucho más; despliega ante nuestros ojos la admirable verdad de que los creyentes son miembros del cuerpo de Cristo. Leemos: “Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos”. Y todavía: “Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”; y “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:30; 2:4-6; 5:25-27). Estos pasajes van mucho más allá que el perdón de los pecados. Ser la esposa del Cordero es algo mucho más elevado y glorioso que tener simplemente nuestros pecados perdonados.  No sólo tenemos el gozo  De nuestros pecados cancelados  Más feliz es vernos llamados  A compartir tu trono glorioso. Continuará...


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