DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 59

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 59

3 - LA CUEVA DE ADULAM

El Dios de toda gracia sobrepujó todo pensamiento humano en sus designios para con la Iglesia. Nos llamó, no sólo a caminar aquí en la plena conciencia de su amor perdonador, sino también en el conocimiento del amor de Cristo por su cuerpo, la Iglesia, y en la sublime y santa dignidad de esta Iglesia, sentada en los lugares celestiales con Cristo. 

Tal vez el lector se pregunte: ¿qué relación hay entre la cueva de Adulam y el lugar de la Iglesia en el cielo? Tan sólo dar a conocer el lugar de rechazo adonde Cristo entró, que es el de todos aquellos que gozan de su comunión. De más está decir que los hombres de David ignoraban completamente el llamamiento celestial, tal como la iglesia lo conoce ahora. En el Antiguo Testamento se entreven a menudo sombras del llamamiento celestial en los caracteres, el andar y las circunstancias de ciertos personajes que se nos presentan, pero que ciertamente no conocían tal llamamiento. El hecho es que, para ser precisos, no se conoció hasta después que el Señor Jesús se sentara en lo alto, y el Espíritu Santo descendiera para bautizar a todos los creyentes, judíos y gentiles, en un solo cuerpo. Entonces el llamamiento celestial se desarrolló con todo poder y plenitud. La administración de esta verdad se confió especialmente a Pablo; fue una parte esencial del misterio ya contenido en estas palabras: “¿Porque me persigues?” (Hechos 9:4). Saulo perseguía a los cristianos, y Jesús se le apareció en la gloria, revelándole que esos santos eran parte de sí mismo, Sus miembros en la tierra. En adelante, éste fue el gran tema de Pablo, el cual incluía la unidad de la Iglesia con Cristo y, por consecuencia, su llamamiento celestial. Observemos que esto no era simplemente la admisión de los gentiles en el redil judío. No. Era sacar a los judíos y a los a gentiles de sus circunstancias naturales, y colocarlos en circunstancias nuevas tanto para unos como para otros. La obra cumplida en la cruz era necesaria para “derribar la pared intermedia de separación”, y para hacer de los dos, judíos y gentiles, “un solo y nuevo hombre”, un nuevo hombre celestial, totalmente separado de la tierra y de sus metas. Continuará...


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