DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 66

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 66

4- NABAL Y ABIGAIL 

La gracia divina recibida en el corazón, lo abre de par en par para responder a todos los que están en necesidad. El egoísmo, por el contrario, lo cierra a cada uno de los que acuden en busca de ayuda. Aun cuando no hubiese conocido a David, Nabal habría debido obedecer la Escritura; pero el egoísmo estaba tan fuertemente arraigado en su corazón, que no le permitía obedecer la palabra de Jehová ni amar a Su ungido.  

 Pero el egoísmo de Nabal trae resultados muy importantes. En lo que toca a David, hace resaltar lo que era más susceptible de humillarlo delante de Dios. Aquí lo vemos descender de la elevación que, por la gracia de Dios, habitualmente lo caracterizaba. Sin duda, era extremadamente penoso encontrar semejante ingratitud de parte de aquel a quien había protegido; era algo hiriente ser despreciado a causa de las mismas circunstancias en las que su fidelidad lo había colocado, y ser acusado de haberse salvado de su señor, mientras era perseguido como una perdiz por los montes. Todo esto era difícil de soportar, y, en la primera explosión de sus sentimientos, David deja escapar palabras que no soportan ser examinadas a la luz del santuario: “Cíñase cada uno su espada” no era precisamente el lenguaje que cabía esperar de alguien que hasta entonces había andado con “un espíritu afable y apacible”. El pasaje que citamos de Deuteronomio, nos hace conocer el recurso del pobre: no es desenvainar la espada, sino clamar a Jehová.  

 La espada de David no habría curado el egoísmo de Nabal, y jamás la fe habría adoptado tal proceder. David no actúa así respecto de Saúl. Lo deja totalmente en la manos de Dios; e incluso cuando se vio incitado a cortar la orilla del manto de Saúl, su corazón le remordió (véase 1 Samuel 24:4-5). ¿Por qué no actuó de la misma manera con Nabal? Porque no estaba en comunión con Dios; descuidó su guardia, y el enemigo tomó ventaja. El corazón natural nos conducirá siempre a querer vengarnos; se siente profundamente agraviado ante cualquier ofensa o insulto. Murmurará en lo secreto: «No tenía derecho a tratarme así; verdaderamente no puedo soportarlo, ni pienso que deba hacerlo». Es posible, pero el hombre de fe en seguida se eleva por encima de todas estas cosas; en todo ve a Dios: los celos de Saúl, la insensatez de Nabal, todo es considerado como proveniente de la mano de Dios y tratado en el secreto de Su santa presencia. El instrumento no es nada para la fe; Dios está detrás de todas las cosas: Esto es lo que confiere un poder eficaz para moverse a través de todas las circunstancias posibles, y lo que nos guarda en medio de todas las trampas. Continuará…


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