DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 68

 


DAVID: LA VIDA DE LA FE parte 68

4- NABAL Y ABIGAIL 

“Y David había dicho: Ciertamente en vano he guardado todo lo que éste tiene en el desierto, sin que nada le haya faltado de todo cuanto es suyo; y él me ha vuelto mal por bien. Así haga Dios a los enemigos de David y aun les añada, que de aquí a mañana, de todo lo que fuere suyo no he de dejar con vida ni un varón” (v. 21-22). ¡Terribles palabras! David había actuado con temeridad al salir del lugar de dependencia, el único lugar bueno y santo. Y no había actuado en vista de “la congregación de Jehová”. No, era para vengarse de un hombre que lo había maltratado. ¡Triste error! Tuvo la dicha de que se encontrara una Abigail en la casa de Nabal, de la que Dios se sirvió para impedirle que respondiese “al necio de acuerdo con su necedad” (Proverbios 26:4), porque era justamente eso lo que el enemigo deseaba. Satanás se había servido del egoísmo de Nabal para tenderle una trampa a David, y Abigail fue el instrumento del Señor para librarlo de ella.  

Es bueno cuando el hombre de Dios puede descubrir la operación de Satanás; para esto, debe estar en la presencia de Dios, pues allí solamente se encuentran la luz y la fuerza espiritual necesarias para enfrentar a tan temible enemigo. Cuando el alma no está en comunión con Dios, se deja distraer por las causas y los agentes secundarios, como ocurrió con David al mirar a Nabal. Si hubiese hecho una pausa para considerar el asunto con calma, delante de Dios, no habría pronunciado estas palabras: “Ciertamente en vano he guardado todo lo que éste tiene en el desierto” (v. 21); él mismo habría hecho caso omiso y dejado a “este” hombre librado a su propia suerte. La fe comunica al carácter una verdadera dignidad, y una superioridad que hace pasar por encima de las mezquinas circunstancias de esta escena pasajera. Los que saben que son “extranjeros y peregrinos”, recordarán que tanto los dolores como las alegrías de esta vida son pasajeros, y que no serán desmedidamente afectados por ninguna de ambas cosas. «Pasajero», es lo que está escrito sobre todas las cosas aquí abajo; el hombre de fe debe pues mirar arriba y adelante. Continuará…


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